Asesinado en Roma un general de "carabinieri", responsable de la seguridad en las cárceles
Italia despidió el año bisiesto 1980 con un enésimo acto de violencia terrorista. Mientras treinta millones de ciudadanos se preparaban a brindar para que el año nuevo pudiera ser más tranquilo para este país golpeado también por la naturaleza con el duro terremoto que destrozó dos regiones pobrísimas del Sur, los diarios informativos transmitían, a las nueve de la noche la noticia de que el general de carabinieri Enrico Calvaligi, 61 años, brazo derecho del general Carlo Alberto Dalla Chiesa, la bestia negra del terrorismo, acababa de ser asesinado. Seis impactos de bala en la cabeza acabaron con su vida cuando regresaba a su casa con su esposa para celebrar la Nochevieja.
Le asesinaron dos jóvenes, de entre veinte y veinticinco años, que le esperaban en el portal de su casa con un paquete de Navidad en la mano, conversando con el portero, un ex carabiniere. El atentado fue reivindicado una hora más tarde por las Brigadas Rojas, telefónicamente a un diario romano, y más tarde a la agencia ANSA, por los Grupos Revolucíonarios Comunistas.La noticia del asesinato del general Calvaligi, que era responsable de la seguridad de las cárceles, se conoció mientras el presidente de la República, Sandro Pertini, leía a todo el país su mensaje de fin de año con un duro ataque a los terroristas, y horas después de que el ministro del Interior, Rognoni, satisfecho por la brillante operación de los cuerpos especiales de carabinieri en la cárcel de Trani, afirmase públicamente: «Ahora el terrorismo ya no tiene futuro».
Todos los observadores estiman que el atentado contra uno de los personajes más brillantes del arma de carabinieri es la respuesta sangrienta de las Brigadas Rojas a la operación de los carabinieri en la cárcel especial de Trani, que arrancó de las manos de los terroristas amotinados diecinueve rehenes.
En la misma jornada de Nochevieja, los diarios publicaron una noticia que dejó helados tanto a los políticos como a la opinión pública; el semanario más importante del país, L'Espresso, anunciaba lo que el diario Repubblica definía a toda página: «Gran golpe periodístico»: una entrevista con los hombres de las Brigadas Rojas que desde el 12 de diciembre tienen secuestrado al magistrado del Tribunal Supremo Giovanni d'Urso. En una nota distribuida a las agencias, L'Espresso anuncia que el sábado publicará la entrevista a las Brigadas Rojas que han respondido a 55 preguntas del famoso periodista, experto en cuestiones de terrorismo, Mario Scialoja. Junto con la entrevista, la revista publicará treinta páginas de los interrogatorios del proceso que las Brigadas Rojas están haciendo al famoso magistrado. Scialoja cuenta cómo llegó a este contacto con los terroristas. El semanario entregó todo el material, junto con una nueva fotografía del magistrado en la que aparece muy desmejorado, con barba larga y cara de enfermo, a la magistratura, pero anunciando que publicará todo. Horas después, el famoso periodista fue detenido por la policía en su casa invernal, en Alto Adigio, donde había ido a pasar la Nochevieja.
Cita en San Pedro
Según L'Espresso, el 19 de diciembre, siete días después del secuestro del magistrado D'Urso, .se presentó un joven en casa del periodista de la revista Giampaolo Bultrini, para anunciarle que estaba dispuesto a tramitar una entrevista por escrito con las Brigadas Rojas y de ofrecer el texto del interrogatorio que éstas estaban haciendo al magistrado secuestrado. Bultrini le dijo que el experto de terrorismo del semanario es Scialoja y concertaron una cita para el día siguiente en el famoso bar Canova.El joven se presentó puntual. El periodista pensó que se trataba de uno de tantos mitómanos. El emisario le insistió para que le diese las preguntas. Scialoja le pidió dos horas de tiempo. El joven aceptó y se citaron de nuevo en la plaza de San Pedro. El redactor de L'Espresso le entregó bajo la ventana del Papa las 55 preguntas, y eljoven desapareció. Pasan nueve días, y el 30 de diciemby Bultrini se encuentra de nuevo en la calle con el enigmático emisario, quien le entrega un sobre blanco grande sellado. Dentro estaban la fotografía del magistrado, las respuestas a Scialoja y los textos del interrogatorio al magistrado D'Urso. Sólo algunos pasajes de la entrevista y de los ínterrogatorios han sido revelados por L'Espresso. Los terroristas afirman: «Hicimos bien en matar a Aldo Moro», y añaden que rechazarán toda hipótesis de amnistía porque la lucha armada, dicen, seguirá «hasta que la banda democristiana no sea eliminada». Piden que se desalojen todas las cárceles especiales y que se libere a todos los prisioneros políticos. Y por lo que se refiere al magistrado D'Urso afirman que estará ya poco en cárcel y que «pronto será dictada sentencia». A los cien terroristas «arrepentidos», que están colaborando con las fuerzas del orden y la magistratura, y que han hecho posible el año pasado la detención de más de mil militantes extremistas y el descubrimiento de docenas de sedes de la organización repletas de armas y de documentos importantes, las Brigadas Rojas les apellidan con desprecio «cádáveres ambulantes».
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