Después
de los recientes sucesos criminales que ya han colmado la última gota de paciencia de una gran parte, de pacíficos españoles que. cada día con más desencanto vemos cómo se nos escapa la paz y la libertad con que todos soñábamos, protesto en la forma más eficaz que tengo a mano: jamás volveré a las urnas mientras esté abolida la pena de muerte para los criminales.Lo juré hace días ante un charco de sangre en la calle del Conde de Peñalver, y por lo que he podido oír esta determinación se está generalizando.
Los trescientos muertos por el terrorismo que cayeron en los últimos.años pagaron impuestos y una parte de éstos pasaron a las nóminas del Congreso de los Diputados y del Senado, mientras sus señorías anulaban la pena de muerte para sus asesinos.
iCuántos asesinos declarados por los tribunales viven tranquilamente en las cárceles esperando la próxima amnistía, mientras los pacíficos ciudadanos vivimos bajo el terror de las metralletas y las bombas, sin saber si volveremos a casa a la hora de la comida./
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