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Entrevista:

"El pluralismo religioso en la escuela es un factor educativo valiosísimo

La reciente publicación en el Boletín Oficial del Estado de los programas para la enseñanza de la religión judía en la EGB representa un hecho singular en la historia del sistema educativo español. Los programas han sido establecidos por la Federación de Comunidades Israelitas de España. Su portavoz, Samuel Toledano, califica el hecho como una «significativa ruptura con una tradición secular de intolerancia religiosa».

Pregunta. ¿Cómo valora usted la sanción oficial de los programas para la enseñanza de la religión judía en la escuela?Respuesta. Esta disposición ministerial no es otra cosa que el desarrollo práctico de la ley de Libertad Religiosa, de julio de 1980, que, entre otras cosas, dejaba bien claro que ninguna religión tendría carácter estatal. Por otra parte, significa llevar hasta sus últimas consecuencias la filosofía de nuestra Constitución, que reconoce el hecho religioso como un hecho social digno del máximo respeto.

La valoración de este hecho, que no debe ser considerado como algo excepcional o aislado en el contexto de nuestro actual ordenamiento constitucional, tiene que ser positiva a la fuerza, por cuanto supone la ruptura definitiva con una tradición de siglos, durante los cuales el catolicismo era la religión del Estado.

P. ¿Cómo va a impartirse la enseñanza de la religión judía, teniendo en cuenta el escaso número de miembros que componen las diversas comunidades israelitas dispersas por toda España?

R. Hemos estudiado con las autoridades educativas las diversas fórmulas técnicas que podrían arbitrarse en función de las necesidades: desde el recurso a los procedimientos técnicos de la enseñanza a distancia hasta la concentración de alumnos de distintos centros en uno solo y en unos días y horas determinados.

P. ¿Cuántos miembros componen las comunidades españolas?

R. Las once comunidades existentes están compuestas por unas 12.000 personas. Las más numerosas son las de Madrid y Barcelona, con una población de 3.000 a 3.500 en cada una de ellas. A continuación están las comunidades de Málaga, compuesta por unas 1.200 personas, y las de Ceuta y Melilla, con ochocientas.

P. ¿Cuántos niños de estas comunidades se encuentran en edad escolar?

R. No dispongo en estos momentos de los datos relativos a toda España, pero en Madrid, por ejemplo, hay unos 450 escolares de EGB. De ellos, 160 estudian en nuestro propio colegio, en el que se imparten las enseñanzas de todos los cursos de EGB. Hay otros centros, incompletos en algún caso, dependientes de las comunidades de las otras cuatro ciudades de que hablábamos antes.

P. Hay quien piensa, incluso en importantes sectores de opinión de la comunidad católica, que la religión no tiene por qué enseñarse en la escuela.

R. Personalmente, pienso que uno de los objetivos fundamentales de la enseñanza es la formación de la personalidad. Creo que la enseñanza religiosa es un elemento muy importante para la consecución de ese objetivo, por lo que no tiene demasiado sentido prescindir de ella. Otra cosa muy diferente es que desde la escuela se propicie la coacción religiosa, tal y como ha estado sucediendo en el pasado.

P. Los que se oponen a la enseñanza religiosa en la escuela suelen argumentar que la religión pertenece a la esfera de la intimidad de las personas, y que es en ese ámbito exclusivo de la familia y de las propias comunidades e iglesias donde debería situarse la enseñanza y la catequesis religiosas.

R. Yo comprendo y respeto la opinión de quienes piensan que la religión es materia exclusiva de los templos y de la familia. No olvide que la nuestra es una religión en la que la tradición familiar tiene una enorme importancia. Piense, por ejemplo, que los ritos familiares de la Pascua judía tiene mayor importancia aún que el rito sinagogal.

No obstante, en el fenómeno religioso hay un componente cultural, aparte de las creencias. Incluso los aspectos rituales o litúrgicos participan de esa entidad cultural. Sólo una enseñanza sistemática de la religión, impartida por especialistas, puede abarcar con el rigor necesario esa dimensión cultural que poseen todas las religiones. No todos los padres poseen la preparación necesaria, y es lógico que la gran mayoría deposite cierta responsabilidad en el sistema educativo, que, en definitiva, está al servicio de todos los individuos del Estado.

P. El problema se produce cuando no se hace la necesaria distinción entre enseñanza y catequización, ¿no le parece?

R. Tal vez, pero a mí me parece que todo este problema se ha dramatizado en exceso en España, como consecuencia lógica de la deformación que produce una tradición de intolerancia. Esta tradición no puede llevarnos ahora al extremo de negar el valor cultural del hecho religioso. Creo que no se puede tener una cultura completa si se deja voluntariamente de lado todo lo que este hecho representa en sí mismo.

P. Está, por otro lado, la polémica entre el pluralismo interno de la escuela o la conveniencia de un sistema escolar que oferte diferentes opciones. ¿Cuál es su opinión al respecto?

R. Como es lógico, yo he estado muy atento a la polémica a la que usted se refiere, sobre todo cuando se discutía el Estatuto de Centros Escolares. Yo, personalmente, creo que, desde el punto de vista de la convivencia, el hecho de que en un colegio convivan niños no religiosos, cuyos padres, a tenor de la legislación actual, han elegido para ellos las clases de ética, con otros que profesan y estudian la religión católica, la de las iglesias evangélicas y la judía, contribuye a que la pluralidad religiosa y la arreligiosidad entren dentro de las costumbres y se acepten por el niño como un hecho natural.

P. ¿Quiere esto decir que usted se inclina por la pluralidad interna de cada centro frente a la existencia de centros confesionales?

R. No excluyo en modo alguno la existencia de centros confesionales donde se imparte exclusivamente una determinada religión. Nosotros mismos tenemos uno aquí, en Madrid, como ya le he dicho, en el que precisamente no todos los alumnos profesan la religión judía. Pero tanto este como los escasos colegios judíos existentes en España surgieron corno una necesidad para contrarrestar aquella intolerancia del pasado. Insisto en que lo ideal es la existencia de centros pluralistas, porque el pluralismo en el terreno de las ideas es un valor educativo en sí mismo y la base para una sociedad tolerante y profundamente democrática.

P. ¿Qué ha aportado, a su juicio, la ley de Libertad Religiosa en este terreno de la tolerancia?

R. Me gustaría, antes que nada, subrayar un hecho en el que no se repara suficientemente. Me refiero a la evolución sorprendentemente rápida de las ideas. En este sentido, es absolutamente cierto que las leyes suelen innovar muy poco, que van siempre por detrás de las ideas. No puedo olvidar el discurso que pronunció el ex ministro Oriol cuando presentó en las Cortes su proyecto de ley de libertad religiosa de 1967. Fue un discurso medieval, que a mí me recordaba la época de Torquemada. Parecía que, en vez de estar defendiendo una ley de libertad religiosa, estuviese defendiendo una ley de represión de la libertad religiosa. Le cuento todo esto porque aquella ley tan tímida, y presentada por un ministro que no era un modelo de tolerancia, fue incluso endurecida por las Cortes, cuyos procuradores introdujeron considerables recortes, lo que no era muy frecuente en aquella época. También es verdad que su aplicación práctica fue más progresista que lo que su letra determinaba. La ley de 1980, que a mí me parece una de las más modernas en su género internacionalmente, responde a una concepción muy distinta de las cosas. Eso demuestra que las ideas han progresado, que vamos, felizmente, hacia una educación en la tolerancia, que empezamos a desposeernos de extremismos y que empezamos a entrar en una etapa de moderación, conscientes de que eso es lo mejor para nuestros hijos.

P. ¿Cómo va a impartirse la enseñanza de la religión judía, teniendo en cuenta el escaso número de miembros que componen las diversas comunidades israelitas dispersas por toda España?

R. Hemos estudiado con las autoridades educativas las diversas fórmulas técnicas que podrían arbitrarse en función de las necesidades: desde el recurso a los procedimientos técnicos de la enseñanza a distancia hasta la concentración de alumnos de distintos centros en uno solo y en unos días y horas determinados.

P. ¿Cuántos miembros componen las comunidades españolas?

R. Las once comunidades existentes están compuestas por unas 12.000 personas. Las más numerosas son las de Madrid y Barcelona, con una población de 3.000 a 3.500 en cada una de ellas. A continuación están las comunidades de Málaga, compuesta por unas 1.200 personas, y las de Ceuta y Melilla, con ochocientas.

P. ¿Cuántos niños de estas comunidades se encuentran en edad escolar?

R. No dispongo en estos momentos de los datos relativos a toda España, pero en Madrid, por ejemplo, hay unos 450 escolares de EGB. De ellos, 160 estudian en nuestro propio colegio, en el que se imparten las enseñanzas de todos los cursos de EGB. Hay otros centros, incompletos en algún caso, dependientes de las comunidades de las otras cuatro ciudades de que hablábamos antes.

P. Hay quien piensa, incluso en importantes sectores de opinión de la comunidad católica, que la religión no tiene por qué enseñarse en la escuela.

R. Personalmente, pienso que uno de los objetivos fundamentales de la enseñanza es la formación de la personalidad. Creo que la enseñanza religiosa es un elemento muy importante para la consecución de ese objetivo, por lo que no tiene demasiado sentido prescindir de ella. Otra cosa muy diferente es que desde la escuela se propicie la coacción religiosa, tal y como ha estado sucediendo en el pasado.

P. Los que se oponen a la enseñanza religiosa en la escuela suelen argumentar que la religión pertenece a la esfera de la intimidad de las personas, y que es en ese ámbito exclusivo de la familia y de las propias comunidades e iglesias donde debería situarse la enseñanza y la catequesis religiosas.

R. Yo comprendo y respeto la opinión de quienes piensan que la religión es materia exclusiva de los templos y de la familia. No olvide que la nuestra es una religión en la que la tradición familiar tiene una enorme importancia. Piense, por ejemplo, que los ritos familiares de la Pascua judía tiene mayor importancia aún que el rito sinagogal.

No obstante, en el fenómeno religioso hay un componente cultural, aparte de las creencias. Incluso los aspectos rituales o litúrgicos participan de esa entidad cultural. Sólo una enseñanza sistemática de la religión, impartida por especialistas, puede abarcar con el rigor necesario esa dimensión cultural que poseen todas las religiones. No todos los padres poseen la preparación necesaria, y es lógico que la gran mayoría deposite cierta responsabilidad en el sistema educativo, que, en definitiva, está al servicio de todos los individuos del Estado.

P. El problema se produce cuando no se hace la necesaria distinción entre enseñanza y catequización, ¿no le parece?

R. Tal vez, pero a mí me parece que todo este problema se ha dramatizado en exceso en España, como consecuencia lógica de la deformación que produce una tradición de intolerancia. Esta tradición no puede llevarnos ahora al extremo de negar el valor cultural del hecho religioso. Creo que no se puede tener una cultura completa si se deja voluntariamente de lado todo lo que este hecho representa en sí mismo.

P. Está, por otro lado, la polémica entre el pluralismo interno de la escuela o la conveniencia de un sistema escolar que oferte diferentes opciones. ¿Cuál es su opinión al respecto?

R. Como es lógico, yo he estado muy atento a la polémica a la que usted se refiere, sobre todo cuando se discutía el Estatuto de Centros Escolares. Yo, personalmente, creo que, desde el punto de vista de la convivencia, el hecho de que en un colegio convivan niños no religiosos, cuyos padres, a tenor de la legislación actual, han elegido para ellos las clases de ética, con otros que profesan y estudian la religión católica, la de las iglesias evangélicas y la judía, contribuye a que la pluralidad religiosa y la arreligiosidad entren dentro de las costumbres y se acepten por el niño como un hecho natural.

P. ¿Quiere esto decir que usted se inclina por la pluralidad interna de cada centro frente a la existencia de centros confesionales?

R. No excluyo en modo alguno la existencia de centros confesionales donde se imparte exclusivamente una determinada religión. Nosotros mismos tenemos uno aquí, en Madrid, como ya le he dicho, en el que precisamente no todos los alumnos profesan la religión judía. Pero tanto este como los escasos colegios judíos existentes en España surgieron corno una necesidad para contrarrestar aquella intolerancia del pasado. Insisto en que lo ideal es la existencia de centros pluralistas, porque el pluralismo en el terreno de las ideas es un valor educativo en sí mismo y la base para una sociedad tolerante y profundamente democrática.

P. ¿Qué ha aportado, a su juicio, la ley de Libertad Religiosa en este terreno de la tolerancia?

R. Me gustaría, antes que nada, subrayar un hecho en el que no se repara suficientemente. Me refiero a la evolución sorprendentemente rápida de las ideas. En este sentido, es absolutamente cierto que las leyes suelen innovar muy poco, que van siempre por detrás de las ideas. No puedo olvidar el discurso que pronunció el ex ministro Oriol cuando presentó en las Cortes su proyecto de ley de libertad religiosa de 1967. Fue un discurso medieval, que a mí me recordaba la época de Torquemada. Parecía que, en vez de estar defendiendo una ley de libertad religiosa, estuviese defendiendo una ley de represión de la libertad religiosa. Le cuento todo esto porque aquella ley tan tímida, y presentada por un ministro que no era un modelo de tolerancia, fue incluso endurecida por las Cortes, cuyos procuradores introdujeron considerables recortes, lo que no era muy frecuente en aquella época. También es verdad que su aplicación práctica fue más progresista que lo que su letra determinaba. La ley de 1980, que a mí me parece una de las más modernas en su género internacionalmente, responde a una concepción muy distinta de las cosas. Eso demuestra que las ideas han progresado, que vamos, felizmente, hacia una educación en la tolerancia, que empezamos a desposeernos de extremismos y que empezamos a entrar en una etapa de moderación, conscientes de que eso es lo mejor para nuestros hijos.

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