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El alcalde de Nápoles pide que el Ejército controle el orden publicó en la ciudad

Juan Arias

Nápoles, capital del sur de Italia, centro comercial e industrial del Mediodía, está a punto de explotar bajo el peso del desastre producido por el terremoto. Es una ciudad qué va hacia la parálisis. El problema del orden público es tan grave, que ayer el alcalde comunista Valenzi pidió ayuda al Ejército: «Estamos en una trinchera», arfima un comunicado del Ayuntamiento, y añade: «La situación del orden público es preocupante. Pedimos una acción de vigilancia sobre toda la ciudad, también con el apoyo del Ejército, bajo el control del jefe de policía».

El diario Corriere della Sera afirmaba ayer, en primera página, que el drama de los 50.000 napolitanos sin casa «ha puesto a Nápoles en las condiciones de la última guerra mundial». Es una ciudad con 110 calles cerradas al tráfico, lo cual supone un caos increíble en una urbe ya habitualmente semiparalizada por el mismo. Mil bloques de casas han sido considerados peligrosos y 350 han sido ya desalojados a la fuerza por la policía.El último golpe de gracia lo ha dado el desplome del famoso Hotel de los pobres, en la plaza de Carlos III, donde hace unos días murieron bajo los escombros diez ancianos, después de que los expertos habían considerado el edificio «habitable». El hecho ha creado el pánico en la gente, que no se fía de los peritajes, y la preocupación en el Ayuntamiento, acusado al principio por la extrema derecha y por parte de la Democracia Cristiana de ser demasiado permisivo en la concesión de autorizaciones de desalojo a la gente, para resolver así «viejos problemas de la ciudad». Ahora es acusado de negligencia y homicidio» por lo ocurrido en la plaza de Carlos III.

A esto se han añadido los asesinatos cometidos en estos días por la camorra (la Mafia napolitana), las agresiones, las amenazas y las muertes por infarto de la gente que ha visto ocupadas sus casas a la fuerza por quienes llevan casi un mes durmiendo en los cóches o en los porches o enel puerto. Hay actualmente 193 escuelas ocupadas, de las cuales veintitrés han sido consideradas peligrosas pero de las que la gente no se quiere ir. Ha tenido que ser desalojado el gran hospital.

La oposición al alcalde comurusta, Valenzi, que en Nápoles está compuesta en gran parte por el partido fascista de Almirante, que obtuvo aquí el 22% en las últimas elecciones, no desaprovecha la ocasión para demostrar que ante una emergencia «los comunistas son como todos los demás: impotentes». El alcalde, por su parte, desde el primer día, había afirmado que el peligro más grande después del terremoto era Nápoles, porque aunque el número de muertos había sido menor que en otras zonas, el 60% de la ciudad había quedado dañada, y que en una población que cuenta ya habitualmente con 10.000 personas que viven en la calle y 300.000 que se tienen que arreglar para vivir sin trabajar, un hecho como el terremoto la hace ingobernable sin una ayuda inmediata y nacional.

Por otra parte, Nápoles es el corazón comercial e industrial de medio sur italiano. Si Nápoles se paraliza, se paraliza la economía de cientos de pueblos de las regiones limítrofes.

Las fuerzas de izquierda insisten en afirmar que el problema que está viviendo Nápoles es una ejemplificación de toda la crisis nacional

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Las comunidades cristianas de base, que en Nápoles están muy arraigadas, han apoyado las críticas del alcalde a la curia arzobispal, porque «no ha tenido el coraje de poner a disposición de los sin techo casas y conventos vacíos de su propiedad», y porque el cardenal Ursi no ha denunciado desde el primer momento la falta de socorro y la instrumentalización política que se estaba haciendo del terremoto, en una ciudad gobernada durante más de treinta años por los democristianos, a quienes la curia ha apoyado siempre.

Hay quien asegura que el drama de Nápoles servirá esta vez para que algo verdaderamente nuevo suceda en la política de este país. San Genaro, el famoso santo de la sangre, el día 16 no hizo el milagro. El cardenal dijo que es culpa de los pecados de la ciudad. Una viejecita le respondió: «Si no hubiera sido por él, Nápoles hubiese quedado aplastada como una pizza».

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