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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El futuro no es tan negro

EL INCREMENTO de los precios del petróleo fijado por los países de la OPEP en su reunión de Bali constituye un nuevo y desagradable recordatorio del poder de los vendedores de crudo. Los países industriales consumidores se encuentran con un obstáculo adicional para mejorar sus modestos ritmos de crecimiento y otras naciones en vías de desarrollo comprueban con desesperación cómo la factura del petróleo retrasa sus anhelos de mejora material e incluso cómo sitúa a varios de ellos más cerca de la insolvencia financiera. Sin embargo, la subida ha sido mucho menos dramáticá que lo sucedido en ocasiones pasadas, cuando un acontecimiento extraordinario, como es ahora la guerra irano-iraquí, sirvió de coartada a alzas espectaculares.El aumento acordado del 10%, con posibles revisiones a mediados de año, es el resultado de una serie de circunstancias. La guerra entre productores de petróleo se mantiene hasta ahora localizada, e incluso las exportaciones iraquíes conservan una relativa continuidad. Los países consumidores han conseguido reducir sus importaciones en un 6%, aproximadamente, en 1980, mientras almacenaban unas reservas estratégicas que han demostrado ser muy eficaces cuando se han reducido los suministros con ocasión de la guerra entre Irán e Irak.

Salvo en unos pocos días, el mercado spot no ha conocido tensiones. Además, el reciente acuerdo en la Agencia Internacional de Energía (AIE) de reducir los niveles de importación de crudos en un 10% en el primer trimestre de 1981 demuestra el propósito de los consumidores de continuar su política de conservación energética y de sustitución del petróleo por otras fuentes de energía. Por último, es preciso anotar la voluntad saudí de mantener su producción en tomo a los diez millones de barriles/día, cuando sólo necesitaría para financiar sus importaciones y sus ambiciosos, programas de desarrollo un caudal equivalente a un tercio de esa cifra.

Los aumentos de precio han sido por eso moderados, y ya se les califica «como un acto responsable que no ha supuesto ninguna sorpresa y que ha tenido en consideración las consecuencias económicas para la economía mundial». En el medio plazo, además, había que contar con las nuevas posibilidades que suponen los yacimientos de gas de la península siberiana de Yamai hasta las enormes reservas de combustibles sólidos escondidas en las Montañas Rocosas, junto a la continua y acelerada innovación tecnológica.

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Los efectos de la subida en el fiel de la balanza de pagos de España suponen (véase EL PAIS de 18-12-1980) unos 150.000 millones de, pesetas, casi el 1 % del producto nacional bruto en 1981 y el 37% de lo que se calcula que será la inversión pública en ese mismo año. Dicho en otras palabras: el incremento del precio del petróleo agudiza la necesidad de liberar recursos para aumentar las exportaciones, porque, de otro modo, España entraría con unas importaciones en las que el petróleo representará en 1981 un 35 % del total. Pero asimismo se necesita un replanteamiento razonable y público del programa energético.

En cualquier caso, el nuevo aumento del petróleo resultará muy inferior al registrado durante el segundo serústre de,1979 y el primero, de 1980, aproximadamente una cuarta parte, si no suceden acontecimientos extraordinarios. Este respiro permitiría, incluso contando con una ligera depreciación de la peseta, que el incremento de los precios de imp ortación sea en 1981 inferior al del año precedente, lo que es una buena ayuda a la hora de conseguir reducir los índices de inflación. De nuevo debemos lamehtar la ocasión perdida por el Gobierno a la hora de revisar los gastos de personal del sector público, porque con unas buenas dosis de decisión en este terreno y en el de la revisión de todos los precios administrados, la economía española podría haberse orientado hacia una senda de estabilidad relativa, necesaria para iniciar una recuperación real. Las condiciones exteriores de partida de 1981 se presentan, por lo menos, como menos malas que las de 1980, pese a la depreciación constante de la peseta en los mercados exteriores. Todo consiste, a pesar de las dificultades, en saber aprovechar esta circunstancia.

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