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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La neoderecha

La neoderecha española no es, naturalmente, la que pasea banderas por Madrid con voluntad de llamas, la nueva derecha no es -mucho menos- el mimetismo colegial, con las planillas sucias, que vive de los últimos ensayistas reflorecidos entre la burguesía francesa, y que lucen en el escote de las librerías de París como las joyas de Bokassa en el escaparate de las damas parisinas. La neoderecha española, que ahora se rearma intelectualmente, sociológicamente, es la vieja derecha de siempre, que empieza a reagruparse en torno de un líder de paisano, pero con panoplia en casa.Si el siempre insuficiente Alfonso Osorio ni siquiera llega a calzarse los patines de ruedas con que la new wawe se pasea hoy por Pachá y otras discotecas madrileñas, como por el Studio/ 54, de Barcelona (gogós/travestí y Violeta la Burra invitándome a ryalcao en la barra), esto mejora por contraste la imagen de Fraga. Si el presidente Suárez tiene que soportar en Sevilla a un correligionario passado y ripiante, y luego AP chupa votos en la «tierra sin pan» de Buñuel, esto engorda la imagen de Fraga. Si las esbeltas fuerzas amenazantes y la guerra de las plazas (Oriente contra Dos de Mayo) se convierte en la guerra de los mundos, la epopeya del espacio político y el encuentro de la derecha/derecha en la tercera fase con fijador para el pelo, esto también engorda la ya crasa imagen de Fraga, que no tiene sino repartir a continuación unas palabras medianamente cultas, modernas, sensatas, enérgicas, oportunas, oportunistas, para aparecer como el hombre providencial, el español/milagro y el dictador legal con traje de rayita.

Sólo que descubrir hoy a Fraga en la manigua de la política española, es tan gracioso como ir al zoo de la Casa de Campo y descubrir al elefante, cuando ya estamos políticamente creciditos, y asombrarse de su tamaño, de su trompa y de su supervivencia municipal en un universo que ha reducido considerablemente las dimensiones. Decía Nietzsche que una generación no es sino el rodeo que da la naturaleza para alumbrar un genio. A lo mejor la democracia, la transición, la reforma y la cosa no han sido sino el rodeo que ha dado nuestra naturaleza caída para descubrir a Fraga, que lo descubrió Franco hace varios siglos.

Creíamos que era asimismo una especie a extinguir, una raza política inadaptable a los nuevos ecosistemas democráticos, pero resulta que son los nuevos ecosistemas los que se están adaptando a Fraga. Rafael de Penagos ha grabado con voz inteligente lo mejor de la poesía de Quevedo, y me lo envía en cassette. Hay en esta cassette poemas por los que Fraga habria encarcelado al clásico, al grito de «Quevedo es mío». Cuando este periódico le recuerda a Giscard con perfidia la fina institución de la guillotina, Fraga es el hombre que quizá no vacilaría en reimplantar la pena de muerte. La democracia va perdiendo espacio político y se va quedando en espacios vecinales. Vázquez-Montalbán, Aute y Ovidi Montllor se lo hacen en Tábano de retroironía. Pero Herrero de Miñón, Landelino y Alvarez/Alvarez ya han comprado en el Rastro, este domingo, la cicuta y el puñal de teatro para dimitir al César de la Moncloa; en las redacciones/ matadero se trocea amorosamente a Carrillo/Tamames, echando a la basura los menudillos marxistas y, cuando se produzca el tan deseado vacío de poder sólo tendremos a Fraga. Fraga, mientras todo esto ocurre en Madrid, alterna en el Ateneo con Solé Tura, Roca i Junyent y Peces-Barba. Yayo Aparicio organiza la movida del personal en La Vía Láctea, pero esta semana vuelve Fraga II, como vuelve Supermán II, ambos con mucha marcha Warner/coca-cola. IIya Salkind cuida los efectos especiales de Superfraga. Qué vieja es la neoderecha.

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