Ça va sans dire
El flamante ministro de Defensa, don Alberto Oliart, acaba de estrenarse con uno de esos lapsos o meteduras de pata, que deberían ser de dimisión irrevocable, al asegurar al público que el Ejército no se va a dejar arrastrar emocionalmente. Semejante declaración resulta, en efecto, por lo obvia, tan ociosa como ultrajante para el Ejército mismo. Si una cosa así no se diese siempre automáticamente por supuesta, como algo incorporado ya a la propia definición de «ejército», y hubiese que declararla explícitamente en cada caso singular, no estaríamos ya, evidentemente, en presencia de un ejército, sino de una horda de cosacos, lo que haría, a su vez, inútil la existencia de un ministro, de un ministerio y hasta de un Estado./
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