Crónica de una soledad
Es bastante corriente que la neurosis de un personaje femenino se justifique siempre por los errores de los demás. Es raro, por ejemplo, que una mujer sea vista en su posible ausencia de atractivo humano; lo normal es culpar de su fracaso amoroso al egoísmo machista de la pareja. Muchos títulos cinematográficos recientes inciden en este punto de vista.Gonzalo Herralde, sin embargo, ha planteado el problema de su protagonista de Vértigo en Manhattan con cierta objetividad. En este caso, no se trata de perfidia alguna en el hombre, aunque, al estar narrada la historia desde el punto de vista de la mujer abandonada, se desconozcan las causas de ese abandono y las particularidades del oponente masculino. El director ha optado por explicar qué piensa, qué hace, qué siente esa mujer triste y fea, perdida en Nueva York, sin más horizonte que la búsqueda ansiosa del hombre que la abandonó y al que no ve hace ya años. Sus modestas peripecias en la gran ciudad descubren, de un lado un panorama urbano alejado del tópico manhatanero, y, de otro, la psicología de una mujer perdedora que siempre seguirá perdiendo, aun cuando en el último momento de la película haya tomado una decisión drástica.
Vértigo en Manhattan
Director: Gonzalo Herralde. Productor: Pepon Coromina. Intérpretes: Jeanine Mestre, Norman Brisky y Pep Munne. Drama: española, 1581. Local de estreno: Luchana.
Estamos, pues, ante una película que podría calificarse de intimista si por tal se entiende la ausencia de una aventura colosal o de una anécdota que pueda resumirse en cuatro palabras. Las emociones de esa mujer, sus largas esperas, sus errores y torpezas conforman una narración hacia adentro que, en manos de Jeanine Mestre, la actriz, se transforma en un recital interpretativo.
Vuelto al cine dramático -tras sus experiencias como documentalista en Raza, el espíritu de Franco y El asesino de Pedralbes-, Gonzalo Herralde tiene en esta nueva película las insuficiencias que suelen ser normales en un primer trabajo: la ausencia, por ejemplo, de una cierta picaresca narrativa, que la historia posiblemente necesitara, hace reiterativos algunos momentos de Vértigo en Manhattan, obvios otros. Pero la dignidad general de la obra, su aparente falta, de pretensiones y, los aciertos, la convierten en película respetable.
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