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"Un régimen como el que pretendían los golpistas sería una catástrofe", según Cebrián

Un régimen como el que deseaban los golpistas del 23 de febrero constituiría una catástrofe y empujaría a España a una situación de enorme inestabilidad, capaz de contagiarse a Italia y Portugal, y que debilitaría la posición del flanco sur de Europa frente a las grandes potencias. Esta fue la conclusión que expuso Juan Luis Cebrián, director de EL PAIS, en una conferencia pronunciada en San Sebastián sobre La democracia, amenazada, como parte del programa de las Jornadas de Psicosociología, organizadas por la Caja de Ahorros Provincial.

Cebrián precisó que a una situación como la imaginada por los golpistas podría llegarse por una nueva intentona o por el miedo de la clase política.«Nuestro sistema de libertades se encuentra herido de gravedad», afirmó el conferenciante, «y sólo a partir del entendimiento de este dato podemos empezar a recuperarnos». Cebrián reconoció que se producen en España hechos comunes al área occidental, como la crisis del sistema parlamentario, la agitación terrorista o el empobrecimiento de las poblaciones. «En nuestro país no existe una ruptura social que justifique la apelación al Ejército. Más bien hay un enfrentamiento entre la sociedad y el aparato del Estado. La primera es mucho más moderna y avanzada de lo que las leyes reconocen».

Cebrián se detuvo en el análisis de las instituciones políticas y el comportamiento de los dirigentes. Subrayó que si en todo el mundo el envejecimiento del sistema parlamentario cuestiona la teoría tradicional de la división de poderes, en España el Legislativo es cada vez más una emanación pura y simple del Ejecutivo, y no un organismo de control. Se refirió a la rigidez creciente de la estructura parlamentaria, debida al monopolio de representación de los grupos por los portavoces respectivos, los pactos fuera del hemiciclo, el procedimiento de listas cerradas y bloqueadas, que permite a los aparatos de los partidos imponer candidatos al elector, y la confusión de la oposición en las responsabilidades del Gobierno so motivo de la llamada razón de Estado.

«Lo más grave es que esta situación acaba por considerarse intocable», añadió, «y se confunde la crítica con la desestabilización. La estabilidad democrática reside también en la capacidad de protesta frente al poder». Por eso «resulta literalmente incomprensible que para defender la libertad se amenace a las libertades por medio de leyes como la llamada de Defensa de la Constitución, más dura en algunos aspectos que las utilizadas por el propio Franco para cerrar periódicos o impedir su publicación».

Cebrián hizo referencia al terrorismo, y señaló que en España su único foco real de importancia está ligado a la reivindicación autonomista y nacionalista en Euskadi. «Siendo grave y terrible el fenómeno, no hay que perder de vista que detrás de él late el estupor de la clase política ante la construcción del Estado de las autonomías. El Gobierno Suárez difundió el problema, que al final pagaremos todos, a regiones donde no existía, con objeto de eludir una solución a las demandas de Euskadi y Cataluña». El conferenciante calificó el de las autonomías como «problema en que tropiezan todos, Gobierno y oposición, en vez de afrontarlas como una posibilidad de difusión del poder».

Más adelante aludió a la reacción conservadora que se registra en todo el mundo occidental, «como si los que tienen el poder pensaran que los ciudadanos hemos ido demasiado lejos», y al progreso consiguiente de la idea de que más vale vivir seguro que libre. A esta situación habría que unir en España los efectos de la intentona golpista. «El Congreso parece como si permaneciera dominado por el miedo, y sólo así se explica que haya eludido su responsabilidad de investigar el golpe por medio de una comisión de encuesta; los partidos políticos y centrales sindicales dejan a la sociedad inerme, desmovilizando la opinión pública después de la reacción popular masiva del 27 de febrero. La situación actual, la amenaza que se cierne sobre el régimen democrático, procede, sobre todo, de esa abdicación de las instituciones y de las fuerzas democráticas, que han dejado en solitario a la persona del Rey como único garante del sistema».

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