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La "cumbre" europea de Maastricht brinda su apoyo a la democracia española

Soledad Gallego-Díaz

La cumbre europea -reunión de jefes de Gobierno de los diez países miembros de la Comunidad Económica Europea (CEE), incluido el presidente de la República Francesa- aprobó ayer en Maastricht un comunicado en él que manifiesta su satisfacción por el fracaso del golpe de Estado en España y su convencimiento de que ha quedado confirmado el sistema democrático español, único que permitirá la adhesión de nuestro país a la CEE.La declaración elude cualquier mención al ritmo de las negociaciones, condición impuesta por Valéry Giscard d'Estaing, para quien el Consejo Europeo sólo debía mostrar su apoyo al sistema democrático español.

El texto íntegro del comunicado -que figura en el resumen de trabajos y no entre las declaraciones oficiales- dice lo siguiente: «El Consejo Europeo ha expresado su gran satisfacción por la reacción del Rey, del Gobierno y del pueblo español ante los ataques efectuados recientemente contra el sistema democrático de su país. Han quedado confirmadas así las estructuras políticas que permitirán la adhesión de una España democrática a la comunidad democrática que es la CEE».

Estas siete líneas son el resultado de un largo «tira y afloja» entre la República Federal de Alemania, representada por el canciller socialdemócrata Helmut Schmidt y el presidente francés, el tecnócrata Giscard d'Estaing. Schmidt, apoyado especialmente por el prirner ministro de Bélgica, Wilfried Martens, ha logrado, al menos, que la primera cumbre europea celebrada tras el fallido golpe de Estado del 23 de febrero no pasara de largo sobre la situación española, tal y como era la intención de Giscard, quien estimaba que la reciente declaración de los ministros de Asuntos Exteriores de los diez -en la que se hablaba de «intensificar las negociaciones»- era suficiente. La presión del político alemán ha tropezado con una negativa rotunda del presidente francés, temeroso de las consecuencias que podría tener en su campaña electoral una declaración de mayor contenido, incluso el ambiguo propósito de «intensificar» fue vetado por el actual ocupante del Elíseo, quién ya se había opuesto en su día a que los minístros de Asuntos Exteriores recogieran en su propio comunicado el término «acelerar», sugerido por el Parlamento Europeo.

Bonn se doblegó finalmente ante las objeciones de su principal aliado, pese a que Helmut Schmidt traía en el bolsillo un texto más satisfactorio (véase EL PAIS de 23-3-1981), en el que se aludía a la necesidad de mostrar la solidaridad con el pueblo español a través de las negociaciones para la adhesión, y se reafirmaba una vez más que la ampliación de la CEE es un objetivo comunitario para el que deben buscarse, tan rápido como sea posible, las condiciones precisas. El proyecto de la RFA aludía también a la figura del Rey como «garante de la evolución democrática de España» y al sentimiento de solidaridad hacia nuestro país que experimentan. todos los Estados libres de Europa.

La oportunidad de realizar una declaración sobre los últimos acontecimientos en España fue puesta de manifiesto por Helmut Schmidt al término de la cena privada que los diez mantuvieron en la noche del lunes en Maastricht. Allí, «en torno al fuego», como predica el lenguaje diplomático, los líderes de la Europa occidental hablaron de cuestiones esencialmente políticas, entre ellas la situación española. Todos se mostraron rápidamente de acuerdo en la necesidad de dar apoyo moral a la deinocracia en nuestro país, incluso el presidente francés, pero el consenso no pasó de ahí.

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