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Gran Bretaña y Francia impiden un acuerdo comunitario sobre la pesca

Soledad Gallego-Díaz

Los esfuerzos del presidente de la Comisión Europea, Gaston Thorn, que viajó el pasado lunes a Londres y a París para intentar poner de acuerdo a británicos y franceses en su ya larga y agotadora guerra sobre la regulación de la pesca en las aguas de los diez, no parecen haber dado resultados positivos. Los ministros de la pesca de los diez, reunidos ayer en Bruselas, no habían logrado llegar a un acuerdo a última hora de la noche.

La construcción de la Europa azul se está revelando como una de las batallas más difíciles en el seno de la Comunidad Económica Europea (CEE). Los comunitarios llevan cinco años intentando poner en pie un sistema a largo plazo. El 1 de enero de 1981 era «la fecha límite» para satisfacer las reivindicaciones de los pescadores europeos, pero, una vez más, la actitud de Gran Bretaña y su particular enfrentamiento con Francia -que se encuentra además en plena campaña electoral- dieron al traste con todas las previsiones.Cuando los ministros de Pesca llegaron ayer al palacio del Consejo de la CEE se encontraron con un sonado recibimiento por parte de un numeroso grupo de pescadores de la República Federal de Alemania, que dejaron cuidadosamente apoyada en la calle una corona de flores con epitafio. Los pescadores de la RFA tienen razón para quejarse: Londres sigue bloqueando el acuerdo con Canadá que les permitiría, como otros años, capturar 145.000 toneladas de pescado en las aguas de América del Norte. Lo peor es que la temporada de pesca está ya prácticamente finalizada y que, afirman los portavoces de los armadores, corren peligro casi 15.000 puestos de trabajo.

Ni las evidentes y fuertes presiones del coloso comunitario Bonn ni las gestiones de la Comisión -que terne las repercusiones de esta batalla en la todavía más importante guerra que se avecina, la del aumento de los precios agrarios- han disuadido a Londres. Todo quedará bloqueado mientras que no exista una regulación global del capítulo de pesca y mientras que esa regulación no «proteja» los intereses de sus pescadores frente a los franceses.

La Comisión planteó ayer un proyecto nuevo, que, a su juicio, podría dar satisfacción a ambas partes. Según dicho proyecto, Gran Bretaña se reservaría la zona de doce millas como exclusiva, pero permitiendo que los barcos franceses que tienen «derechos históricos» -concepto «sagrado» a los ojos de París- realicen sus capturas habituales. En la zona norte de Escocia, en la que Londres reclama la creación de un box, o zona absolutamente reservada a sus propios pesqueros, se implantaría un sistema de licencias hasta las cincuenta millas.

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