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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El plomo: medio ambiente y grupos de población vulnerables

Una noticia aparecida en EL PAIS ha puesto sobre el tapete una problemática que, no por ser muy vieja, mantiene siempre una constante actualidad: la contaminación por plomo.En una zona de Madrid (Villaverde), a raíz de la denuncia de los vecinos sobre una probable contaminación de plomo en la zona, originada por las descargas industriales de la empresa Mesae, el Ayuntamiento y el Ministerio de Sanidad efectuaron una investigación. Los resultados, al parecer evidenciaron cifras algo elevadas de plomo, especialmente en un sector de la población infantil.

A pesar de ser, como ya hemos dicho, un tema muy viejo, bien vale la pena insistir con algunas consideraciones, partiendo de dos razones fundamentales:

1. El uso muy difundido de este metal. Junto con el cobre, el aluminio y el zinc, es uno de los cuatro metales no ferrosos más utilizados. Prácticamente no hay rama de la producción industrial donde este metal no se utilice.

2. El plomo es una sustancia tóxica que se acumula en el organismo. Por ser un elemento químico estable, no desaparece jamás del ambiente; por tanto, la contaminación por plomo es permanente. Ha sido demostrado que la magnitud de la acumulación de plomo en el curso de muchos años, como resultado de su uso irracionaly extensivo, significa un riesgo para la saludpública mucho más grave que cualquier otro contaminante químico. (Profesor D. Bryce-Smith.)

Hay otra razón que hace actual esta problemática: el deterioro creciente del medio ambiente provocado por la contaminación a partir de la actividad industrial, para la que no existen en el momento actual medidas efectivas que permitan su control y sañeamiento.

Volviendo sobre el tema del plomo, queremos ilustrarlo con algunos datos que demuestran cómo este metal amenaza no solamente la salud de los trabajadores expuestos, sino que también se infiltra en nuestra vida cotidiana; haremos hincapié además en aquellos grupos de población más vulnerables a los efectos tóxicos, en particular los niños.

Una cuota importante viene probablemente de los alimentos y, en particular, de los enlatados, sin olvidar la capacidad que tiene el plomo de depositarse tanto en los vegetales como en los tejidos animales. El agua puede constituir otra fuente de ingestión. Otras pueden ser utensilios de cocina, objetos de cerámica esmaltada (sobre todo si contienen líquidos acidulados, como, por ejemplo, vinagre), partículas de polvo atmosférico.

En el caso de los niños es frecuente la ingestión de trozos de revoque con pintura; generalmente contienen material a base de plomo. Aunque ya nadie utiliza pinturas a base de plomo en las cunas o muebles para, niños, un simple muñeco de peluche puede contener de 5.000 a 50.000 p. p. m. (unidades que se utilizan para medir las concentraciones de una sustancia) de plomo proveniente del polvo de las casas en algunas ciudades. Gran parte de éste proviene de los antidetonantes de la gasolina, como el plomo tetraetilo, aditivo que puede contaminar también gravemente los campos cultivados a los lados de las carreteras.

En zonas urbanas, el nivel de plomo en el aire es de aproximadamente tres microgramos por metro cúbico, que puede alcanzar en casos de tráfico muy intenso a veinticinco microgramos por metro cúbico.

Un suelo no contaminado debería contener aproximadamente quince p. p. m. de plomo; sin embargo, el polvo de las calles contiene habitualmente de 1.000 a 6.000 p. p. m. Es difícil calcular cuánto puede ingerir un niño mientras juega; lo que se puede decir es que basta una ingestión cotidiana de un polvo que contenga 30.000 p. p. m. para producir en pocos meses síntomas de intoxicación aun sin necesidad de ulteriores aportes. No debe maravillarnos, por tanto, que en niños de muchas ciudades se encuentren elevadas y críticas con centraciones de plomo en sangre (D. Bryce-Smith.)

Es bastante conocido que el plomo produce una intoxicación, llamada saturnismo, que afecta fun damentalmente a la, sangre (anemia); al sistema nervioso, tanto central como periférico, donde puede llegar a provocar parálisis; al aparato digestivo y al aparato urinario (las complicaciones rena les pueden ser causa de muerte)

Existen dos formas de exposi ción al riesgo: 1) la de los trabajadores que utilizan este metal, es decir, la exposición profesional que puede llevar a la producción de una enfermedad profesional: el saturnismo, y 2) la de la población en general, originada en la contaminación ambiental (aire, suelo y agua).

¿Qué grupos de población resultan más sensibles?

Conocer esto es importante en el momento de definir un programa de prevención. Los niños constituyen el grupo de población más sensible a la intoxicación por plomo. Otro grupo de población sensible está constituido por las mujeres encinta, ya que el plomo puede atravesar la barrera feto-placentaria y penetrar en él. (Aún no ha sido valorado exactamente el riesgo fetal, pero se supone que es muy grave: en efecto, el plomo era utilizado en el pasado como abortivo.)

Consideramos importante detenernos en las manifestaciones del sisterna nervioso central (encefalopatía) observadas en niños expuestos al plomo, ya que ellas en muchos casos suelen aparecer en forma precoz y, lamentablemente, no siempre vienen asociadas con la exposición al tóxico. Así, una situación leve y no diagnosticada de inquietud, llanto excesivo e inmotivado o vómitos puede transformarse inesperadamente en una crisis de tipo epileptiforme, característica de la encefalopatía saturnina. Frecuentemente, la causa precipitante es la ingestión de pinturas a base de plomo.

Estudios exhaustivos de Byers y Lord y otros pediatras norteamericanos indican que al menos el 25% (y tal vez el 90%) de los niños que han presentado un cuadro de encefalopatía sufren daños cerebrales permanentes, que se pueden manifestar después de varios años con trastornos del aprendizaje (dislexia) o del comportamiento (tendencia a reacciones impulsivas y violentas). Otros estudios (David, Clark y Koeller) sugieren que la hiperactividad de los niños puede ser causa o exacerbada por, una exposición tan leve, al punto de no provocar una sintomatología clínica perceptible. Diversos autores en EE UU, URSS y Finlandia han demostrado que el plomo y otros agentes neurotóxicos tienden a producir efectos, ya sean inmediatos o tardíos, sobre el comportamiento y la inteligencia, en concentraciones muy inferiores a aquellas que normalmente se consideran capaces de causar síntomas clínicos de intoxicación.

Vemos que el problema se plantea a dos niveles: fábrica y territorio, y que, por tanto, para elaborar un programa de acción debemos contemplar estos dos niveles. A nivel de fábrica interesa, en primer lugar, a los trabajadores y a sus órganos representativos: comités de empresa y organizaciones sindicales. Además interesa a los organismos de la Administración, que deberían encargarse de la prevención de la salud en los lugares de trabajo. A nivel del territorio interesa a los vecinos, asociaciones de vecinos, ayuntamientos, Ministerio de Sanidad y otros organismos que se ocupan del medio ambiente.

A nivel de fábrica es imprescindíble estudiar exhaustiva y sistemáticamente a los trabajadores expuestos, controlándolos periódicamente. Los trabajadores deben controlar la información de esos resultados, pues son ellos los primeros interesados en conocer y solucionar el problema. En aquellas situaciones donde se detecten casos de intoxicación se deben alejar inmediatamente de la fuente de exposición, aunque la medida de fondo consiste en identificar dentro del ciclo productivo la o las operaciones que originan el riesgo, para actuar sobre ellas, es decir, lo que se llama prevención primaria.

La nocividad presente en fábricas no queda circunscrita a la misma, sino que, por el contrario, es transmitida al exterior.

¿Qué debemos hacer en estos casos? Definir las características del territorio, estudiar si la contaminación proviene de una o más fábricas, si procede de los humos de las chimeneas o de otras fuentes, el tiempo que lleva.

Es decir, elaborar lo que se denomina un mapa de riesgo de la zona. En segundo lugar, efectuar un censo de la población para establecer los distintos grupos. Hemos dicho que, en el caso del plomo, los grupos de población más sensibles están constituidos por los niños y las mujeres encinta; son, por consiguiente, estos grupos los que debeíán tener prioridad en un estudio.

Así como en fábrica son los trabajadores quienes deben tener el control de los resultados de los estudios, en el territorio son los vecinos, a través de las asociaciones, quienes deben ejercitar ese control. El ayuntamiento o los distintos organismos del Ministerio de Sanidad deben velar por la salud de la población y la integridad del territorio. Han de poner los medios disponibles para realizar los estudios, pero insistimos que son los vecinos, los propios interesados, quienes deben controlar esos resultados como garantía de que esas situaciones no queden en meras denuncias, sino que sirvan como punto de partida pará avanzar hacia modificaciones de fondo a través de soluciones participadas. Es, ni más ni menos, como creemos que se debe ampliar la democracia.

Roberto Donalisio es médico higienista del Gabinete de Salud Laboral de la Unión Sindical de Madrid de CC OO.

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