Cadena perpetua para el "destripador de Yorkshire"
«Peter William Sutcliffe, culpable de asesinatos. Trece veces, trece muertes». El portavoz del jurado pronunció ayer este veredicto contra el hombre que es más conocido por su apodo de destripador de Yorkshire, rechazando así la alegación de la defensa de que Sutcliffe era un enfermo mental. Este, de 34 años de edad, pasará, pues, los próximos treinta años de su vida en una prisión británica.El veredicto y la sentencia fueron bien recibidos por el público, especialmente el femenino, que se apiñaba en las inmediaciones del Old Balley, el tribunal central de lo criminal en Londres.
El jurado se retiró a deliberar a media mañana, tras escuchar declaraciones durante catorce días, pero sus seis hombres y seis mujeres no consiguieron llegar a un acuerdo unánime, como pedía el juez Borebam. Seis horas después de que comenzaran sus deliberaciones llegaron a un veredicto por una mayoría de diez a dos, encontrando a Sutcliffe culpable de los trece asesinatos que cometió en el norte de Inglaterra entre julio de 1975 y noviembre de 1980.
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Sutcliffe no convenció al jurado de que era un enviado de Dios para exterminar a las prostitutas
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Durante sus declaraciones como testigo, el destripador había comentado que «no creía que su misión estuviera terminada». Se refería, naturalmente, a la misión que decía, le había encomendado Dios de matar prostitutas. Su abogado defensor, para alegar que padecía de esquizofrenia paranoica, se basó en esa experiencia primaria que Stutcliffe afirmó haber tenido en un cementerio hace unos quince años. La defensa ha perdido, pues, el caso psiquiátrico.
Poco después de las 17.30 horas, Stutcliffe se levantó aturdido, pero mirando fijamente al juez, que dictó una sentencia de cadena perpetua, recomendando expresamente un mínimo de treinta años. «Sus asesinatos fueron de un tipo, sumamente cobarde», dijo el juez, «pues en cada uno de ellos atacó por detrás a un mujer con un martillo. Es difícil, a mi juicio, encontrar las palabras para describir la naturaleza brutal del caso», prosiguió el juez Boreham, y añadió que el destripador había inducido al terror a toda una población. Sutcliffe se marchó entonces de su banquillo de acusado y, aún aturdido, comenzó a bajar pesadamente las escaleras que llevan a su celda, escoltado por seis policías.
A la salida, John Sutcliffe, el padre del condenado, declaró que nunca había sabido nada de estas horribles actividades de su hijo, mientras conversaba con los familiares de las víctimas que allí se encontraban, entre ellos, la madre de Jacqueline Hill, la última víctima del destripador. Eireen MacDonald, madre de una asesinada de dieciséis años, no pudo contener sus lágrimas al oír al jurado pronunciar el nombre de su hija.
Comienza otra historia
Aunque el caso está cerrado, ahora comienza la historia de este criminal y sus circunstancias. Ayer .se supo, por ejemplo, que la policía le había interrogado nueve veces antes de detenerle, por casualidad, el pasado 2 de enero. La Prensa amarilla británica ya tiene preparadas entrevistas y declaraciones de familiares y amigos del asesino y de las víctimas. El Daily Star, por sólo citar un caso, le ha pagado más de 750.000 pesetas a Olivia Reivees, la prostituta con la que se encontraba el destripador cuando fue detenido.
«Le amo todavía y permaneceré siempre a su lado», ha declarado a un periódico de Yorkshire la esposa de Sutcliffe, Sonia. Tanto para la mujer del destripador, con la que éste mantenía una relación satisfactoria, como para los padres de Sutcliffe resulta inexplicable la doble vida que había conseguido mantener el asesino condenado a cadena perpetua.
Jim Hobson, el jefe de policía que dirigió las operaciones finales que desembocaron en la captura del maníaco, estaba ayer radiante.
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