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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La muerte de un diputado

Sorprendido por lo superficial de las noticias que en estos días se publican en la Prensa española, sobre los acontecimientos que se están sucediendo en Irlanda del Norte, quisiera hacer algunas puntualizaciones.En todos los artículos que llevo leídos en distintos periódicos, incluido EL PAIS, no he observado nada que haga mención al derecho que tienen todos los irlandeses, incluida la República de Irlanda, a decidir su propio futuro y resolver sus propios problemas sin la injerencia extranjera. Partiendo de la base de que la partición de la isla es absolutamente artificial y arbitraria y contraria al derecho común fue impuesta bajo amenazas y por la «razón» de las armas por parte de Inglaterra, resulta cuando menos sorprendente el que se quiera dar la impresión de que los verdaderos irlandeses, que son los católicos, son un puñado de fanáticos terroristas en el norte de Irlanda, que no Irlanda del Norte, cuando la realidad, y los hechos lo demuestran, es más bien lo contrario.

Cualquiera que esté medianamente informado de la tortuosa historia de Irlanda, especialmente sobre el período de ocupación inglesa que duró muchos siglos, podrá comprender mejor la actitud de los republicanos en el Ulster y el origen de los conflictos que ocurren en dicha provincia irlandesa. El problema de Irlanda del Norte no es ni mucho menos nuevo y, desde luego, la ocupación de la provincia por parte del Ejército británico no ha contribuido en absoluto a disipar la raíz del problema, más bien ha dado pie a los temores de la población católica para que desconfien, cada vez más, de la protección que les pueda ofrecer el Ejército inglés.

Bobby Sand, que ha muerto en la prisión de Belfast, fue el portavoz, hace unos meses, de varios republicanos en huelga de hambre en la misma prisión, alguno de los cuales llegó a estar al borde de la muerte, y fue precisamente por la intervención de Sands que depusieron su actitud en base a las promesas que Sands había obtenido de las autoridades inglesas respecto a las condiciones de los republicanos en la prisión. Más tarde, cuando Sands se dio cuenta de que las autoridades de la prisión no cumplían lo pactado, decidió ir a la huelga de hambre por considerar que había traicionado a sus compañeros.

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No parece, por tanto, creíble que el IRA o el Sinn Fein deseasen la muerte de Sands, pues de haberlo querido podrían haber capitalizado mucho antes la muerte de algún que otro prisionero republicano.

Desde luego, cuando un prisionero llega a los límites de la agonía y la muerte en una prisión situada en un territorio dominado por un país con una gran tradición democrática y respetuoso con los derechos humanos, resulta obvio pensar que algo no funciona en el engranaje democrático de un país que pretende haber servido de modelo a otras naciones de reciente formación./

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