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Un hombre mató a su esposa para impedir la separación matrimonial

Un hombre de 33 años, Joaquín Fraile Escribano, ha ingresado en la cárcel de Carabanchel, de Madrid, acusado de haber asesinado a su mujer, Dionisia Corrales, de veintiocho años, cuyo cadáver fue encontrado el pasado domingo 5 de abril en Morata de Tajuña, localidad situada a unos cuarenta kilómetros de Madrid. Según declaraciones de la abogada de la fallecida, Carmen Barrachina, el presunto asesino había amenazado repetidas veces a su mujer con «matarla, antes que consentir la separación matrimonial».Esta trágica historia se inició cuando Dionisia Corrales solicitó la separación de su marido a consecuencia de las constantes palizas que éste le propinaba. Siempre según la versión de los hechos facilitada por la abogada, «Dioni optó por la separación porque ya no podía aguantar más malos tratos por parte de su marido. Ella era cliente mía de oficio, y lo primero que hicimos fue solicitar las medidas provisionalísimas, junto con la demanda de la separación matrimonial». El juez le concedió a la mujer la guarda y custodia de sus dos hijos (de cuatro y cinco años) y fijó que su domicilio sería,a partir del momento del auto, el de su hermano, un joven soltero que vive en Madrid.

El irse a vivir con su hermano con autorización judicial no tenía otra explicación que la de escapar a los ataques de furia de su marido, cada día más frecuentes. Poco después de pedir la separación, el 15 de octubre pasado, Joaquín Fraile ató a su esposa con una cuerda en el cuello y le pegó una paliza. Magullada, y con señales de la violencia sufrida por todo el cuerpo, Dionisia logró salir de su casa y acudir al despacho de su abogada, en la glorieta de López de Hoyos. Allí le contó lo sucedido a Carmen Barrachina y, juntas, iniciaron una larga peregrinación para presentar la correspondiente denuncia.

«Aquella noche», recuerda la abogada, «fuimos primero al juzgado de guardia, pero su titular no admitió la denuncia porque, según dijo, las palizas matrimoniales son algo muy frecuente y acaban siempre en juicios de faltas». El juez remitió a ambas al forense.

«Cuando llegamos, el médico forense ya se había marchado porque era un poco tarde », prosigue Carmen Barrachina. «Así que intentamos que la atendieran en el hospital de la Cruz Roja de la calle de Reina Victoria, donde nos explicaron que, como su cartilla de la Seguridad Social pertenecía a otro distrito, allí no podían hacer nada».

Mientras fueron de un sitio para otro, la noche había entrado ya en la madrugada, Dionisia, temiendo que si se retrasaba más tiempo podría recibir otra paliza, regresó a su casa. Al día siguiente consiguió un parte médico en su barrio, del que se dedujo la correspondiente denuncia. En el Juzgado número cuatro de Primera Instancia se tramitaban medidas previas a la separación. Tal y como iba evolucionando la situación, la abogada intentó acelerar los trámites de separación y, sobre todo, conseguir el auto judicial por el que se le permitía irse a casa de su hermano. Nada más obtener esta autorización judicial, Dionisla solicitó a los policías de la comisaría del distrito del Centro, al que pertenecía, que la acompañaran a la casa, donde estaba su marido, para que la protegieran mientras se llevaba a sus hijos. En esta comisaría, según cuenta Carmen Barrachina, parece que no tomaron muy en serio el asunto y bromearon diciéndole que el auto que les mostraba «sería una copia», por lo que tuvo que volver sola a por sus hijos.

Ya en casa de su hermano, un día se presentó el marido y, aprovechando el puente de la Inmaculada, la convenció para que viajaran juntos a Morata de Tajuña, para visitar a una amiga común y, según le dijo su marido, «para ver si ella te convence de que vuelvas conmigo ». Esta era la obsesión de Joaquín Fraile Escribano, el que no le abandonara. Su separación matrimonial no le acarreó a él ningún problema económico, ya que Dionisia abandonó la portería que regentaban a medias en el número 4 de la calle de Andrés Borrego, y se puso a trabajar en un hospital de Madrid como empleada de la limpieza, sin demandar pensión.

También parecía claro que ella no podia vivir con una persona que le pegaba constantemente, tal y como atestiguan las denuncias presentadas por la mujer en diversas comisarías. Sin embargo, Joaquín Fraile le amenazaba, cada vez con mayor frecuencia, con que «si me abandonas, tú ya sabes que te mataré», frase que no se recataba en pronunciar delante de terceras personas.

«Así es que el día de la excursión Joaquín Fraile se subió en el coche de un amigo, con su mujer y con unas tijeras en el calcetín», prosigue la abogada. «Nada más llegar al pueblo, la mató, clavándoselas varias veces, y regresó solo a Madrid».

Difamación de la víctima

En cuanto llegó a su barrio, Joaquín Fraile comentó a los vecinos, a su cuñado e incluso al juez, que «ella se había marchado con un querido». De esta manera le fue traspasada a él la guarda y custodia de los hijos, al entender el juez que una mujer que abandona a sus hijos sin decir nada no puede ser una buena madre. Lo que el juez no podía sospechar era que el cadáver de Dionisia estaba entre unos matorrales de los alrededores de Morata de Tajuña, donde fue encontrado cuatro meses después del asesinato.Fue la policía quien dio la noticia a la familia y al marido para identificar el cadáver. En aquella ocasión, Joaquín Fraile representó el papel de viudo desconsolado, triste y amargado por tan lamentable pérdida. Así pasaron unos días, hasta que la policía sospechó de él, le interrogaron y confesó. Actualmente se encuentra detenido en Carabanchel, a la espera de juicio.

Para la abogada Carmen Barrachina, «este es uno de esos casos en los que se demuestra, por un lado, la dificultad que encuentran muchas mujeres en hacer que las "crean" en los juzgados y en las comisarías. Y revela también la triste realidad de cómo la violencia física de un hombre contra su mujer puede llegar hasta extremos graves, con tal de no perder "su propiedad", es decir, "matarla antes de que se vaya con otro", mentalidad machista que, afortunadamente, va desapareciendo, pero que aún existe en muchas personas».

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