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El asalto a la plaza de Cataluña

Familiares de los rehenes se enfrentaron a las autoridades, pidiéndoles una solución inmediata

Los familiares de los rehenes que ayer tarde aún permanecían secuestrados en la sede del Banco Central de Barcelona hicieron público un comunicado protestando por lo que consideraban falta de atención de las autoridades hacia ellos. Los familiares pedían que el Gobierno accediera a las peticiones de los terroristas, que se hicieran públicas las negociaciones para conseguir su liberación y que bajo ningún concepto se actuara de forma que pudiera poner en peligro la vida o la integridad física de los rehenes.

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Los familiares hicieron público este comunicado después de una tumultuosa asamblea, en la que increparon duramente al delegado del Gobierno en Cataluña, Juan Rovira Tarazona, quien se había desplazado a la sucursal del Banco Central habilitada para acoger a los familiares de los rehenes. A Rovira Tarazona le acompañaban el alcalde de Barcelona, Narcís Serra el presidente del Banco Central, Alfonso Escámez, y el director general de la Guardia Civil, Aramburu Topete. Los familiares insultaron a Rovira Tarazona, gritándole frases como la de «cámbiese usted por los rehenes», y otras del tipo «Guardia Civil fascista». El general Aramburu Topete, ante el cariz que tomaba la asamblea, manifestó: «Así no se puede hablar. No reconocen lo que se está haciendo».Los familiares -en total, unos trescientos- les abuchearon y recriminaron de forma verdaderamente violenta, porque, en su opinión, la actitud de las autoridades tenía muy poco en cuenta la seguridad personal de los retenidos.

El primero que intentó hablar, entre gritos de «fuera, fuera» y otros, que se hacían ininteligibles., fue el propio Rovira, quien empezó así: «Yo he entrado en la sede del banco sin ninguna garantía de lo que podía pasar y lo he hecho por el bien de todos ustedes». El incremento en el abucheo hizo intervenir en ese momento a Alfonso Escámez, quien intentó apaciguar los ánimos.

El propio Escámez ya se había comprometido ayer a facilitar vacaciones pagadas de quince días a los rehenes y a los familiares de éstos que lo deseasen: «Soy testigo presencial y excepcional del gran esfuerzo que están haciendo todas las autoridades por solucionar este problema. Han estado desde el principio y seguirán estando al pie del cañón». También el alcalde de Barcelona salió malparado cuando quiso mediar en la bronca: «Os aseguro que este es un asunto muy bien llevado; hemos pasado momentos muy difíciles, pero estamos encarrilando la situación». El general Aramburu, a la vista de la airada reacción de los familiares, optó por no dirigirles la palabra.

La actitud violenta de los familiares se había desatado cuando Rovira decía que el acuerdo consistía «en que el Gobierno no puede permitir poner ningún medio de transporte a disposición de los asaltantes. El acuerdo que se está perfilando consiste en que los rehenes puedan volver íntegramente a sus hogares y los asaltantes se entreguen a la autoridad. Este acuerdo está siendo objeto de debate entre los propios asaltantes». Eran las cuatro de la tarde, aproximadamente.

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En espera de un acuerdo

La tensión entre los familiares no había cesado de crecer desde el mediodía de ayer, cuando un numeroso grupo de aquellos se reunió ante la Jefatura superior de Policía de Barcelona, situada en la Vía Layetana. Los allí congregados aguardaban, transistor en mano, la llegada de familiares o conocidos tras las sucesivas liberaciones que se iban produciendo. La tensión aumentaba en aquellos que advertían como sus allegados no figuraban entre las personas que en varias ocasiones fueron trasladadas por la Policía, tras ser dejadas en libertad por los asaltantes. Se oían manifestaciones del siguiente cariz: «Si fueran otros los que estuvieran allí dentro verás como les daban el avión». Una señora de unos cincuenta años comentó: «A nosotros, los de abajo, lo único que hacen es apretarnos».

A medida que los liberados abandonaban las dependencias policiales, tras haber detallado únicamente sus señas de identidad y dirección, según relataron varios de ellos, se producían emocionantes escenas entre los que habían encontrado, tras largas horas de espera a un familiar o amigo que había estado en peligro. Los que tenían peor suerte preguntaban por los suyos: «¿Has visto a Angel, el electricista? ¿Conoces a Masó?». Los interrogados trataban de infundir confianza a quienes les hacían requerimientos de este tipo. Así, Eduardo Borrell manifestó a la esposa de un compañero que a aquella hora (15.15) permanecía todavía como rehén: «El acuerdo está hecho. Poco puede faltar. Les van a dar un avión y se van a marchar sin nadie».

Un miembro del comité de empresa, Emilio Fermín, fue liberado también a primeras horas de la tarde de ayer. Resaltó que los comunicados que leía el cartero se los entregaban los asaltantes. Sobre el desarrollo de las horas que precedieron a su liberación precisó: «A las 9.30 nos dijeron que el tema estaba resuelto, pero las cosas debieron complicarse y se produjeron momentos muy tensos, cuando la tanqueta se apostó frente a la entrada del banco. Cuando nos han soltado (14.40 horas) dijeron que el tema iba a resolverse pronto, que podía ser cosa de dos horas».

«Al principio yo pense que podían ser los GRAPO, pero cuando les preguntamos si querían dinero y lo rechazaron diciendo: "no lo necesitamos", pensamos que era otra cosa. Todo quedó claro cuando anunciaron que querían la libertad de Tejero».

Este miembro del comité de empresa señaló también que durante la noche del sábado al domingo los asaltantes seleccionaron a varios de los más Jóvenes para que cooperasen con ellos en la perforación de los muros del edificio, posiblemente para colocar explosivos.

Un rehén fue encerrado en la cámara acorazada

Pedro Oceráns Pujol, de 54 años de edad, empleado en la sección de cámaras del Banco Central, fue el primero de los rehenes liberados que manifestó haber sido tratado mal por los secuestradores. Según el citado trabajador, fue obligado a permanecer en los sótanos del Banco Central, en las cámaras acorazadas, durante largo tiempo y casi a oscuras.

Según los médicos que le atendieron, Oceráns llegó al Hospital Clínico, tras su liberación, visiblemente afectado con una grave crisis nerviosa. A diferencia de anteriores liberados, los médicos del servicio de urgencias del Hospital Clínico decidieron mantener al citado rehén por espacio de más de tres horas en el servicio. Fue también el primer rehén a quien la policía excusó de prestar declaración, debido a su delicado estado nervioso.

Según compañeros de trabajo de este rehén, Oceráns permaneció en la cámara acorazada y sufrió las consecuencias del calor existente en el lugar y del agua que destilaban las paredes de acero de la cámara. Según uno de estos compañeros, liberado por los secuestradores a la una del mediodía del sábado, un grupo de tres trabajadores pudo permanecer escondido durante las tres primeras horas del secuestro en los sótanos del banco. Sobre las doce salieron de su escondrijo y se entregaron a los se cuestradores. Según esta misma fuente, uno de los empleados pudo escuchar como el comando asaltante comentaba que tenían intención de reunir el dinero del banco, trasladarlo a los pisos superiores y quemarlo antes de que finalizara la ocupación del banco.

Los rehenes preguntaron a los asaltantes si eran de ETA

Anteriormente, una de las mujeres liberadas, Teresa Gallisa, había relatado a los periodistas que los asaltantes tenían acento andaluz, y a otros se les notaba que habían residido en Cataluña por algunas expresiones. Asimismo, se refirió a «una maleta que los secuestradores trataban con especial cuidado, y de la que uno de ellos comentó: "Esto es bronca pura" ».

Tras el asalto de la mañana del sábado, algunos de los secuestrados preguntaron al comando si pertenecían a ETA. Ellos contestaron que «odiamos a ETA».

Algunos de los rehenes liberados a primeras horas de la tarde hicieron lo posible por tranquilizar a los familiares de los que permanecían en el interior del Banco. Uno de ellos, llamado Roldán Marcos, aseguró que «después de treinta horas de secuestro, puedo afirmar que los asaltantes no quieren hacer daño a nadie», y a diferencia de testimonios anteriores, aseguro que él había sido bien tratado y que «nos dieron de comer y de beber».

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