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Hiro-Hito recibió al Papa de acuerdo con el protocolo imperial

Juan Arias

El emperador japonés, Hiro-Hito, recibió ayer por la mañana, en su palacio, al papa Juan Pablo II, con protocolo de jefe de Estado, aunque se trataba de una visita privada. Por la tarde, el papa Wojtyla se encontró, con el cuerpo diplomático, ante quien destacó el importante papel que la diplomacia tiene hoy «en la rica realidad de Asia». En una jornada de frío como hacia tiempo no se registraba en Tokio, Juan Pablo II, con su rostro enrojecido, quemado por el sol de Filipinas, se encontró en el estadio con los católicos, donde celebró una misa ante 4.000 jóvenes representantes de las comunidades cristianas no católicas y de las religiones no cristianas.

Una nota de prudente contestación le llegó al Papa remitida. conjuntamente por un grupo de católicos, protestantes y budistas que le mandaron una carta, según pudo saber EL PAIS, en la cual le ponían en guardia contra una posible instrumentalización de su encuentro con el emperador por parte de los sectores más reaccionarios de la religión sintoista. En esta carta se le hace saber también a Juan Pablo II que existe una tendencia en estos grupos favorable a restaurar el antiguo prestigio del emperador en detrimento del Gobierno.Lo cierto es que Hirohito hizo todo lo posible para dar el mayor relieve posible a la visita privada del Papa. Salió casi hasta el coche de Juan Pablo II a recibirle; el encuentro, a puerta cerrada, se desarrolló en el salón de bambú, que es donde el emperador realiza las cinco preguntas protocolarias que dirige a los jefes de Estado en visita oficial. Sin embargo, se llegó a un compromiso: sólo le hizo dos preguntas.

Simbolo de la divinidad

Al mundo católico occidental, acostumbrado a dar al Papa de Roma en todas partes y en cualquier situación un puesto de honor, esta vez no dejó de chocar que el puesto de honor lo mantuvo el emperador, que estaba sentado en su sillón regio, mientras a Juan Pablo II se le sentó en la esquina de un diván largo donde estaban también los intérpretes, ya que el emperador habló en japonés y el Papa parte en francés y parte en inglés. Ante el emperador, considerado antiguamente como el símbolo de la divinidad, se encontraba el jefe de la Iglesia católica, que le califica de vicario de Cristo. En este caso, el emperador representaba la religiosidad de la mayoría de su país, mientras el Papa sólo la del 0,3% del Japón.El Papa dijo al cuerpo diplomático que «las actuales dificultades económicas que están afligiendo a todas las naciones no deben ser un pretexto para ceder a la tentación de hacer pagar a los pobres la solución a los problemas de los ricos, tolerando un nivel de vida inferior al que consentiría una definición racional de la decencia humana».

A los jóvenes japoneses, el Papa les habló de la necesidad de poseer una «visión del mundo y de la persona humana -en toda su globalidad», y a mantenerse «abiertos hacia los otros pueblos, hacia quienes viven lindando con vosotros», porque, les dijo el Papa, «toda la juventud del mundo está llamada a una solidaridad universal.

Juan Pablo II expresó su deseo de que «el mundo pueda aprender a hacer la paz y construir en ella la sociedad en que vivimos, día a día, en la casa, la escuela y el trabajo».

En la misa, que se celebró bajo una fina lluvia, el Papa utilizó un misal especial en el que figuraba, junto al latín, un japonés fonetizado que leyó. Según varios fieles japoneses, Juan Pablo II no cometió ningún error de pronunciación.

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