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Gravísimo uno de los miembros del IRA en huelga de hambre en el Ulster

La condición de dos de los presos en huelga de hambre en Irlanda del Norte desde el pasado 27 de octubre se ha deteriorado. Uno de ellos, según Mckenna, parece al borde del coma. El cardenal O'Fiaich, primado de Irlanda, ha suplicado a la primera ministra británica una iniciativa que pueda «evitar la tragedia».

El Ministerio de Irlanda del Norte organizó ayer una conferencia de Prensa para corresponsales extranjeros. En ella, el Gobierno volvió a afirmar su decisión de no ceder ante las presiones de los reclusos republicanos que quieren un régimen de presos políticos. Sin embargo, el ministro de Estado para Irlanda del Norte, Michael Allison, declaró que «si los presos en huelga de hambre están realmente sólo interesados en la cuestión de las condiciones de vida en la prisión y ceden en su protesta, encontrarán que mucho de lo que exigen está ya a su disposición».Aunque, las autoridades británicas no alimentarán a la fuerza a ninguno de los reclusos para mantenerlo con vida, la práctica habitual es que cuando uno de estos presos entra en un estado de inconsciencia, entonces se le alimenta hasta que recupera sus facultades mentales, para poder tomar así con plena responsabilidad una última decisión sobre su propia vida.

El Gobierno británico piensa que si muere alguno de los reclusos de Maze producirían actos terroristas esporádicos, limitados principalmente al terrorismo del Ulster. En Irlanda del Norte, los permisos de los policías han sido cancelados hasta nueva orden, pero el Ejército se mantiene en una situación de normalidad.

Los primeros en morir podrían ser Sean, Mckenna y Thomas Mckearnney, condenados a veinticinco y veinte años de prisión, respectivamente. El último parte médico índica un repentino deterioro del estado de Mckearnney, quien, como Mckenna, ha empezado a quejarse de fallos en la vista. Sin embargo, ambos siguen negándose a que les sea aplicado ningún tratamiento médico.

Danny Morrison, del Sinn Fein Provisional, visitó el miércóles a Mckenna, a quien encontró ciego y esquelético, pero con la mente clara y una firme determinación de seguir adelante con su protesta.

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