¿También la banca?
El mes pasado publiqué en estas columnas una fábula de indios y blancos bajo el título «Los banqueros españoles caminan hacia la "reserva"». Tiendo siempre a expresarme con sentido del humor. Casi todos los temas admiten ese modo distendido de comportarse. Pero el humor, como la ironía, no tiene unos signos rígidos para el lector, el cual debe entender lo escrito proyectando algo de sí mismo. Al interpretar se retrata un poco: unos se indignan y otros sonríen. Como algunos me han pedido que aclarara el sentido de «uno de los artículos más deliciosos, sugestivos y duros», intento atender ese ruego amistoso.Una de las características de la transición política ha sido el ajuste de los comportamientos individuales y colectivos a las reglas del juego democrático.
En las elecciones generales de junio de 1977, el pueblo español definió sus preferencias: dos grandes partidos en el centro del abanico, UCD y PSOE, y dos fuertes partidos a izquierda y derecha de los anteriores, PC y AP. Está claro para todos que los ideales de cada uno de los cuatro partidos son diferentes. Pero, como están obligados a convivir, muchas veces hacen de tripas corazón.
El Gobierno de UCD de 1977 se planteó la adaptación de todos los colectivos a la nueva organización del Estado. La banca no podía faltar a esta cita, y por eso el vicepresidente para Asuntos Económicos requirió a la patronal bancaria para que designara presidente a quien pudiera ser un interlocutor válido con la Administración. La banca, de acuerdo con el Gobierno, eligió al señor Termes.
En 1979 se verificaron las segundas elecciones generales, que no introdujeron cambios importantes.
A lo largo de estos tres años y medio, el Parlamento ha ido elaborando, por consenso en muchos casos, la Constitución y las leyes posteriores de desarrollo. Ello no está. en contradicción con que cada partido político conserve su identidad, sus fines propios y sus particulares criterios.
Durante este tiempo, la banca ha procurado mantenerse en el estricto marco de su actuación profesional. Sabe la banca, porque el PC no lo oculta, que el ideal -de los comunistas es la banca estatal. Tampoco se ignora que al PSOE legista la banca nacionalizada, en todo o en parte. Nadie se sorprende de que en el país existan personas que tengan distintas preferencias sobre el modelo económico.
Es claro también que, para el empresario, el sistema preferido es el de la libre empresa. De lo contrario no sería empresario. Es inconcebible que surja el empresario donde no exista iniciativa privada y una cierta libertad económica, aunque se dé -como sucedáneo colectivista- la figura del director-funcionario de empresa pública.
La mentalidad y la actitud vital del empresario -su lógica- te llevan a participar en las elecciones generales con esa óptica. Para él es importante el modelo económico de sociedad y apoyará, por tanto, al partido político que mejor le permita realizarse como empresario.
Hasta el 15 de junio de 1977, un buen número de empresarios apoyaron a AP. El poco favorable resultado obtenido en las primeras elecciones generales y el aún más modesto de las segundas, en 1979, ha hecho que las patronales se hayan ido inclinando cada vez más por UCD como partido y hayan apoyado a su Gobierno como representación de aquél.
Pero, respecto a la banca, UCD está manteniendo dos posturas diferenciadas: la del «aparato» del partido y la de un sector que tiene tendencias socializantes. El aparato del partido ha recelado siempre de la banca, pero se ha servido de ella y no la ha atacado. En cambio, a los socializantes parece agradarles, como objetivo, que sobreviva una banca en malas condiciones. Quieren ir reduciendo el camino de sus actividades profesionales y, a la vez, ir disminuyendo las posibilidades actuales de atender a la cuenta de explotación bancaria. Yo no explico el por qué; me Iimito a observar lo que hacen y a reflexionar sobre cuáles pueden ser las consecuencias prácticas de las medidas que van adoptando.
Desde mi personal punto de vista, UCD tendrá que discutir y decidir -antes de que, por irreversible, sea tarde- qué opción prefiere: si quiere una banca sólida o si desea seguir debilitándola.
Lo grave de la situación actual es que vamos camino de una banca deteriorada no a causa de una situación económica general mala, sino porque algunos -pocos- tienen el propósito de agravar una crisis general con la particular de un sector que, como el bancario, aún se mantiene relativamente sano.
Entiéndase bien que el tema de decidir públicamente, no a hurtadillas, a qué modelo de banca se va no depende actualmente de los banqueros, sino de UCD, como partido en el poder. La patronal bancaria sólo podrá sentirse o no defraudada por el comportamiento de UCD, argüir que su Ministerio tutelar no actúa como tal y quejarse de que la autoridad monetaria no defienda la robustez de la banca privada española haciendo uso del poder que siempre ha tenido y de la autonomía que ha alcanzado respecto del Gobierno.
Personalmente, no me preocupa que alguien se pueda molestar -critico programas, no personas- porque yo analice en público un problema de tan generales consecuencias como este. Mi sentido de responsabilidad y el papel que como modesto actor puedo representar en esta función me llevan a encarar la cuestión, porque de ella depende, a mijuicio, el ser o el no ser de la banca española y, en último término, la recuperación o el empeoramiento de la economía nacional.
Mi opinión es rotunda: sería un gravísimo error que, por medio de una reordenación autoritaria, desde el Estado se fuera empujando a la banca -en momentos como los actuales- a la crisis, cuando es uno delos pocos sectores que, con gran prudencia y capacidad, ha conseguido hasta ahora superarla.
Aclarado está lo que podía parecer en en la fábula de indios y blancos. Por mí no ha quedado. Y, como dice el refrán, que cada palo aguante su vela.
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