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Murió José Ignacio Prieto, renovador de la música religiosa

Fundó en 1910 la Schola Cantorum de Comillas

Con la muerte de José Ignacio Prieto, S. J., fallecido a finales del pasado diciembre en Gijón, desaparece una de las figuras más interesantes y activas del movimiento musical religioso. Nacido en Gijón en 1900, tenía ascendencia vasca por vía materna (los Arrizubieta), pero su formación y, todavía más, su carrera fue ampliamente internacional.

Lamote de Grignon, Lambert, Antonio Massana y Millet contribuyeron a la mejor orientación de Prieto, pero acaso fue el ejemplo del padre Otaño -discípulo por partida doble de Pedrell y Goicoechea- el que de modo decisivo iluminó los pasos del compositor, director, organista y musicólogo. En la tradición de los nombres citados se instalan preocupaciones que llegan hasta hoy: de una parte, el enlace con el pasado español que supone la polifonía de Goicoechea; de otra, la necesidad de situarlo a la altura de los tiempos . en una línea de «ordenada modernidad», como dice Sopeña; de una tercera, la incorporación de la sustancia popular a la música eclesiástica y la creación de un repertorio popularista de larga onda sin demérito de la calidad: «de intachable y admirable construcción y de inspiración sagrada indiscutible», como afirmaba Prieto de la obra de Otaño.

La Schola Cantorum

Cuando Otaño, cabeza visible y batalladora de la renovación musical religiosa en nuestro siglo, deja la Schola Cantorum de Comillas -que había fundado en 1910- le sucede José Ignacio Prieto, cuyas actividades en el puesto se prolongan hasta 1960., con un largo paréntesis romano como profesor del Instituto Pontificio de Música Sagrada.Miembro del Consejo Superior de Investigaciones Cientificas, de la Sociedad para la Renovación de la Música Religiosa, de la Internacional de Música Sacra de Francfort, al inicio de la década de los sesenta se incorpora al movimiento mundial de Pueri Cantori, al que incorpora las secciones de España y Japón. Desde 1969 dirigió la Coral de la Universidad de Madrid, con la que estrenó páginas de autores españoles de hoy.

Partituras profanas

Junto a la parcela religiosa, Prieto compuso muy valiosas partituras profanas, tal como la Sinfonía cántabra (que debiera programarse este verano en Santander, lo que, a buen seguro, ya habrá previsto el director del festival José Luis Ocejo), coros populares y suites orquestales.En el campo litúrgico destacan varias misas (entre ellas la Misa jubilar, a seis voces mixtas), numerosos responsorios y salmos. Y en el de la creación de espíritu sagrado, no atenido a la liturgia, debemos recordar las cantatas Pasce oves meas y La caída de Babilonia, así como el misterio representable Xavier, sobre la figura del santo jesuita.

El viaje más importante

Largos fueron los viajes de Prieto en misiones artísticas, pero ninguno tan importante como el realizado en 1954, de medio año de duración, para dirigir conciertos o interpretar recitales organísticos en Tokio, Osaka, Kioto, Nagoya, Fukuoka, Hiroshima, Yamaguchi y muchas ciudades más, en las que por primeravez se escucharon partituras como la Sinfonía sevillana, de Turina, o los Aires de danza, de Rodrigo, junto a otras de Massana, Ravel, Laló, Falla y el propio Prieto. Entre las publicaciones más notables y divulgadas merece citarse la antología de Tomás Luis de Victoria (Comillas, 1948), en la que el autor pretendió «facilitar a todos una edición manual y económica de las obras más conocidas» del gran polifonista abulense.

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