De la palabra a la acción
Oportuna la declaración, la solemne profesión- renovación de las promesas del civismo. A fe que son afortunados; a fuer de disponer habitualmente de voz en el guirigay cotidiano, pueden incluso manifestar y hasta recuadrar su credo (libertad, democracia, Constitución).Su credo es el nuestro, mas ¡quién nos diera a los demócratas afónicos, por eso de nuestra débil voz en los medios, disponer de tales procedimientos para declararnos demócratas! ¡Quién nos diera poder respaldar el presente y futuro de la democracia a vuestro modo, nominatim! ¡Quién nos diera publicar relaciones completas de creyentes y practicantes en lajoven divinidad! Y ¿cómo hacerlo? ¿En recuadros publicitarios por las páginas amarillas, en profundas cuñas radiofónicas, en espacios nocturnos de teuves privadas?
Abandonemos estos sueños intelectuales del recuadro y escuchen mi lamento: sin echar en saco roto todas las lanzas rotas en pro de la democracia, todos los sabrosos apólogos y sanas apologéticas del principio de la transición, ¡qué bienio, madre, qué bienio el de sus apologías parademocráticas, periódicas y subliminales! ¿Quién acertará a enumerarlas? De la apología del desencanto se deslizaron hacia la apología del tedio; de ésta derivaron a la del vacío; agotada laapología del aquí nunca pasa nada, surgió el filón inagotable de la apología de la crisis, hasta que se entonó en estéreo la apología del bostezo. Mientras el coro atacaba al unísono la apología del artículo ciento no sé cuántos, el eco empezó a devolver la apología del abstencionismo. Y al tiempo que equipos especiales se aventuraban por la apología de la Conferencia Episcopal y voces apócrifas ensayaban apologías al pasado, a la prisa y a los nuevos espacios del espectro político, plumas afiladas tejían apologías al Tao, al spleen y a Ciorán sobre un contrapunto dodecafónico que se atrevía con la apología del cuando ya sólo nis queda la comida... Y, ya se sabe, tanto va el cántaro a la fuente... Por fin, viniendo a lo primero, acaban de arrancaros por una afortunada apología de la Constitución. ¡Albricias!, ya que, por mucho pan, nunca mal año. /
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