Dámaso González se perdió después de salir a hombros
Dárnaso González se perdió ayer a la salida de los toros. Es lo que pasa por salir a hombros por la puerta grande. La cuadrilla, despistada, llegó a pensar que lo habían secuestrado -"En estos tiempos, nunca se sabe"-. Dámaso se fue al hotel en taxi, que, por cierto, le salió gratis. No llevaba dinero encima y el taxista, buen aficionado a los toros, le invitó.Antes de llegar a la plaza, Dámaso González tenía miedo, no por los toros, sino por la responsabilidad de torear en San Isidro. Y al final, el triunfo. «Lo único que intenté fue dar todos los pases posibles; tuve suerte, porque la corrida salió buena y de nuevo corté orejas en Madrid». El día 29 volverá a intentarlo de nuevo. En el paréntesis, el domingo en Valencia y el martes en Córdoba.
El que no tendrá más oportunidades en esta feria será Paquirri. «Me voy descontento porque las corridas no han embestido. Y el público estaba conmigo, deseando que me saliera un toro de treinta pases». Paquirri tuvo en Sevilla una cogida impresionante al recibir a porta gayola. Ayer intentó de nuevo la suerte: «Me escapé de milagro; el toro llevaba peligro, era difícil, como luego se demostró en la muleta; por eso no banderilleé. Pero yo me la seguiré jugando, porque el público paga y quiere ver al Paquirri de siempre». Oportunidad tendrán de ello. Aún le quedan al diestro setenta corridas este año.
Rafael de Paula se quejó de sus toros: «Sólo el quinto y sexto de la tarde fueron buenos, Yo sólo puedo torear cuando el ganado embiste, porque mi toreo es de concepción artística y dependo de las condiciones del toro. Qué cierto es lo de cría fama y échate a dormir, porque las broncas, propiciadas por la masa, se suceden. Y digo yo que para ver toros hay que ser capaz de conocerlos, de entenderlos y de comprender que si no embisten, como pasó en el primero de Paquirri, por ejemplo, que no siempre me sucede a mí, no puedo practicar el toreo de mis características».
Y la corrida de ayer batió el récord de expectación en esta feria. Hasta en la reventa fue difícil comprar localidades, a no ser que fueran barreras y contrabarreras. Las entradas baratas se revendieron a mil pesetas y poco antes de la corrida se ofrecía hasta el doble de esta cantidad. Las caras tenían precios desorbitados.