_
_
_
_
Tribuna:"SPLEEN" DE MADRID
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ricardo Cid

Ricardo, amor, Cid, campeador, tío, demasiado lo tuyo, ya ves, útil, vale, condenado/amagado a multa y tres años de destierro a cincuenta kilómetros de Madrid. O sea, donde se está bien.Nunca he dudado yo -que ni entro ni salgo- de la legalidad/legitimidad de las leyes, que tengo a quienes las reparten por hombres no falibles, o sea que, más que el caso judicial, me interesa en ti, Ricardo, tronco. Cid Cañaveral, el caso metafórico, toda la Prensa madrileña girando en una órbita de cincuenta kilómetros fuera de la Puerta del Sol, fuera de los centros de poder, información, noticia, decisión e influencia. Lo tuyo es otra cosa, pero lo nuestro es el tejerismo psicológico, síndrome nuevo que encarezco a mi querido Castilla del Pino. Ricardo Cid, delfín del nuevo periodismo literario, última estrella surgida de la estela madrileña de la información y la imagen, que vale más que mil palabras (si la imagen es de Baudelaire o de Ricardo Cid), con algo de gracioso de tuna y maldito de izquierdas (los hay de derechas: me invitan a habIar en la Universidad de Salamanca sobre literatura maldita), nervioso y moreno, loco de la locura de la mujer, como uno mismo, cuerdo con la cordura letraherida que da la prosa como pasión, aventura y esgrima. Contigo, Ricardo, ya digo, todo el periodismo madrileño girando a cincuenta kilómetros de los centros de decisión/información, como esa sesión de Cortes a puerta cerrada, sobre el cirio, que hasta el ministro Oliart ha tenido que alegrarse de las grabaciones sigilosas, pues Ia verdad nos hace más libres que el rumor o la suposición.

Todos contigo, Ricardo, paseando por el secarral manchego o la braña escurialense -«Estoy mirando a ver si Felipe Il era de izquierdas », ha dicho Gutiérrez-Mellado, nuevo y espontáneo héroe popular-, todos contigo, y no hablo ahora de fáciles solidaridades gremiales, sino de que hay tres maneras de alejar al informador de la información: vetarle su acceso, coaccionarle psicológicamente o mandarle a tomar vientos.

A ti, Ricardo, te han mandado a tomar vientos, literalmente, los vientos limpios, claros, serenos, donde el silbo vulnerado por el otero asoma, a cincuenta kilómetros de Madrid, justamente donde termina la contaminación y empieza España. Tú te lo has ganado, Ricardo, tú te lo has merecido, tú sabrás lo que has hecho: te escribo como amigo y lector, pero te utilizo como metáfora, porque todos aquí, aunque nadie se haya tenido que mover de su butaca anatómica de la redacción, estamos ya a cincuenta kilómetros psicológicos de la verdad, de la realidad, de la información, estamos en las nubes, en esas nubes que pasan, las maravillosas nubes baudelerianas, porque nadie se decide a acercarse ni con el pensamiento a las suposiciones o clarividencias últimas, para mecanografiarlas en el teclado atómico que ahora han puesto en los periódicos. Emborronadas campañas a ciclostyl (siempre con tinta de más o tinta de menos) que tratan de erosionar con su sintaxis azarosa la figura de Don Juan Carlos. Pero Fernando Arrabal me manda un tomo en francés de su teatro, dedicado desde Paris, y éste, veleidades marianas aparte, sí que fue un exiliado, Ricardo, y vuelve a serlo, a cincuenta años/luz de la España de Franco, la guerra civil y el eterno siglo XIX que llevamos viviendo desde el XVII, porque aquí siempre es siglo XIX. Aparte tus culpas, que no conozco ni puedo juzgar, Ricardo, que sepas por ésta que todo el exilio histórico -Moratín, Blanco-White, Unamuno, Machado, Juan Ramón, Azaña, Cernuda, la basca- se pasean contigo a cincuenta kilómetros de Madrid, donde el aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, como para Fray Luis, que los inquisitorializados son como los abuelos de los exiliados, y tú, Ricardo, último nieto culpable de todos. Dios contigo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_