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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Manipulación informativa

Aunque ya nos vamos enterando de lo que es el «tratamiento de la infórmación» y sus fines, no precisamente in, sino deformativos, por cuanto manipulador de la misma, con abierta tendenciosidad -aunque manoseada, la palabra viene «al pelo»-, hay veces en que todavía nos asombramos cuando un periódico de calidad técnica y de altura cultural, como el que el señor Cebrián, no sé si dignamente, dirige, lo hace tan burda y groserainente. Me estoy refiriendo al «tratamiento» del contenido del discurso que Su Majestad el Rey pronunció el día 6 con motivo de la Pascua militar (véase EL PAÍS del día 7).¿Es qué no era importante, a pesar de dedicar la portada y toda la página 13 a la noticia? ¿Es qué era muy largo un discurso que hubiera podido caber en la cuarta parte de cualquier página de EL PAÍS? ¿O es que a lo peor no le gustó y decidió, no sé si por propiá voluntad, pero me inclinaría a pensar que por indicación de alguien y hasta pudiera intuir quién inspiró a ese alguien, elegir (muy bien, por cierto) las frases más «convenientes» para su publicación? ¿Es ese el «trato» que da a todas las noticias que no le gustan? ¿No hubiera sido, digamos, más elegante publicar el texto íntegro y luego, por qué no, comentarlo e incluso criticarlo?

Como a usted le hubiera gustado decir: cuando se pide EL PAÍS, ¿qué se supone que se recibirá: un informativo o un catecismo? Me salto, por supuesto -por si acaso no lo entiende-, todo lo que en este caso conlleva de falta de respeto la mencionada manipulación, por ser quien es la persona que pronunció el discurso.

¿Ha leído la Constitución el señor Cebrián? ¿Ha llegado al artículo 20.1.d, primer párrafo, que recoge y protege el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión? Y, por favor, no se me diga que todo lo que se publicó lo dijo el Rey, porque ya lo sé; y porque la cuestión es que no todo lo que dijo se publicó, y no soy yo quién para enseñarle a usted las «cualidades» y «posibilidades» de las medias verdades, de los textos fuera de contexto, de los párrafos «entresacados». Acuérdese de la gran manipulación histórica de la frase de Karl Marx: «La religión es el suspiro de la criatura agobiada, el corazón de un mundo sin corazón, como es el espíritu de una época sin espíritu. La religión es el opio del pueblo». ¿No cabría aplicarla hoy, y esta vez, sí con el sentido que se le ha venido atribuyendo, a lo que EL PAÍS parece entender por «información»?

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Ya sé que todos «subjetivizamos» y, por tanto, también los periódicos, los datos objetivos que la realidad nos ofrece, pero acuérdese: savoir faire.

Aunque no aspiro a que usted publique la presente carta, en el caso de que lo hiciera le ruego que se abstenga de «tratarla», informativamente hablando. Pero, por si la publica -todavía quiezo creer en su categoría-, y la consicera «de contenido político», de lo, que, mire el señor Cebrián por dende, no discreparía yo del todo, le voy a decir algo que seguro le va a encantar: soy militar./ Teniente auditor de la Armada.

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