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Reportaje:Un polvorín llamado Andalucía/ 2

De la Mano Negra al sindicalismo del hambre

La sombra de la Mano Negra, esa hermandad secreta y justiciera del pasado siglo, se cierne sobre las plazas de los pueblos andaluces, recorre los cortijos, se detiene sobre los campos de toros bravos, salta hasta las tabernas y, alguien recuerda en voz baja lo que oyó contar a sus abuelos, que a su vez lo habían recogido de los suyos. El ajusticiamiento de aquel señorito que se empeñó en forzar a la hija del jornalero. La concentración de 8.000 jornaleros en Jerez. El carácter de secta de la Mano Negra. Los movimientos campesinos en Andalucía por la tierra, por esa tierra en manos de tan pocos.«Y es que» dice Gonzalo Sánchez, fundador del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), «los jornaleros, por esencia, somos anarquistas de corazón».

No es extraño, por tanto, que a un periodista que apareció por un pueblo andaluz preguntando «por los del SOC» le rectificaran y le enviaran «a donde los anarquistas». El, movimiento campesino andaluz está íntimamente ligado al movimiento libertario. Aun hoy. Los sindicatos de corte europeo, de concepción europea y moderna, se las ven y se las desean para tratar de imponer acciones de este estilo en el campo andaluz.La afiliación prácticamente no existe. O al menos es una afiliación muy diferente de la que se da en sectores industriales. Se es de un movimiento, no de un sindicato, y se responde a las convocatorias en tanto en cuanto te llegan o no te llegan al corazón o al estómago.

Y el SOC, el sindicato que, probablemente, mejor ha recogido toda la tradición, lo sabe. «En el año .1980, nuestros afiliados sumaban unos 30.000. Pero eso es lo de menos », asegura Gonzalo Sánchez, jornalero desde los diez años y uno de sus principales promotores». Lo importante es que nuestras convocatorias son seguidas por grandes masas. Porque tenernos razón y porque nos sobra justicia ».

Las convocatorias del SOC, esas ocupaciones de fincas, las huelgas de hambre, los encierros, las asambleas multitudinarias al grito de Tierra y libertad, el mismo que diera otro jornalero en México, Emiliano Zapata, encuentran un eco sorprendente entre los campesinos andaluces. Los líderes del SOC, que pueden contarse con los dedos de una mano y sobran dedos, tienen el poder que otros sindicatos con mejores y más numerosos cuadros no tienen.

«Pero es que nosotros», dice Antonio Romero, de Comisiones Obreras, «no podemos hacer ese tipo de sindicalismo. Nosotros estamos luchando por un sindicalismo civilizado y dialogante, de corte europeo («entre comillas», matiza) y no podemos lanzarnos a acciones como las del SOC. Nuestro camino es otro».

Para entender la fuerza del SOC hay que remontarse al siglo pasado, a los jornaleros de Pozoblanco, que en 1873 cuestionaban la propiedad sagrada de la tierra porque «ellos, que sembraban, escardaban, segaban y sacaban el grano, se consideraban con mayor derecho que los que, con un dinero mal adquirido, les pagan un salario mezquino con el que no tienen para lo necesario». Y remontándose más atrás, hasta 1840, cuando los jornaleros de Casabermeja, en la provincia de Málaga, ocupan 1.300 fanegas de tierra; hasta el motín de El Arahal, en 1875, y los fusilamientos de sus impulsores; hasta la huelga agraria de Jerez, en 1873; hasta las ocupaciones de fincas de los fugaces años de la II República. Habría que remontarse a la posguerra, a los duros años de represión y miedo.

«Yo me acuerdo», dice Gonzalo Sánchez, «que mí padre me contaba del fusilamiento de los maestroescuela, los que habían enseñado a los campesinos a leer y a escribir, los que les habían enseñado el derecho al trabajo y a la tierra».

Y cuenta Gonzalo Sánchez, ahora sentado en el despacho pequeño y luminoso del Ayuntamiento de Lebrija. donde es teniente de alcalde, aquella vez, en el año 1947, en que su padre fue obligado a permanecer firme mientras sonaban las campanas. En aquella ocasión no le sirvió el meterse por calles apartadas para no encontrarse con los falangistas que obligabán a saludar brazo en alto. «Yo era un niño entonces, pero no se me olvidará la imagen de mi padre, obligado a ponerse firme, con el brazo en alto».

La idea justiciera

Los jornaleros andaluces no han olvidado lo que, constituye su pasado, ni lo que han vivido, ni lo que se ha transmitido de padres a hijos. La idea justiciera de la Mano Negra, los sucesos de Casas Viejas, las huelgas de Jerez, la represión de los años de posguerra. Esa tradición común que hoy, en 1981, les lleva a ocupar tierras, a encerrarse, a realizar huelgas de hambre. « Ibamos a reunirnos, por la noche, debajo de un olivo. Allí hablábamos de lo que pasaba», cuenta un viejo militante en un bar de Osuna. «Preparábamos las acciones, establecíamos los sistemas de ayuda, leíamos el periódico a la luz de algún candil».

Porque, además, el pueblo andaluz tiene hambre de cultura. Lo dice ese hombre que se nos acerca y nos pregunta en voz baja si «son ustedes letrados»: «Aquí no nos llega casi ningún periódico. Pero cuando cae uno en nuestras manos lo compramos entre varios y lo leemos en voz alta, porque alguno no sabe leer. Muchos no saben leer, porque los niños, en cuanto tienen diez años, son llevados a la primera recolección, a la rebusca, a buscarse el pan».

Y porque hay problemas de escolaridad. Porque, como asegura Antonio Torres, alcalde de Lebrija, «no disponemos de los maestros suficientes. Al año que viene tendremos que doblar las clases. Es decir, que unos niños vayan por la mañana y otros por la tarde ».

Y en este contexto se mueve el SOC. Para Gonzalo Sánchez, el Sindicato de Obreros del Campo nace en 1976 y su antecedente más inmediato son las Comisiones de Jornaleros, creadas en la primavera de 1975. «Pero ya antes existían núcleos organizados», asegura. «En la década de los sesenta crece el movimiento campesino en Andalucía».

Las huelgas del año 1%8 en el marco de Jerez fueron, según sus palabras, de las más importantes. El paro se prolongó durante 68 días Se pedía un convenio colectivo que no existía. Fue entonces cuando Domecq, a través de una revista, dijo aquello del «cinturón rojo de Jerez».

«Costó», cuenta Gonzalo, «mucho trabajo y mucho esfuerzo. Se pasó hambre y se intentó traer a jornaleros de otras regiones españolas; A algunos les convencíamos y se marchaban cuando se daban cuenta de que estaban haciendo de esquiroles». A otros hubo que convencerles, como a los vendimiadores de Logroño, a los que se les mandó a casa por el expeditivo sistema de arrojar en la casa donde dormían una botella de gasolina.

Recuerda que hubo una caída de líderes jornaleros por culpa ede un dinero que había llegado para los huelguistas. «Cayeron muchos», dice. «Pero a mí me avisaron y me escapé al coto de Doñana, donde estuve oculto hasta que las cosas se calmaron».

Hasta el mismo Solís tuvo que intervenir. «,Vino a hablar a los rojillos, como él decía, y se firmó el convenio». Hoy, el convenio más alto de la viticultura es el del marco de Jerez. Aunque entonces hubo que renunciar a muchas -cosas y se sacaron otras. «Conseguimos», recuerda con cierta sorna, «dos días de permiso por bautizo. Domecq decía que cómo siendo rojos pedíamos fiesta para una cosa tan religiosa. Pero nosotros le contestábamos que era distinto, que alguno no creía en Dios, pero creía en lo del bautizo para no dejar moros a sus hijos».

Las movilizaciones de 1968 y las que siguieron a aquéllas les hicieron plantearse la necesidad de organizarse. «Nos convencimos de que había que acabar con el paro. Era en lo que todos estábamos de acuerdo, y la única forma válida era a través de una reforma agraria».

En 1975, dando las últimas boqueadas el régimen franquista, se hace un llamamiento a los jornaleros para su organización con el fin de exigir la entrega de tierras mal cultivadas. Los mismos líderes recorren los pueblos explicando y difundiendo sus ideas.

«Nos reuníamos en cualquier parte, siempre a escondidas, de noche, hablando a hombres que no sabíamos cómo nos iban a responder, hombres que, en algún caso, pertenecían al mismo sindicato vertical, pero que sabíamos honrados y con ganas de mejorar las condiciones del pueblo andaluz». Nacen así las Comisiones de Jornaleros, vinculadas estrechamente a CC OO. «Y en 1976", dice Gonzalo, «en el congreso de Barcelona, vimos que CC-OO se estaba desviando. Que sus planteamientos eran válidos para la industria y otros sectores, pero no para el campo».

Hacia el sindicalismo de los jornaleros

Había que buscar una alternativa. El mismo Gonzalo defiende en el primer día de agosto de 1976 la necesidad de construir el sindicato de jornaleros. En diciembre de ese mismo año se celebra en Sevilla la primera conferencia del SOC. Entre estas dos fechas -se produce la detención de Francisco Casero, secretario general del SOC, se imponen multas y el sin dicato inicia -una serie de acciones como la de El Coronil, en la que, son detenidos varios dirigentes jornaleros y se produce la intervención de la Guardia Civil para disolver la concentración de trabajadores en la plaza del pueblo.

El 12 de noviembre se producen los primeros encierros en unos treinta pueblos andaluces. Encierros que, cada vez más, empiezan a ser la tónica general del campesinado. Precisamente, el invierno de 1976 se presenta duro y el paro aumenta en forma geométrica.

Las reivindicaciones a largo plazo son postergadas por la urgencia de resolver el problema más acuciante. El SOC se centra en la exigencia de extender el empleo comunitario y buscar medidas estructurales que impidan el crecimiento del desempleo.

Desde entonces, las ocupaciones de fincas -no siempre propiciadas por el SOC-, los encierros y huelgas de hambre se han venido repitiendo periódicamente en el campo andaluz, a la espera de que se adopten soluciones concretas, soluciones para acabar con el hambre.

Un capítulo oscuro del movimiento obrero

La Mano Negra es, como dice Díaz del Moral en su Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, uno de los capítulos más oscuros del movimiento obrero. Lo que es seguro es que, además de la famosa- Mano Negra, existieron otras sectas y sociedades secretas que, entre otros objetivos, buscaban la defensa de los jornaleros en los últimos años del siglo XIX.Sánchez Jiménez (El movimiento obrero y sus orígenes en Andalucía. Madrid, 1967) cita la Sociedad de Pobres Honrados contra los Ricos Tiranos, cercana y «quizá unida a la Mano Negra», cuyos asociados eran glosados incluso en coplas, como la que decía: «Todas las niñas bonitas./ tienen en casa un letrero / con letras de oro que dicen / por un asociado muero».

Aunque la Mano Negra fue calificada oficialmente por los anarquistas como de invento de la burguesía para ahogar el movimiento obrero y justificar las represiones que se ejercieron contra los campesinos, parece probable que sus acciones en numerosas ocasiones, iban dirigidas hacia la aplicación de una justicia popular del «ojo por ojo y diente por diente». Y ese es el recuerdo que de la sociedad secreta aún permanece en algunos puntos de Andalucía.

El mismo Díaz del Moral señala que a la sombra de la Mano Negra «se cometieron delitos comunes en los que ella no tomó parte». En cualquier caso, el movimiento obrero andaluz se vio obligado a mantener en aquellos años una actitud cerrada y cautelosa que le llevó, en ocasiones, a buscar el asociacionismo secreto como fórmula de supervivencia, y que los poderes públicos encontraran en ello la justificación para sus acciones de represión.

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