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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reagan y El Salvador

LA PRESION directa de Reagan sobre sus aliados de Occidente para que modifiquen su política con respecto a El Salvador tiene la simpleza antigua de tratar el problema como una cuestión de buenos y malos; y el, alcance de extender esta forma de consideración a las otras cuestiones paralelas en el resto del mundo. El planteamiento es rudimentario, pero lo ha seguido tanto Haig en la OTAN como la misión en el país en guerra del secretario de Estado adjunto, Eaglerburger: la guerrilla recibe armas y fondos de la Unión Soviética, directamente o a través de países revolucionarios como Cuba, Vietnam y Etiopía. La Junta en el poder representa la única oposición viable a esa intervención y a esa revolución; por lo tanto, cualquier cosa que la debilite va en detrimento de la estabilidad y la solidez de Occidente. Incluyendo hasta la ayuda humanitaria al pueblo salvadoreño en forma de alimentos -que estaba enviando la Comunidad, y que ante esta presión ha suspendido-, porque dicha ayuda es capitalizada por la revolución. Cuaúdo Reagan describía en su campaña, electoral los «derechos humanos» como una trampa y un caballo de Troya no estaba engañando a nadie: anunciaba su política, que está obligando a seguir, además, a sus aliados . Las tesis europeas, sobre todo expresadas por Alemania Occidental, de que la solución de El Salvador habría que buscarla apoyando alas. fuerzas democráticas de los dos bandos,para que llegaran a un compromiso no tienen ninguna posibilidad de prevalecer, por el momento.El pueblo salvadoreño, como tantos otros de ese continente y de fuera de él, viene sufriendo larguísimos años de opresión que reduce las mayorías a la miseria más absoluta y da pie a la contestación revolucionaria. La Unión Soviética, habitualmente, viene utilizando esos estados defensivos con arreglo a las conveniencias de su política, fomentándolos o abandonándolos según sean sus relaciones globales con Estados Unidos, con Occidente o con sus necesidades de intercambio. Pero la constatación de esta realidad y del oportunismo de los soviéticos no empaña para nada la otra realidad de opresión y miseria.

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La gravedad del caso sobrepasa el tema concreto de El Salvador, el de Centroamérica o el de temas locales concretos: es la expansión de una filosofía política en todo el mundo afiliado a Occidente, que consiste en esta simplificación de buenos y malos, y en este culto a la eficacia inmediata por la vía de la violencia y de, la, contención, por la que se puede llegar a la aberración de considerar los derechos humanos como una trampa y como un enemigo. La aberración consiste en que, precisamente, toda la base moral y ética de Occidente está basada en estos principios desde los dos acontecimientos que configuraron moralmente el mundo contemporáneo, como fueron la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa; y que la guerra más grande del siglo XX se ha hecho precisamente en favor de esos principios y contra la negación, también en virtud de la eficacia, que representaba, el nazismo. El combate contra el comunismo que se está planteando Occidente consiste, precisamente, en hacer prevalecer esos principios contra esa forma -y cualquier otra- del totalitarismo. La ética: política es indivisible, y no se puede pensar que Hitler no tuviera razón en Europa si se piensa que lo que él representaba pueda tenerla en El Salvador, en Argentina, en Chile o en cualquier otro país. O siquiera en el ámbito mucho más reducido y mucho más oscuro de un calabozo cualquiera, que en un momento determinado puede contener toda la filosofía del mundo en esa materia. El rearme moral de Occidente debería pasar, sobre todo, por el fortalecimiento de lo que son sus principios básicos, y no por la adopción, en nombre de una eficacia, de los de sus enemigos. Eficacia que está por comprobar. Si estamos asistiendo a un derrumbamiento continuo del mundo comunista es precisamente porque la supuesta eficacia no ha prevalecido. Como no prevaleció la de HitIer.

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