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Crítica:CANCION
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La voz rota de Teresa Guerra

La bailaora Tere del Oro, convertida en Teresa Guerra para el mundo de la canción. se ha presentado con escasa fortuna en la sala de Florida Park. Era la primera vez que cantaba en Madrid. Pero, aquejada de afonía y emoción, no pudo llevar a feliz término su recital.Esta cita fallida con el público madrileño se dio dentro de un ámbito conmovedor. Cabellera rubia, amplio escote, vestido negro y generosa raja sobre la pierna derecha, gargantilla ceñida y movimientos ondulantes, Teresa Guerra apareció cantando con rara y poderosa voz: «Pruebo las cosas buenas y las malas / que me ofrecen compartir...».

La rareza de esa voz, vehemente y ardorosa al tiempo, se adentra en el deseo del bolero: «Quisiera ser como el agua, / bañar tu piel, acariciar tu cuerpo / y calmar tu sed...». Tras los aplausos al segundo tema, la intérprete aclara que la rareza de su voz se debe a una gripe inoportuna, a una afonía cerril.

Nadie retiene esa aclaración, pues numerosas cantantes en candelero tendrían que envidiar la potencia de esa garganta que ahora se disculpa. Teresa Guerra se dirige a otros labios rivales: «¿A que no te besan / con la misma fiebre / que yo te besaba?». Y luego interpreta un tema de Paco Cepero, La gaviota. Y piensa dedicarle un homenaje a Manuel Alejandro con su versión de Mi amante, amigo.

De repente, la pasión se hace migas, hay una bofetada interior, se le rompe la voz, calla la orquesta, preludio de silencio para las lágrimas. De repente también, la ovación del público, las flores arrojadas con cariño, el reconocimiento a alguien que ha estado haciendo lo imposible por luchar contra las tempestades.

Fue un momento muy hermoso. Por una vez, la ferocidad se hizo ternura, caricia solidaria, aplausos al vencido. Ella logra decir: «Es la primera vez que me pasa algo así. Cuando yo leía que a otros intérpretes les pasaba, me parecía terrible, imaginaba que encontrarse sin voz, encima de un escenario, sería lo peor, que darían ganas de morirse. Y ahora compruebo que sí, que quisiera morirme también».

La Polaca, presente en la sala, le infunde ánimos. El público le pide asimismo un esfuerzo. Ella lo da: Voy a perder la cabeza. Si la voz falla, la bailaora renace arañando con furtivos reflejos el aire. Pero el suplicio va por dentro.

El límite se vuelve transparente al cantar un tema perverso de Lolita de la Colina (la de Caliéntame y Tu nombre me lo callo), confluyente con cuanto está pasando en el escenario: Me muero, me muero.

Sin embargo, la muerte de Teresa Guerra ha sido honrosa y, además, efímera. Su desdichado recital ha dejado entrever que no quedará presa de esta anécdota, que volverá a cantar boleros con penetrante ardor.

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