Una actuación "económica" de Clark Terry
Anteayer tuvo lugar en la carpa del cuartel del Conde Duque, de Madrid, la segunda y última sesión de jazz, dentro del programa de los carnavales madrileños, a cargo de la Big Band de Clark Terry, un trompetista nacido en 1920 en San Luis (Estados Unidos). Terry, que tuvo como maestros a Charlie Ventura y Eddie Vinson, trabajó tres años con Count Basie, y en 1951 se incorporó por ocho años a la orquesta de Ellington, donde, en la línea de los grandes trompetistas del Duque, se asentó definitivamente (anteanoche tocó, como en él es característico, al estilo de Rex Stewart, pulsando a medias los pistones, aun en los tempos más rápidos). Posteriormente formó un quinteto con Bob Brookmeyer, grabó también con Morik y Oscar Peterson y acabó formando su propia Big Band.El concierto ofrecido en Madrid tuvo dos partes claramente diferenciadas. En la primera mitad vimos a una orquesta muy joven, una orquesta de universitarios, con escuela y un cierto esquematismo en su actuación, pero con buen swing, sobre todo gracias al baterista Michael Baker y el bajista Peter Dowdall, que hicieron una base rítmica fuerte y segura. Cabe mencionar un buen solo de flugehorn de Gary Blackman, con muy buena salida de sonido, en Stella by starlight; un solo -el único- del pianista John Campbell (que en la segunda parte hacía un arpegio sensacional a la vocalista); un duelo de saxos en The serpent's tooth, donde el saxo alto Brandford Marsalis, que entraba excelentemente, dio muestras de no encontrarse a gusto todavía, y, como curiosidad, un solo al saxo barítono de la única componente femenina de la banda, Diane de Rosa, que, sin embargo, lo leyó entero y lo tocó en un solo tono; se titulaba Carney, en homenaje al gran barítono y compañero de Terry en la banda de Ellington, Harry Carney.
El público (un lleno casi total) estaba con ganas, muy animoso, pero no se advertía entusiasmo, comunicación, cercanía. Esto vino en la segunda mitad. Por de pronto, la batería y el bajo subieron mucho de nivel en las dos primeras piezas y la banda mejoró claramente su swing. En la tercera pieza apareció como solista invitado Chris Wood, un saxo alto con mucho oficio y muy buen toque, que caldeó los ánimos y puso en forma a las secciones de metal. Comenzó con un blues, al que siguió un ritmo afro, con la orquesta mucho más cálida, y Clark Terry empezó a trabajar muy bien los graves del flugehorn, terminando con un solo sin respirar, que es el primer gran solo de la noche.
Y después, en el siguiente tema, se retira Woods y llega al apoteosis del público. Terry hace uno de sus más bellos solos, con sordina, y da entrada a la vocalista, Michal Beckham, que si en esta pieza canta casi sin agudos, en la siguiente, A tisket, a tasket, sube el volumen, hace skats y demuestra su dominio en tonos medios, altos y bajos: este fue el momento de máxima conjunción de la banda, que además hizo el coro a la vocalista como lo hacía la orquesta de Chick Nebb a Ella Fitzgerald. Repite, a petición de un público entusiasmado, y Marsalis se luce en un excelente solo, terminando miss Beckham haciendo síncopas con la línea de trompetas, entre el delirio de la gente
Después, un buen solo de Ron Wilkins, al trombón, que sigue Terry mientras Wilkins va apoyándose y doblándole y termina el líder haciendo un alarde de notas y digitación. Hubo un bis y, a orquesta callada, Terry se despidió con un solo de cuatro compases.
Si bien Clark Terry no trabajó mucho en la primera parte como solista, sí estuvo muy presente en la segunda. Fue la suya una actuación económica, y desde luego domina bien la banda: creen en él. Para mi gusto, estuvo mejor con la trompeta, aunque tocase mucho más con el flugehorn, acaso porque desconfíe más con el primer instrumento o acaso porque el segundo lo utilizaba como para descansar. En suma, un buen concierto, un excelente trompetista en acción y un público (que, por cierto, batió bien palmas) que disfrutó ampliamente. Los arreglos, correctos, recordaban que bandas como las de Bosie o Ellington siguen siendo modernas.
Babelia
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