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Un canónigo de catedral de Cuenca hurtó 600 millones de pesetas y documentos

Desde hace veinte años, un canónigo de Cuenca, Clementino Sanz, ha estado llevándose documentos del archivo de la catedral y libros de la biblioteca del seminario conciliar. Gran parte de lo sustraído ha podido ser recuperado. El material que el canónigo tenía almacenado en sus tres viviendas está valorado en unos seiscientos millones de pesetas. Se teme que otra parte de esa riqueza histórica haya podido ser vendida incluso al extranjero. Por decisión personal del obispo de Cuenca, Guerra Campos, no se ha emprendido acción legal alguna contra el autor de estos hechos.

El 4 de marzo del año pasado, el deán de la catedral descubrió que el archivo había sido violentado y que reinaba en el local un completo desorden. Durante veinte días se trabajó en la comprobación de los depósitos y se descubrió la falta de 93 documentos de los siglos XII al XVII. Ante esta realidad, se presentó una denuncia que motivó la investigación policial, tarea, en la que participaron, junto con inspectores locales, otros especializados en estos temas, enviados desde Madrid.Aunque la policía guarda un mutismo absoluto sobre el resultado de la investigación, EL PAIS ha podido saber que ésta concluyó con el establecimiento de unos hechos ciertos. En primer lugar se descubrió. que el robo de los 93 documentos estaba preparado, y que en realidad, se trataba de un despojo sistemático llevado a cabo durante los últimos veinte años por el propio titular del archivo, Clementino Sanz y Díaz, miembro de la Academia Conquense de Artes y Letras y correspondiente de la Real de la Historia.

La policía estableció que, en contra de lo asegurado en un primer momento, los presuntos ladrones no procedían del exterior, sino que habían actuado desde dentro del local. Las investigaciones, se centraron en las personas más directamente relacionadas con el archivo o con posibilidad de acceder, fácilmente a él. Tras la serie de interrogatorios a que fueron sometidas estas personas, las sospechas se centraron finalmente en el aludido canónigo, y culminaron con el registro de sus viviendas dos pisos en Cuenca y una casa de campo en su lugar natal, Peralejos de las Truchas (Guadalajara). En estos locales pudieron encontrarse 699 libros sustraídos de la biblioteca del seminario, y veintitrés legajos con incontables documentos pertenecientes al archivo catedralicio.

El valor histórico del material recuperado es incalculable. Entre los libros figuran varios incunables, ediciones príncipes y obras taras, ya que la biblioteca del seminario, que contiene 40.000 volúmenes, es de una riqueza extraordinaria. En una primera apreciación, expertos en la materia valoran el material encontrado en unos seiscientos millones de pesetas.

Guerra Campos impide la actuación judicial

Entre los documentos no figuran, sin embargo, los 93 cuya desaparición había sido detectada, pero la investigación no pudo seguir adelante, al impedirlo el obispado. En una reunión del cabildo -que este periódico ha podido saber que fue tumultuosa- se decidió por unanimidad retirar al canónigo Sanz y Diaz del cargo de archivero, pero, en cambio, no prosperó otra tendencia, dirigida a expulsarlo del propio cabildo. En contra se argumentó que no existía sentencia firme, requisito que, al parecer, exige el derecho canónico. Simultáneamente, el obispado retiró la denuncia que había formulado sobre la desaparición de los documentos. Fuentes episcopales han justificado esta actitud por el deseo de mantener el asunto como un problema interno, sin darle publicidad ni permitir la actuación judicial, porque así, dicen, se protege la imagen de la Iglesia.Las mismas fuentes aseguran que el canónico archivero ha sido destituido de este cargo, a pesar de lo cual la semana pasada pronunció una conferencia en Cuenca, presentándose como titular del puesto citado.

Los 93 documentos de paradero desconocido fueron encontrados el pasado viernes en una cueva situada bajo las casas colgadas, por unos niños que entraron en ella mientras jugaban. Este hecho ha provocado una profunda indignación entre los investigadores al tanto del caso, porque los documentos aparecen deteriorados la causa de la humedad que han sufrido en estos meses, aunque se cree que podrán ser restaurados. No se entiende que una persona conocedora de la delicadeza de los materiales documentales haya podido permitir, en silencio, que sufrieran un daño que pudo ser definitivo, de no mediar el casual descubrimiento de los niños.

Permanece la incógnita sobre si el canónigo se limitó a guardar libros y documentos para su exclusivo disfrute o si vendió alguno de ellos. De hecho parece que un libro ha sido localizado en la Biblioteca Nacional y hay indicios de que algunos documentos han sido vendidos en Londres. No hay tampoco explicación sobre las razones que impulsaron al canónigo a simular el robo de los 93 documentos, aunque se supone que lo hizo impulsado por el temor de que pudiera descubrirse toda la operación, pensando quizá que, de haber prosperado la tesis del robo por personas ajenas, a éstas se podrían haber atribuido también las restantes desapariciones.

Con ello se aviva la cuestión de la falta de protección en que se encuentran sometidos los fondos culturales de la Iglesia. Una de las medidas adoptadas por el cabildo, al conocerse estos hechos, fue la de depositar los documentos más valiosos en la cámara especialmente protegida en que se guardan las piezas artísticas excepcionales que posee la catedral, pero el problema permanece para el resto de los documentos.

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