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Washington y Moscu se enzarzan una polémica sobre el uso militar de la nave "Columbia"

Una nueva polémica ha surgido entre las dos grandes potencias tras el lanzamiento y aterrizaje de la nave norteamericana Columbia. El propio secretario de Defensa, Caspar Weinherger, salió ayer al paso de las acusaciones soviéticas negando que el fin pirimordial de las futuras misiones del transbordador espacial sea militar.

La nave Columbia «tiene algunas aplicaciones militares, pero éstas son más secundarias que las civiles, cuyo valor es enorme», afirmó Weinberger en unas declaraciones a las cadenas NBC y CBS de la televisión norteamericana.Las referencias soviéticas a la utilización militar de los futuros vuelos tripulados no han hecho sino empezar. La agencia oficial Tass, al anunciar con tan sólo quince minutos de retraso el final feliz del vuelo protagonizado por John Young y Robert Crippen, aprovechó para afirmar que el Pentágono está pensando en hacerse cargo de todo el programa del transbordador, «con el cual Estados Unidos podrá colocar armas en el espacio e interponer obstáculos a los satélites de otras naciones».

El transbordador espacial, diseñado para efectuar múltiples misiones, tiene una gran capacidad de carga y podrá poner en órbita y recoger satélites, laboratorios espaciales, telescopios y cualquier otro tipo de aparatos.

Según Tass, el vuelo inaugural de la nave Columbia reviste una gran importancia, «no sólo para los investigadores científicos, sino también para el Pentágono».

Por su parte, un comentario de la radio soviética, captado por la BBC británica, estimó ayer que el programa de la nave espacial amenaza del acuerdo soviético-norteamericano sobre la no utilización del espacio con fines militares.

Los principales diarios norteamericanos también aludieron ayer a las posibilidades militares del proyecto. Así, el New York Times, tras constatar que Estados Unidos es «el dueño y señor» en el dominio de la alta tecnología (se considera que Washington le lleva a Moscú una ventaja de diez años), advierte que ello podría conllevar el riesgo de que surja la tentación de «concebir misiones para la nave. simplemente porque existe». «Debemos llevar a cabo misiones acordes con nuestros medios y que sean útiles desde los puntos de vista científico, económico y militar».

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Por su parte, el Christian Science Monitor, al evocar las posibilidades militares de la Columbia y los peligros de una guerra espacial, hace un llamamiento para que se llegue a un acuerdo que englobe los múltiples problemas que pueden surgir en el espacio. Cita, en primer lugar, el proyecto de tratado que sobre la Luna estudia actualmente la ONU.

La NASA (agencia espacial norteamericana) ya ha designado a los dos astronautas que se responsabilizarán, en septiembre, del segundo vuelo de prueba del transbordador espacial: Joe Eagle, de 48 años, y Richard Truly, de 43.

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