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Los fiscales de Pekín imputan las purgas militares a la "banda de los cuatro"

Los tribunales civil y militar de Pekín, que juzgan a los máximos responsables de la revolución cultural, examinan estos días el crudo período de luchas civiles y purgas políticas que se produjeron en China durante la segunda mitad de la década de los sesenta. Encarcelamientos y torturas a diversas personas, persecuciones a 120 oficiales y jefes de la Marina y un choque entre dos organizaciones obreras en Shanghai, el 29 de diciembre de 1966, constituyen algunos de los casos tratados ayer.

Desde el punto de vista jurídico, las garantías formales que rodean el proceso de Pekín distan mucho de las que habría en países democráticos, y por ello siempre queda la duda de saber si los acusados son realmente culpables de las imputaciones que les hace el fiscal, e incluso del valor mismo de lo que hoy se presenta como acusación.Pero, por encima de las responsabilidades personales, histórica y políticamente, es evidente que cada audiencia del proceso de Pekín es un retazo del dramático enfrentamiento que sacudió a este país.

Ayer finalizó el interrogatorio del general Li Zuopeng, comisario político de la Marina, quien reconoció, visiblemente nervioso, haber impulsado la denuncia, destitución o encarcelamiento de 120 oficiales y jefes. Este hecho constituye sólo una parte de la purga llevada a cabo en las fuerzas armadas, que afectó igualmente al Ejército y la Fuerza Aérea. Con la audiencia de ayer a Li Zuopeng, ya son tres los acusados cuyo interrogatorio y prueba testifical se considera finalizada.

En cuanto al juicio civil, el ex viceprimer ministro Zang Zhunquiao, considerado como el cerebro de la banda de los cuatro, mantuvo ayer su mutismo absoluto y su aire de desprecio al tribunal, mientras se examinaban sus implicaciones respecto al choque ocurrido en las calles de Shanghai a finales de 1966, que la fiscalía considera instigado por él y en el que resultaron heridas 91 personas. Zang Zhunquiao no contestó una palabra a cuanto se le preguntó, al igual que hiciera en una audiencia de la pasada semana.

Por otra parte, la televisión dedicó ayer un amplísimo reportaje al juicio de Jian Quin, viuda de Mao, celebrado el día anterior, relacionado con la investigación, encarcelamiento y muerte del ex presidente de la República, Liu Saoqi. El cocinero de este último, que fue una de las once personas detenidas igualmente por el mismo caso, actuó como testigo para declarar que una noche fue detenido sin saber por qué, le interrogaron continuamente para inducirle a denunciar a LIA le acusaron de haber facilitado la transformación del presidente en revisionista por la buena comida que le preparaba, le tuvieron seis años en la cárcel, y un buen día le pusieron en libertad, también sin saber por qué. El cocinero terminó su aserto pidiendo venganza contra Jian Qin.

La actitud de esta última, respecto a éste y otros testimonios parecidos, es la de manifestar que no recuerda si ella intervino en esos casos o no. Y cuando admite algo, emplea contestaciones como ésta:

Fiscal. Jian Qin, tú acusaste a la compañera de Liu Saoqi de ser una agente de la CIA.

Jiang Qing. Cuando vosotros lo decís, será verdad.

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