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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Reflexiones durante una huelga de hambre

Han pasado treinta días de huelga de hambre, desde el pasado 30 de marzo, junto con otros compañeros de Villamartín y con la compañía a distancia de muchos andaluces, sea también en huelga de hambre, encierros, actitudes de pueblos enteros o bien mediante adhesiones de incontables llamadas telefónicas, telegramas y cartas. Durante las largas horas de hambre, y a veces insomnio, ha habido tiempo para pensar y dialogar con mis compañeros, y quisiera ahora, antes de que quizá nos sea imposible físicamente, manifestar algunas reflexiones con la serenidad, o puede que con la debilidad física, producida por las circunstancias.Desde un punto de vista efectivo, la huelga de hambre requiere una mayor duración, por cuanto, a diferencia de otras, las repercusiones directas actúan principalmente sobre los mismos autores, y por ello su mantenimiento es más difícil y aumenta el riesgo de la inefectividad. Por ello habrá que preguntarse el porqué de nuestra actitud. Cuando una parte del pueblo andaluz está pasando ya hambre física (y diarios como Abc o Ya, nada sospechosos de determinadas tendencias, así lo manifiestan), hoy distintas alternativas, si los que pueden y deben no solucionan el problema. La concienciación colectiva es fundamental, pero los afectados no suelen poseer sistemas de expresión adecuados ni, en caso contrario, disponen de medios de comunicación, sino que más bien algunos de ellos. ignoran sistemáticamente tales hechos. Por otro lado, la para algunos, obligada situación de hambre puede tener un cauce efectivo si se convierte en huelga de hambre durante algún tiempo. Sin duda es lamentable verse obligado a este modo de resistencia pasiva, pero, si conseguimos ser escuchados en nuestras peticiones, es preferible a cualquier otro tipo de acción.

Un ser carente de identidad

Esas peticiones ya han sido manifestadas en estos días; no obstante, hay que insistir en que además del paro y el hambre en el campo andaluz se está produciendo otro hecho sumamente grave. Porque, ¿qué es un trabajador sin trabajo durante tanto tiempo? Un ser carente de identidad profesional y de dignidad personal. Andalucía ha funcionado, y aún hoy, como una especie de colonia dentro del Estado, que la ha colocado en el papel de aprovisionadora de mano de obra barata y materias primas. Y algo más, a diferencia de otras situaciones coloniales, se ha intentado, y en parte conseguido, deformar o anular su habla, historia, cultura, auténtico folklore, etcétera, para dar contenido a lo español, cosa ésta a la que se presta y en la que colaboran algunos intelectuales andaluces con complejo de redentor de las «esencias españolas». Aún se pretende más: que el campesino andaluz acabe de perder su identidad como integrante de un pueblo (colocándolo siempre en la expectativa de la emigración temporal o definitiva) y de un estamento social (desidentificándolo como profesional, al no tener un trabajo continuo y regular). Así se intenta atacar en sus raíces al nacionalismo andaluz, a la vez que últimamente se anuncian medidas electorales y de representación parlamentaria discriminadoras para nuestro pueblo.

Más adelante veremos la justificación de nuestro interés por un poder andaluz; ahora sigamos con la situación actual. Por lo dicho más arriba, el mantenimiento indefinido del empleo comunitario puede ser muy perjudicial para el campesinado andaluz, y por ello sólo es válido como medida provisional y con fondos suficientes (no dos jornales a la semana con ingresos inferiores a 9.000 pesetas mensuales), utilizados correctamente para la creación de riqueza en nuestra tierra y no como solución definitiva. Los problemas andaluces (y no sólo del campo, sino también de las demás actividades, y en suma, afectando a la mayoría de nuestro pueblo) no son coyunturales (obviamente, un año de sequía como éste sí que requiere medidas adicionales), sino estructurales y muchos de ellos anclados secularmente, por lo que necesitan un tratamiento a fondo. Si no se hace así, el empleo comunitario y otras medidas coyunturales sólo permitirán malvivir con unas rentas de miseria, en espera de que se abran las puertas de la emigración hacia el extranjero u otros países del Estado. Esta salida (difícil además a corto y medio plazo, según opinión de autorizados economistas internacionales), continuación de la sangría que ha supuesto el éxodo en nuestra tierra, sólo podría intentar justificar si existiese más población de lo que los recursos permiten. Pero de sobra se sabe que no es ese el problema de Andalucía, que, siendo de las zonas más ricas del Estado, puede mantener ahora mucha más población de la que tiene, y cuenta con una gran potencialidad para la industrialización y un desarrollo general conveniente.

Potenciar la reforma agraria

Para conseguir todo eso hace falta, en primer lugar, un poder andaluz (no una mera descentralización) que tenga el peso adecuado a su extensión y población en el conjunto del Estado y pueda negociar, si es necesario, en pie de igualdad con otros Gobiernos. Desde este punto de vista, el Parlamento andaluz debe tener capacidad legal para impedir el trasvase de capital efectuado desde hace tiempo y aun hoy, potenciar la mejor explotación de la riqueza de nuestra tierra con una reforma agraria que resuelva los graves problemas estructurales. Asimismo, poner en marcha un verdadero desarrollo industrial (primero, para y posagrario y, después, de diversas actividades industriales, no sólo subsidiarias de la agricultura o de la transformación de sus productos), y no como hasta ahora, con acciones puntuales de fabricación aislada en las cadenas productivas, altamente contaminantes, caso de Huelva, por ejemplo, y con poca absorción de mano de obra. La formación profesional y el aumento de instrucción y formación general es imprescindible para tal empeño, así como una verdadera culturización andaluza del pueblo, no para insolidarizarse con los demás, cosa que, por otra parte, no está en el carácter andaluz, sino para encontrarnos con nuestra propia identidad y ponerla a disposición de aquellos pueblos que quieran conocerla como es.

Plan de urgencia para Andalucía

Las inversiones públicas, por su parte, han de atender a mejorar infraestructuras y servicios, tan necesarios en nuestro mundo rural y también urbano, como base del desarrollo adecuado general con el incremento de nivel económico, cultural, de bienestar, etcétera. En todo ello no se pueden olvidar los miles y miles de andaluces fuera de nuestra tierra, muchos de ellos deseosos del retorno, a lo que tienen derecho, pues el vivir en y con su pueblo dentro de una cultura propia es indudablemente uno de los derechos humanos inalíenables. Y ello, como dijimos, es posible desde una óptica de población-recursos en potencia.

De sobra sabemos que todas esas aspiraciones no se consiguen en dos días; pero el autogobierno y la concienciación popular son los dos elementos claves para salir del subdesarrollo y la dependencia. Mientras tanto, ¿por qué no se cumplen los proyectos y leyes ya aprobados? ¿Qué pasa con la ley de Fincas Manifiestamente Mejorables, que en dos años han mejorado algo así como doce hectáreas? ¿Qué ocurre con el Plan de Urgencia para Andalucía? La triste realidad es que se nos sigue engañando como siempre y seguiremos engañados, hasta que, como dice nuestro himno nacional, nos pongamos en pie y pidamos tierra y libertad. «¡Viva Andalucía libre!».

Francisco Casero es secretario general del Sindicato de Obreros del Campo.

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