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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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En el comienzo de un importante movimiento, municipal

La pasada semana nació jurídicamente, mediante su registro oficial, la Federación Española de Municipios, cuya constitución fue formal y solemnemente proclamada el 23 de junio pasado, por varios alcaldes de grandes municipios reunidos en Madrid.Más de doscientas corporaciones municipales de toda España, que ostentan la representación de aproximadamente catorce millones de habitantes de nuestras ciudades y pueblos, han decidido ya, mediante acuerdo de sus plenos, formar parte de la Federación, y serán desde hoy fundadores de esta asociación municipal. El período de incorporación de los municipios que lo deseen (los 8.000 alcaldes españoles recibieron ya por escrito la invitación y los estatutos) continúa abierto hasta la convocatoria de la primera e histórica asamblea general que tendrá lugar durante la primavera de 1981.

La primera idea que alentó este movimiento asociativo municipal' fue la creación de una sección española del Conseil des Communes d'Europe, organismo de honda tradición democrática en la representación europea de los poderes políticos locales. Trabajando varios alcaldes en esta idea inicial, nació entre nosotros la ilusión y la voluntad de crear una entidad de ámbito estatal que permitiera asociarse a «los municipios que voluntariamente lo decidan, para la defensa y promoción de las autonomías locales, y de acuerdo con lo previsto en la Constitución española y en los estatutos autonómicos».

Se constituyó así la Federación Española de Municipios, cuyos fines son el fomento y la defensa de las autonomías municipales; la representación de los intereses de las colectividades locales, en orden a la consecución de los objetivos políticos y sociales que les competen; el desarrollo y la consolidación del espíritu europeo en el ambito municipal, y finalmente la promoción y la realización de estudios para el mejor conocimiento de los problemas y de las circunstancias en que se desenvuelve la vida municipal.

Debo decir, en este momento, que, a pesar de contar con algunas adhesiones, especialmente gratas, de diversos municipios con mayoría de UCD, el partido del Gobierno aún no se ha pronunciado a favor del ingreso en la Federación, y sus grupos municipales habitualmente se están absteniendo o incluso votando en contra de tal ingreso en los plenos en los que están en minoría.

Cuantas veces he asistido en Europa a reuniones del Conseil, como representante de la sección española, he recibido en discursos, intervenciones y charlas, la ilusión de todos por la incorporación de España, y he oído las preguntas extrañadas y esperanzadas de los alcaldes de los. partidos de centro y de derecha de los distintos países europeos, integrados en sus respectivas secciones nacionales: ¿se han incorporado ya los municipios españoles de mayoría UCD?, ¿se ha pronunciado ya UCD a favor de la Federación? He tenido ocasión de relatar estas preguntas y este interés al presidente del Gobierno y al actual ministro de Administración Territorial.

Respeto profundamente la decisión de Unión de Centro Democrático, pero me permito apelar en estas líneas, como ya he hecho en muchas ocasiones de forma individual a varios de sus alcaldes amigos míos, a su probable sentido del Estado, para que abandonen reticencias, acepten los estatutos elaborados por todos y modificables democráticamente, y se integren con toda la ilusión (que me consta que tienen bastantes alcaldes y concejales de UCD), en esta bella y seria empresa municipal. Estoy profundamente convencido de que así será.

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La voluntad asociativa de gran parte de los municipios españoles, va a significar la puesta en marcha de un importante movimiento municipal, que juzgo de una gran transcendencia.

Dejando aparte, por supuesto, las críticas a la gestión municipal, tanto más estimulantes cuanto más rigurosas, y en muchos casos, sin duda, merecidas, no es casual que los añorantes de caudillajes y de dogmas hayan arremetido con su mayor empeño contra los ayuntamientos democráticos de uno u otro signo político. Con un sectarismo que sería increible si no procediera de quienes río usan el razonamiento como proceso habitual para formar opinión, claman ahora, incluso desde determinado tipo de Prensa, de difusión provincial, contra unas corporaciones atrapadas entre su falta de recursos (sin precedentes), y unas pavorosas necesidades urbanas, y frenadas por el anacronismo legal que las rige, y por la anquilosis administrativa adquirida durante años de desidia y de abandono. Esos que claman son los mismos, por cierto, que asistieron sin pestañear (o que protagonizaron incluso) al deterioro increible de nuestras ciudades, dotadas de panoramas urbanos semejantes a los del Africa pobre, o de horrendas construcciones y barrios, productos del desprecio hacia el ser humano y de un apetito de rapiña (cumplidamente saciado) que sintieron determinados propietarios del suelo urbano.

Con todas estas dificualtades heredadas, me atrevo a decir que quizá en el 90% de los casos, se está haciendo mejor gestión que nunca, y que la propia estructura democrática de la gestión es una causa fundamental en esta mejora. Los ciudadanos corroborarán o no con su próximo voto municipal esta afirmación, que, al no ser mi intención tratar de demostrar en este artículo, reconozco que puede ser tomada como subjetiva y no imparcial.

De cualquier forma, si en la mayoría de los casos las corporaciones actuales no han podido aún llegar a crear el sentido de la alegría de las ciudades, sí han significado, por su representatividad y su dedicación, la devolución al ciudadano de su dignidad como tal. La estructura democrática (y la grandeza institucional) de las corporaciones locales es un hecho que no podemos dejarnos arrebatar nunca, pues es el armazón de la democracia del Estado, y, a su vez, una de las consecuciones más queridas, y todavía más frágiles, de nuestra Constitución. La fe de la Europa democrática en sus instituciones locales, sólidas y firmes, fue una de las claves de la reconstrucción política europea de la posguerra.

Abandonar a las corporaciones locales (fundamentalmente a las de pequeñas ciudades y pueblos) a la fragilidad individual de los recién nacidos, sería hacer un pobre servicio a la necesaria fuerza institucional que ha de tener esa parte fundamental del Estado que es la administración municipal.

Un languideciente y ya condenado Instituto de Estudios de la Administración Local no puede bastarse por sí solo para el asesoramiento, la investigación y la ideación que precisan unos ayuntamientos, como los españoles, sin tradición de estudio, sin recursos y dotados de un personal generalmente no especializado. Cualquier empresa privada de las que trabajan con los ayuntamientos reúne diez veces mayor número de especialistas técnicos, jurídicos o económicos que el Ayuntamiento contratante. No parece ni medianamente sensato que los ayuntamientos recurran como mecanismo habitual de asesoramiento o de realización de trabajos altamente especializados, a equipos técnicos de consulta de carácter privado. Creo que, también por esta razón la asociación de los municipios es un servicio al Estado y una garantía de solidez del sector local, además de una expresión saludable de solidaridad entre nuestras ciudades.

El trabajo conjunto de las ciudades, integradas en la Federación Española de Municipios, va a significar, a mi juicio, un gran factor corrector de posibles desmanes en el censo de necesidades y en la distribución de recursos a las comunidades autónomas, más sujetas que los municipios, por su propia naturaleza, a subjetivismos, a lirismos y a desigualdades en la capacidad reivindicativa de las respectivas clases dominantes. Las ciudades, unidades fundamentales de convivencia, serán igualmente las unidades de racionalización y de integración del Estado. Yo me atrevo a pronosticar que las ciudades serán el gran factor de españolización permanente, durante el proceso descentralizador de desarrollo constitucional.

Sirvan estas consideraciones para saludar hoy, con una enorme ilusión personal, y con una enorme fe en el movimiento municipal, el nacimiento de la Federación Española de Municipios. Otra ocasión habrá para enlazarla y compararla con su antecesora histórica. Hoy finalizo pronosticando que en su seno va a haber discrepancias ideológicas, como expresión saludable de una sociedad plural y libre, pero que los intereses van a ser muy comunes, porque van a ser los de nuestras ciudades. Y defender juntos los intereses de las ciudades españolas va a significar, ni más ni menos, que una labor de Estado: la de homogeneizar, trabar y defender juntos los intereses de España.

Pedro Aparicio Sánchez es alcalde de Málaga, miembro del comité federal del PSOE y presidente de la Comisión Gestora de la Federación Española de Municipios.

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