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La supuesta liberación del juez D'Urso sumió a Italia en una dramática jornada de confusión

Juan Arias

El juez italiano Giovanni d'Urso, secuestrado hace 32 días por la organización terrorista Brigadas Rojas, no había sido hallado anoche, a pesar de una jornada de increíble confusión en Italia, donde todos estaban convencidos de la liberación del magistrado. Un obrero accidentado en las afueras de Roma y el testimonio de un compañero suyo de que el cuerpo conducido al hospital era el de D'Urso bastaron para disparar los teletipos de las agencias de noticias. La liberación del juez saltó a las redacciones de los periódicos. Radio y televisión interrumpieron sus emisiones para dar la noticia, corroborada por algunas fuentes policiales y posteriormente desmentida por el Gobierno.

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La noticia de que las Brigadas Rojas habían decidido liberar al magistrado Giovanni d'Urso la dieron las agencias a las dos de la tarde. Los terroristas habían dejado su comunicado número 10 delante del teatro de la Opera y llamaron por teléfono al diario Il Messaggero para que fueran a recogerlo.Son cuatro folios. Lleva como título «Os devolvemos al verdugo D'Urso». En el texto, después de un largo análisis de lo que ha sucedido en estos 33 días, las Brigadas Rojas afirman: «La justicia proletaria consiente en un acto de magnanimidad. La sentencia se suspende y el prisionero queda en libertad».

Media hora más tarde llegó a la familia del juez otra llamada de teléfono en la que se decía que D'Urso se encontraba en la zona de Roma Valle Aurelia.

Los primeros periodistas que estaban en la puerta de la casa de la familia salieron corriendo. En Valle Aurelia encontraron a un obrero de la construcción que les dijo: « Una ambulancia acaba de llevarse a un hombre hacia el policlínico Gemelli. Era ciertamente D'Urso».

Fue esta la noticia que hizo correr al hermano del juez, Corrado, y a su abogado al hospital. Mientras tanto, radio y televisión seguían sin dar la noticia del hallazgo del juez, mientras a las redacciones de todos los diarios de la capital italiana llegaban a docenas las llamadas telefónicas que afirmaban que el magistrado se encontraba en los lugares más disparatados de Roma.

Con este baile de noticias se llegó hasta las ocho de la noche. En el policlínico Gemellí negaron a la familia D'Urso que el juez estuviera hospitalizado, pero sin que se pudiera saber quién había sido la persona que había llegado en ambulancia a aquella hora, y que el obrero Dámaso Chisa aseguraba que era D'Urso.

El líder radical Marco Pannella, que había hecho ya un primer comunicado en el que se afirmaba «no hemos vencido, pero sí convencido», volvió a transmitir por radio un nuevo comunicado durísimo: «Ahora temo», dijo, «que pueda morir con pastillas». Aludía al miedo de que el juez pudiese ser asesinado después de haber sido liberado, para hacer recaer el crimen sobre las Brigadas Rojas.

Mientras tanto, las fuerzas políticas, convencidas de que el juez había sido liberado de verdad, habían empezado a hacer declaraciones. A las redacciones de los diarios había llegado la locura. El país siguió minuto a minuto la información en el despacho del director de Il Messaggero, que tenía sobre su mesa la fotocopia del comunicado de las Brigadas Rojas en el que se anunciaba la liberación.

Las hipótesis eran varias: o se ha tratado de una escenografía de las Brigadas Rojas y el juez D'Urso aún no ha sido liberado, o la policía le está interrogando y se mantiene el secreto; o el Gobierno espera a dar el anuncio de la liberación a que se acabe en el Parlamento el debate sobre el terrorismo.

Antes de empezar ayer el debate parlamentario se tenía la certeza de que las Brigadas Rojas darían una sorpresa para condicionar la discusión. Y así fue. El discurso del presidente Forlani fue más bien gris. Intentó dar una de cal y otra de arena en el delicado problema de la publicación de los documentos. Alabó la firmeza de «la mayor parte de la Prensa» que se niega publicar y dijo que había que respetar la conciencia de quienes, «con tanta amargura dentro», prefirleron publicarlos.

Forlani dijo que el ataque de las Brigadas Rojas lo es «contra el sistema democrático, que tiene en el terroñirno un apéndice monstruoso». Afirmó: «No sé si podemos definir como una guerra esta sórdida trama, esta criminalidad feroz manejada por los enemigos de la democracia. Lo que puedo decir es que no seremos nosotros quienes nos arredraremos».

A quienes le habían criticado de pasividad les respondió diciendo: «Hemos hecho todo lo que estaba de nuestra parte sin indecisiones, pero también sin inútiles clamores».

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