¿Que pasa en Galicia?
Los comentaristas políticos del centro y la periferia se hallan estos días atareados con el análisis de los resultados de la consulta celebrada el pasado día 21, referente al proyecto de Estatuto de Autonomía de Galicia.Desgraciadamente, una vez más, la superficialidad vence a la madurez; pero, con ser esto triste para un gallego, no lo es menos el comprobar que en el interior del país los análisis no son menos desafortunados y desconocedores de la realidad gallega que los realizados fuera de él. A no ser que lo que se persiga sea confundir y desorientar a nuestro pueblo para que termine creyendo que es menor de edad y acepte que otros se ocupen de sus asuntos.
El 21 de diciembre Galicia volvió a expresarse con gran claridad, pero esta vez su dureza ha sído de tal elocuencia que debería hacer meditar a todos los que han saldado su valoración de los resultados con un simplista: «Gallicia se desentiende de la política».
La abstención producida en esta ocasión no puede cargársele a la climatología. Tampoco la dispersión de la población (aliviada en esta ocasión con el transporte gratuito puesto por la Xunta) puede ser esgrimida como justificación.
No se trata tampoco, d,é desconocimiento del tema q ue se proponía. De autonomía se habla hace mucho tiempo en Galicia, y los principales acontecimientos políticos han tenido el Estatuto de Autonomía como referencia. La autonomía ha movilizado al pueblo gallego en múltiples momentos de su historia. Novecientos noventa y un mil cuatrocientos setenta y seis gallegos apoyaron el Estatuto en el plebiscito de 1936. Quinientos mil gallegos (es decir, la quinta parte de la población total de Galicia) salieron a la calle el 4 de diciembre de 1977.
Compárense estas cifras con los 449.098 votos obtenidos en esta ocasión, lo que representa escasamente el 21 % del censo.
De otra parte, la campafia ha sido corta, pero ha tenido «animadores».
El censo sigue sin ser actualizado y es conocida la dificultad que los emigrantes tienen para ejercer su derecho de voto. Es, sin embargo, difícil evaluar el porcentaje de error que pueda haber en los censos actuales. En cualquier caso parece exagerada esa cifra del 20% que se viene utilizando y que el ministro de turno maneja según convenga, sin que se tomen las medidas para corregir esa situación. No, en esta ocasión no se trata de nada de esto. El pueblo gallego ha dicho claramente a los detentadores del poder y a sus aliados que los plazos se acaban, que ya no cree en promesas.
Los dos últimos años han sido especialmente frustrantes para este pueblo resignado y callado, que puede parecer indiferente, pero que juzga y valora los hechos políticos, compensando su falta de información con una gran intuición, resultado quizá de su experiencia histórica.
«Aquí se muere de asco hasta el obispo».
Galicia no encuentra su camino o, mejor dichó, no le dejan. A estas alturas se expedienta a los maestros que enseñan en gallego a sus alumnos, niños de la zona rural donde nuestro idioma es mayoritariamente hablado.
La Xunta, oficina de empleo para UCD, ha caído tan bajo que será difícil que consiga alguna credibilidad aun en el caso de que tuviera competencias. Porque Galicia necesita medidas urgentes que frenen la crisis y rehagan su economía. La entrada en el MCE será mortal para el campesinado, al que ni se ha informado ni se le han dado altemativas. La industria naval y la pesca son otros dos sectores cuya grave crisis no ha preocupado a la Xunta, que ni siquiera ha imitado a otros organismos preautonómicos con la elaboración de un plan de urgencia.
Pero la consulta del día 21 ha mostrado algo más. El importante número de votos negativos en relación a la participación electoral, casi el 20% del total, demuestra que Galicia empieza a confiar en sus propias alternativas. Los más de 120.000 votos negativos corresponden a las organizaciones nacionalistas que se oponen a la autonomía por considerar que esto no es lo que precisa Galicia en este momento para salir de su atraso económico y, por tanto, lo que procede es creár las condiciones que permitan superar el marco autonómico. La distribución del voto per mite afirmar que han sido las organizaciones nacionalistas, y en especial la Mesa de Forzas Políticas Galegas, a la que pertenece el Partido Socialista Galego (PSG), quien se ha beneficiado de su introducción social en el país y de la corrección de sus planteamientos frente a la opción oficialista de UCD y los partidos del pacto del hostal AP, PSOE, PCG y PG, que ahora se disputan los votos obtenidos por el Estatuto, reivindicando cada uno de ellos para sí el «mérito» de la aprobación del mismo.
Una etapa nueva y difícil se abre ahora. Frente a los que opinan que en Galicia «nunca pasa nada», el pueblo gallego ha demostrado que algo está cambiando. Los próximos meses serán decisivos, pero es indudable que Galicia camina hacia su normalización política, considerada ésta desde un punto de vista únicamente electoral, como la adecuación entre la tendencia de voto y la adscripción socioeconómicas del electorado gallego. En este sentido no es aventurado vaticinar importantes cambios en la correlación de fuerzas, Io cual tendrá repercusiones a nivel de todo el Estado.
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