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Más de 100.000 personas sufren cada día los ruidos constantes del aeropuerto de Barajas

Cada vez que un avión despega o aterriza en el aeropuerto de Barajas, los 100.000 habitantes de San Sebastián de los Reyes y Alcobendas contienen el aliento a la espera de que las vibraciones acaben por despegar los cristales de la ventana o la lámpara que cuelga del techo acabe, por desprenderse. Contando con que esta situación se produce una media diaria de 339 veces, es fácilmente explicable el que las corporaciones locales de ambos pueblos hayan exigido a la Administración central la toma de medidas inmediatas para terminar con un problema que, en menor medida, afecta también a Coslada y San Fernando de Henares.

Sin embargo, y por extraño que pueda parecer, hasta el momento no existe ningún estudio sobre la repercusión ¿el fuerte ruido al que se ven sometidos los habitantes de estos pueblos, ni siquiera del nivel de decibelios que se produce cada vez que hay movimiento de aviones en el aeropuerto internacional de Barajas. Hasta ahora, la única iniciativa en este sentido corresponde, al Ayuntamiento de Madrid y al Instituto Torres Quevedo, con un estudio iniciado hace cinco meses, que estará terminado a finales de 1981.Adolfo Conde, alcalde socialista de San Sebastián de los Reyes, asegura que hay soluciones técnicas, poco costosas, que podrían acabar con las tensiones nerviosas producidas por los ruidos que sufren, no solamente sus convecinos, sino los de todos; los pueblos próximos que, en menor medida, se ven sometidos diariamente a un ruido superior a los treinta decibelios que permiten las ordenanzas municipales.

El alcalde de San Sebastián asegura que tanto él como el alcalde de Alcobendas, el también socialista Carlos Muñoz, antes de plantear posibles soluciones han contado con la asesoría de la Asociación de Pilotos y especialistas de la Escuela de Ingenieros de Aeronáutica. Así, para los dos alcaldes, la solución pasaría por que el tráfico aéreo que utiliza la pista paralela, a la terminal realice sus despegues y aterrizajes por la otra pista -hay dos cruzadas en forma de aspa que se eligen en función de la orientación de los vientos- durante la noche, o bien que el radiofaro y la pista sean desviados hacia el norte, de forma que los aviones no sobrevuelen Alcobendas y San Sebastián, sino que pasen sobre el pasillo industrial situado entre La Moraleja y Alcobendas.Adolfo Conde se conformaría con que, al menos, se suprimieran los despegues por la pista mencionada, ya que es el proceso más ruidoso. «Los pilotos debieran realizar maniobras antirruido, según las normas internacionales de aviación, pero éstas no se respetan».

Pero lo que más asusta a ambos alcaldes es la posibilidad de que un avión pueda caer sobre la población. «Sabemos que el peligro es remoto, pero, aunque sea así, habrá que tomar alguna medida de seguridad. Luego, cuando ocurra una tragedia, todo serán lamentos y condenas, pero las soluciones hay que ponerlas antes». La aplicación de estas soluciones las han pedido ya hace más de un año al Ministerio de Transportes y Comunicaciones. «Pero falta deelsión», se lamentan, «y vamos a empezar a presionar con los parlamentarios».

Transportes: "Mediremos el ruido el año que viene"

José Luis Barrera, jefe del gabinete técnico del organismo autónomo de Aeropuertos, asegura que, desde el pasado año, está esperando un estudio sobre las repercusiones del ruido del aeropuerto que, hace un año, se comprometieron a realizar los alcaldes de San Sebastián y Alcobendas. «No lo han traído todavía y no sé el motivo. Lo que puedo decir es que hay una partida de unos diez millones de pesetas en el presupuesto del próximo año, con lo que podremos medir el ruido y estudiar las posibles soluciones».

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Problemas irresolubles

De las propuestas hechas por los alcaldes, la que le parece más viable es la de modificar la ruta de la segunda pista. «Pero el tráfico no se puede reducir en ningún momento y también es impensable en la construcción de un segundo aeropuerto antes del año 2000. mientras, se pueden controlar las nuevas construcciones de viviendas en la zona, en el sentido de que estén preparadas para aislar los ruidos, pero poca cosa más podemos hacer». Añade después que el tráfico del aeropuerto ha crecido durante los últimos tres años de una manera notable, ya que solamente durante el pasado año se movieron en el aeropuerto de Barajas un total de 124.000 aviones, con 10.500.000 pasajeros y 145 millones de kilos de mercancía.

«No podemos obligar a aplicar normas antirruidos porque no tenemos base legal para ello», dice José Luis Barrera, «ni tampoco podemos hacer que los pilotos hagan extrañas curvas porque se negarían, lógicamente, a hacer maniobras peligrosas. Cuando el próximo año tengamos una información realista y detallada, pasaremos a tomar medidas, e insisto en que la más lógica me parece la de desviar el radiofaro, hacia el norte».

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