No se vota la política de UCD
El resultado del referéndum autonómico del próximo domingo es la culminación, en su primera fase, de un proceso autonómico sumamente anómalo: el proceso autonómico gallego. El pacto de modificación del Estatuto, firmado en el hostal de los Reyes Católicos, de Santiago, el 29 de septiembre de 1980, equiparó el texto gallego al vasco y catalán, pero no logró, obviamente, borrar la impresión que once meses de movilizaciones populares dejaron en la mente de la población, dirigidas por la oposición gallega, contra el «Estatuto de UCD».Aquel Estatuto fue un intento frustrado del partido del Gobierno de inaugurar en Galicia la saga de los estatutos de segunda categoría. La reivindicación central de esas movilizaciones fue la defensa de un Estatuto no discriminatorio para la nación gallega. La obcecación de UCD de recortar nuestra autonomía dejó, a pesar de la modificación posterior, como huella el sentimiento en amplias capas de la población de que la autonomía no va a funcionar en Galicia y que, en todo caso, es necesaria otra relación de fuerzas políticas para que el Estatuto sirva para algo.
Sin embargo, el 21 de diciembre el pueblo gallego no va a votar si o no a la política de UCD; va a decidir si Galicia podrá disponer de autonomía o el no, grave error.
El intento de los partidos del no de concretar en ese voto la oposición gallega a UCD, además de falsear el hecho electoral y confundirlo con las elecciones al Parlamento gallego, constituye un error muy grave, porque, en función del interés partidista de capitalizar «el voto de la frustración», pretende hacer pagar a Galicia y a la autonomía los errores de UCD.
Cuando el Partido Comunista de Galicia, el Partido Galeguista y el Partido de los Socialistas de Galicia-PSOE redactamos el pasado 4 de diciembre un manifiesto autonomista acabamos afirmando que votar si a la autonomía es votar sí a Galicia. No se trataba de una frase más; estábamos afirmando una verdad.
Lucha histórica
Si hay una constante en la historia contemporánea de Galicia es la lucha por instituciones políticas de autogobierno; junto con la defensa de la oficialidad. y normalización del idioma. Las manifestaciones más multitudinarias que jamás se hayan realizado en Galicia fueron por la autonomía: 4 de diciembre de 1977 y de 1979. Ninguna reivindicación política, social o cultural logró que se contasen por decenas y centenares de miles los gallegos que la apoyaban; consiguió, en suma, el poder de convocatoria de la lucha por la autonomía.
El 28 de junio de 1936, el pueblo gallego aprobó su primer Estatuto de Autonomía: no llegó a entrar en funcionamiento. El 21 de diciembre de 1980 es nuestra segunda oportunidad. Lo que votemos el domingo tiene una trascendencia histórica, no coyuntural. Por ello es fundamental que nos distanciemos, más allá de la tesitura política presente, pensando en el futuro, en el interés de Galicia, y no en el interés de partido, en la necesidad de superar testimonialismo e iniciar la reconstrucción nacional, no olvidando, por último, todo lo que hemos luchado, todos los esfuerzos pasados, por un objetivo que el domingo estará al alcance de nuestras manos.
Damos por hecho que el Estatuto se va a aptobar y que todavía no se han creadb las condiciones para absorber la abstención estructural, fruto de un sistema político donde el aparato y el modo de hacer política del caciquismo detentan posiciones dominantes. Con todo, desde que se inició la campaña, los porcentajes previstos de abstencionismo no hicieron más que aumentar, para preocupación de todos los partidos, durante la primera semana de actividad electoral.
La campaña institucional
Está claro que la campaña institucional -las fuerzas de la oposición reivindicamos el derecha a un control pluralista de esa campaña, a lo que UCD se negó- no está ayudando a que la gente participe. La gran mayoría de los partidos ya hicimos notar su carácter comercializado, falto de seriedad política y de convencimiento autonomista, galleguista, la cantidad asignada a la campaña institucional gallega resultó muy inferior, a la empleada en los otros referendos autonómicos. En esta línea de despreocupación, el partido del Gobierno casi se está absteniendo de hacer campaña por el sí, cuyo peso está recayendo en los partidos de izquierda y galleguistas.
Todo lo dicho ayuda a comprender el porqué de la frialdad gallega ante el referéndum, pero no soluciona el problema. En la segunda semana de la campaña (que debió tener una duración de veintiún días) estamos intensificándola, haciendo el último esfuerzo para que, a pesar de los pesares, Galicia vote el 21 de diciembre como. votó el 6 de diciembre de 1978 la Constitución. Hay indicios de que esta batalla por sustituir las insuficiencias de la campaña institucional por parte de los partidos y medios de comunicación social está dando sus frutos.
En la medida en que seamos capaces de hacer comprender a los gallegos que son necesarios todos los votos, que está en juego el futuro nacional de Galicia, la única posibilidad real de romper con el centralismo; en la medida en que se comprenda que se vota no a favor de tal o cual partido, sino en favor o en contra de la autonomía de Galicia, de Galicia en suma, y que fuera de la vía autonómica (hacia un Estado federal, en nuestra opinión) no hay otra alternativa de liberación nacional, Galicia votará masivamente, Galicia votará afirmativamente.
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