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Imelda Marcos le hace sombra al Pontífice en su deseo de convertirse en la Eva Perón de Asia

Juan Arias

En este viaje del Papa a Filipinas está ocurriendo algo insólito. Algo que se ha convertido en el tema de conversación más picante de las jornadas tropicales de Juan Pablo II: la esposa del presidente Ferdinand Marcos, Imelda Romuáldez, llamada aquí la first lady, ha decidido preceder en algunos minutos con su avión personal al Papa en todas las etapas de su viaje. Y lo está haciendo con una puntualidad digna de la fama que posee de mujer «de hierro».

Cuando llega el Papa a un aeropuerto, aunque sean tres distintos, como ayer en Davao, Bacolod e lloilo, el Pontífice se encuentra al bajar las escalerillas de su avión a la presidenta bajo su inconfundible sombrilla rosa, entonada con su vestido de seda, del mismo color. Cuando el Papa saluda al obispo del lugar, Imelda deja la sombrilla a su intendente, besa la mano de Juan Pablo II, le sonríe y le aplaude. Y copia sus gestos sin pudor. Por ejemplo, desde que el Papa se presentó en las chabolas de Tondo, en Manila, en autobús, Imelda Romuáldez sale del aeropuerto también en autobús, y no en su Mercedes. Y, como el Papa, se acomoda delante, en el primer asiento.Los periodistas escrutan detenidamente cada encuentro con el Papa para descubrir, quizás, un gesto de poca afabilidad hacia la primera mujer del país. Pero es difícil que la fina diplomacia vaticana caiga en la trampa. El Papa le sonríe siempre y, eso sí, en un gesto mecánico, idéntico, perfecto. Y cada uno por su camino. La gente se divide, como se dividen los fotógrafos que corren de un personaje a otro, y a ambos quieren tocar. Hemos podido ver con nuestros ojos quienes seguimos al Papa en su avión cómo la gente le besa las manos también a la presidenta. Y en las misas está puntual sobre el altar, siempre con su sombrilla: rosa la suya y blanca la del Papa. Y cuando puede, toma la comunión, acto que la televisión se encarga de transmitir abundantemente a todo el país. Pero a veces no le sale bien. Como, por ejemplo, en Cebú, que además es su tierra natal y su gran colegio electoral. Momentos antes de empezar la misa se anunció que el Papa deseaba privilegiar aquel día a los niños, dándoles sólo a ellos la comunión.

Pero la bella, ambiciosa y elegante presidenta está haciendo una formidable obra de captación. También ella se lleva detrás a su grupo de periodistas y ha llegado hasta tentar a un periodista papal, nada menos que al enviado del Corriere della Sera, el primer diario italiano. El periodista, fascinado, ha abandonado el avión papal en su gira interna por Filipinas y se ha ido con el avión de la First Lady. Hay quien dice, bromeando, que se trata de un pecado «reservado al Papa». Ayer, el periodista italiano se vio en un aprieto: en Bacolod perdió el avión paralelo. No queriendo humillarse volviendo al redil, se puso en contacto con la policía y en menos de una hora salía con un avión reservado para la próxima etapa del Papa, que sería lloilo.

Oportunismo electoralista

Para la presidenta, que se está haciendo gratis una formidable campaña electoral en su sueño de conquistarse la imagen de la Evita Perón del Asia, no se contenta con estar en cada estación papal allí, a su lado, sino que, como el Papa, responde a las preguntas que le hacen. En los aeropuertos se deja abordar sin escrúpulos por los periodistas. Ayer, cuando le preguntamos si no consideraba lo que estaba haciendo como una instrumentalización del Papa, dijo, mientras caminaba: «Pero, ¿quién puede instrumentalizar a la Iglesia? Lo que ocurre es que yo soy la primera mujer del país y tengo el privilegio y el honor de hacer de dueña de la casa en cada sitio al que llega el Papa». A quien, con cierta malicia, le preguntó qué diferencia existía entre su residencia presidencial y las chabolas de Tondo, le respondió sin pestañear : «Ninguna. En la presidencia estamos mi marido y yo, que pensamos en el pueblo». «¿Y en Tondo?», le recordó el periodista: «Pues el pueblo en el que nosotros pensamos».

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