Navarra, un reto para la democracia
Los acontecimientos que se vienen desarrollando en Navarra desde la restauración del sistema democrático están poniendo en evidencia algo tan esencial para la democracia misma como es su utilidad y eficacia para resolver aun los más graves problemas de convivencia y desarrollo político.Hoy, el contencioso mal llamalo Navarra-Euskadi subyace constantemente en todas las actitudes políticas de los partidos que representamos al pueblo de Navarra, y en algunos, como en el nuestro, es parte esencial de su propia existencia y contenido.
Esta realidad, ineludible para los que pretenden entender la crítica situación por la que, atravesamos, es desconocida por quienes insisten in plantear el problema de Navarra como algo ajeno a los propios navarros, entremezclando lo que es in simple problema político, en el que están legitimadas cualquiera le las opciones posibles, con filosofías monopolizadoras de Navarra, del navarrismo y del fuero, excluyentes de quienes desde el viejo reino defendemos nuestra participación en instituciones comunes rascas.
Aquéllos que intentan irraciotalizar la cuestión no reparan en utilizar todo tipo de medios que bnienten el viscerafismo entre los iavarros, incluso usando y abuando de nuestras propias instituciones forales. Sólo así se puede iomprender, por ejemplo, que la Diputación, con mayoría de UCD, emita al Parlamento Foral un proyecto de norma por el que se pretende prohibir que ondee la bandera vasca en nuestros ayuntantamientos (en muchos de ellos acordada su exhibición por referéndum le sus vecinos), con el único fin de liminar un símbolo, patrimonio le todos los vascos. Otro tanto se iuede decir de la oposición de XD y UPN a la oficialización del eusquera o de la reciente pretensión de nuestra Diputación de que el gobierno vasco elímine de su esudo el cuartel en el que figura el de Navarra, aprobado por el preautonómico Consejo General vasco, y que no representa ni puede representar tan sólo los límites territoriales de nuestra actual provincia de Navarra
La intransigencia de los políticos está haciendo mella en nuestro pueblo, y cada día que pasa la falta de cordura y la ausencia de todo diálogo entre las fuerzas políticas va preparando un caldo de cultivo, propicio para quienes utilizan la desazón y la impotencia con el fin de fomentar sus tesis radicales y revolucionarias.
¿Es consciente el Gobierno de UCD de las causas que supusieron que la coalición Herri Batasuna obtuviera en las elecciones municipales más concejales en Pamplona que en Bilbao, San Sebastián o Vitoria?
Crisis permanente
Es evidente que el desarrollo de los acontecimientos es preocupante, y a ello está colaborando de forma decisiva la crisis permanente de las instituciones rurales -Parlamento y Diputación-, que han visto reflejado en su funcionamiento tanto la división interna de UCD en Navarra comc, los gravísimos errores en que incurrió el Real Decreto de 26 de enero de 1978 que regulaba su actual forma de elección.
En este contexto se ha abordado por el Parlamento Foral el proyecto de bases, para lo que llaman el amejoramiento del fuero, y estos días hace lo propio con el proyecto sobre elección, composición y funciones de las instituciones forales.
Ni que decir tiene que los partidos mayoritarios, que hoy dominan el Parlamento de Navarra, no han caído en la sana tentación de desarrollar su imaginación para respaldar con hechos las peculiaridades forales que la Constitución del Estado dice amparar y respetar, al aprobar, con matices intrascendentes, unas bases que llevarán a Navarra a constituirse en una comunidad autonórnica uniprovincial.
Aquellos que, manipulando nuestro fuero pretenden presentarlo a los navarros como incompatible con el Estatuto de Guernika, no han podido poner en evidencia de mejor manera la inconsistencia de sus tesis, pues, contrariamente a lo por ellos pretendido, el resultado final de dichos proyectos hará ver a muchos que el navarrismo que propugnan sólo oculta, en muchos casos, la pretensión de aislar a Navarra de cualquier proyecto de unión vasca.
Pero en la discusión de los citados proyectos se está eludiendo, con demasiada ligereza, el verdadero trasfondo del problema que late en la sociedad navarra, de por sí dividida en dos opciones mucho más simples y globalizadas, como son las de quienes quieren cerrar todo lazo institucional entre la comunidad natural vasca, paradójicamente discutida por muy, pocos, y los que creemos que no sólo es posible, sino deseable para Navarra, nuestra participación en instituciones comunes con el resto de los vascos y, más concretamente, entre los cuatro territorios forales históricos.
Pertenencia a la comunidad vasca
Desde este sentimiento de pertenencia a la comunidad vasca, a ese pueblo que podría haberse llamado Navarra, Vasconia, Euskalerria o Euskadi, como ha quedado finalmente acuñado políticamente, y a través de las vías estrictamente democráticas -por consiguiente, pacíficas-, el PNV ha estado y está abierto a cuantos esfuerzos realicemos las fuerzas políticas para presentar a los navarros un proyecto que aglutine las voluntades de quienes creemos firmemente en la democracia para solucionar nuestros graves problemas, haciendo posible, en su momento, la previsión constitucional y estatutaria que regula el procedimiento para la libre determinación del pueblo de Navarra.
La fuerza de la democracia no está, ni puede estar, en la simple imposición mecánica de una eventual mayoría parlamentaria, y nuestro pueblo está ansioso de que se le presenten propuestas de solución y no viscerales disyuntivas sin otra alternativa. Con la aprobación de las bases de amejoramiento y democratización de las instituciones forales ha llegado el momento de quienes hasta ahora se han conformado con eludir el tema con vaivenes y devaneos desde una a otra opción, y, desde luego, ha terminado el tiempo de los que, en los extremos del espectro político, quieren imponer sus soluciones por encima de cualquier proyecto posible de entendimiento y diálogo.
Sólo los que desde su antivasquismo a ultranza o su solapado centralismo no quieren ni imaginarse una configuración del Estado distinta de la que hemos tenido hasta la fecha, pueden ver brujas, subterfugios, imposiciones y hasta imperialismos en los planteamientos que, como navarros y como vascos, deseamos para el futuro de Navarra como parte esencial del País Vasco.
Es hora de dejar claro, muy claro, que Navarra, al decidir su participación política en instituciones comunes vascas, estará ejerciendo su propio derecho de autogobierno y su soberanía foral. Y es absurdo mantener que Navarra puede pactar con el Gobierno central y, a la vez, negarle, so pretexto de perder su personalidad, la posibilidad de hacerlo con los otros territorios forales históricos, cuando este sí que podría ser un auténtico pacto foral.
Hoy podemos estar más cerca que nunca para solucionar un problema que se ha calificado por muchos como uno de los más graves del Estado; pero también, y ello depende de todos los partidos que representamos al pueblo de Navarra, podemos estar abriendo un foso infranqueable que agudice y convierta en permanente un foco de tensión en nuestra tierra.
El diálogo, la negociación y el convencimiento de que la frustración de una parte del pueblo de Navarra, en cualquier caso muy importante, sólo puede originar radicalización, marginación y desencanto, elementos más que peligrosos para la propia estabilización de nuestra democracia, deben llevarnos, con una perspectiva histórica abierta y realista, a trabajar desde ya en la búsqueda de una solución negociada que abra las vías al entendimiento y la racionalidad.
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