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Dimite el ministro de Justicia italiano, presuntamente vinculado a la logia Propaganda 2

El ministro de Justicia italiano, Adolfo Sarti, que figura en la lista de las 962 personas afiliadas a la logia P-2, presentó ayer su dimisión después de desmentir, una vez más, sus relaciones con la masonería. Sarti aparecía en Italia en calidad de aspirante, lo que significa que estaba pendiente de prestar su juramento; pero entre el material requisado al jefe de la logia, Licio Gelli, hay incluso cartas autógrafas del ministro, donde daba datos sobre su adscripción política y religiosa, así como los nombres de sus cinco padrinos.

En su carta de dimisión dirigida al primer ministro, Arnaldo Forlani, Sarti habló de una "campaña calumniosa" contra él, admite haber conocido a Gelli hace algunos años y sostiene que únicamente ha jurado fidelidad a la República Italiana y a la Constitución.Junto con Adolfo Sarti, pero en calidad de miembros de la logia, figuran también otros dos ministros: el de Trabajo, el democristiano Franco Foschi, y el de Comercio Exterior, el socialista Enrico Manca.

La situación es más delicada para los democristianos, que además de ver en peligro sus cargos es muy probable que sean expulsados del partido por la incompatibilidad entre la Democracia Cristiana y la masonería.

Entre tanto, surgen nuevas revelaciones sobre la extraña logia P-2. Varios neofascistas, inculpados en el atentado contra el tren Italicus, que en agosto de 1974 causó doce muertos y 48 heridos, alardeaban de tener poderosos amigos en una secta masónica secreta, identificada durante su proceso como la logia Propaganda Dos. El alarde entonces no fue comprendido.

El jefe de la logia se comportaba como un jefe de Gobierno

Según el diario Repubblica, el jefe de la logia, Licio Gelli, se comportaba como un verdadero jefe de Gobierno, «recibiendo audiencias, pidiendo opiniones, sugiriendo y, en ocasiones, dando órdenes». Los documentos aprehendidos, según este diario, mostraban hasta qué punto el jefe de la logia había logrado atraerse a centenares de hombres poderosos y a controlar a otros miles.Por otra parte, el Partido Republicano está celebrando en Roma su primer congreso nacional después de la muerte de su líder carismático Ugo La Malfa.

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Se trata de un partido de mucho prestigio histórico, aunque recoge sólo el voto del 2,4% del electorado, es decir, menos que el Partido Radical. Alguien lo ha definido como «un partido de generales sin soldados»; pero lo cierto es que los republicanos se han destacado siempre por ser un grupo político de minoría, pero muy serio, con gran fuerza moral y muy empeñado en los problemas de la economía nacional. Ugo La Malfa había sido, junto con Aldo Moro, el gran paladín del Gobierno de «unidad nacional» y el gran defensor de que el partido comunista tiene las cartas en regla para pasar el examen de democracia. Al congreso asisten 2.100 representantes, y están presentes, como en el congreso socialista de Palermo, todos los secretarios de los partidos del espectro político italiano.

El congreso se ha abierto en pleno huracán del escándalo de la logia masónica P-2. Para los republicanos se trata de un problema muy delicado por su ancestral historia masónica. Por eso, el secretario Giovanni Spadolini ha hablado muy claro. Ha dicho que «hay que esclarecer el asunto, caiga quien caiga». Y es que a la P-2 pertenece un subsecretario republicano. Spadolini ha distinguido entre la tradición gloriosa de los masones antifascistas del Rissorgimento y una logia como la P-2, que, según dijo, usurpa etiquetas gloriosas del pasado mientras «se ha degradado, convirtiéndose en un centro de poder oculto y corruptor».

Un gran aplausos subrayó las valientes palabras del líder republicano. El congreso se había abierto con una cierta polémica interna entre quienes prefieren mantenerse en el Gobierno con la Democracia Cristiana, quienes prefieren un Gobierno abierto también a los comunistas y los seguidores del presidente del partido, Bruno Visentini, que había hecho una propuesta de un Gobierno con menos participación en su formación por parte de los grupos internos de poder de los partidos.

Editorial en página 8

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