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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones y lecciones en Andalucía

LAS ELECCIONES senatoriales en Sevilla y Almería han confirmado la tendencia abstencionista que comenzó a cobrar fuerza desde el referéndum constitucional en toda España. Es cierto que el subordinado papel de la Cámara Alta en el proceso legislativo y la cómoda mayoría de UCD en su seno restaban interés a estas elecciones parciales. Sin embargo, la masiva deserción de las urnas de sevillanos y almerienses se ha producido después de que el partido del Gobierno y la oposición se esforzaran por subrayar la importancia orientativa y simbólica de esta consulta. Porque estas elecciones parciales al Senado fueron de alguna forma transformadas en vehículo de expresión del veredicto popular acerca de la política autonómica de unos y de otros desde el referéndum del 28 de febrero hasta ahora.La izquierda de ámbito estatal ha salido mejor librada del diluvio abstencionista. José Cabrera, nuevo senador socialista por Sevilla y destinado a una prometedora carrera política por su honestidad y su talento, ha obtenido sólo 12.000 votos menos que Plácido Fernández Viagas, su antecesor en el escaño. Aurora León, aspirante comunista, ha logrado unos 18.000 sufragios menos en la misma provincia que Manuel Benítez Rufo en 1979. Los dos triunfadores por el PSOE en Almería tampoco han quedado muy rezagados respecto a los resultados obtenidos por los socialistas hace año y medio. En cambio, tanto UCD como el PSA han naufragado de manera espectacular en Sevilla -y los centristas también en Almería-. Baste con señalar que, los centristas han perdido 141.000 votos en Sevilla y 42.000 en Almería, mientras que el PSA ha pasado en Sevilla de 115.000 sufragios a 51.000.

El Gobierno y su partido pagan así las incoherencias y caprichos de su estrategia autonómica, sus arrogantes planteamientos del referéndum del 28 de febrero y la pirueta circense del triple salto del 151 al 143, de éste al 144 y de éste, otra vez, al 151. Es posible que gran parte de los abstencionistas hayan sido votantes decepcionados del centrismo que en el futuro puedan engrosar los votos de Alianza Popular (que en esta consulta ha mejorado ligeramente sus posiciones en términos absolutos).

De otro lado, el revés sufrido por el PSA, que apostó en su día todas sus cartas al nacionalismo andaluz, tal vez pueda explicarse por el hecho de que ya es demasiado visible su instrumentación por UCD y demasiado arbitrarias muchas de sus posturas políticas.

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Las repercusiones que esta nueva tragedia andaluza puede tener en el Gobierno, en su política y en su partido no pueden quedar circunscritas, a un rápido análisis electoral, ya que se relacionan con los demás factores de crisis dentro del centrismo. Para el PSOE, el éxito en Sevilla y Almería puede tener efectos euforizantes. Pero su resonante triunfo en términos porcentuales no debe hacer olvidar que, en términos absolutos, sus votos no han progresado y que el abstencionismo en estos comicios se corresponde quizá con ese ejército de reserva de votos dubitativos e indecisos que UCD desplazó en su favor, a última hora, en marzo de 1979. La tentación de extrapolar los resultados de anteayer a todo el territorio nacional y a la convocatoria de unas elecciones generales es tan comprensible como peligrosa. Una victoria en las urnas a costa del crecimiento galopante de la abstención significaría a la larga una derrota de las instituciones democráticas, pues sólo la participación ciudadana proporciona a éstas vida y sentido.

Pero, con todos los matices que se quiera, hay en la jornada electoral una lección digna de tenerse en cuenta. Se trata de subrayar que los socialistas pueden ganar en este país unas elecciones y legar al Gobierno a través de las urnas, tal y como ha sucedido y sucede en otras naciones civilizadas. Fórmulas como un Gobierno de coalición, con el PSOE entrando por la puerta falsa y bajo hegemonía centrista, o como un Gobierno de gestión, surgido de un escotillón extraconstitucional y sacado con fórceps por zascandiles incapaces de aceptar que el primer mandamiento de una democracia representativa es la mayoría electoral, no sólo gangrenarían nuestro sistema político, sino que perjudicarían a los propios socialistas. El fatalismo que algunos dirigentes socialistas exhiben respecto a las posibilidades de un triunfo electoral del PSOE, paralelo a su incontinente impaciencia para llegar al poder ejecutivo cuanto antes, y de cualquier manera, debe ser por eso arrumbado. La alternativa democrática es posible en este país si los llamados a protagonizarla la hacen posible. Andalucía puede ser en eso un ejemplo a tener en cuenta.

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