Los pasos acelerados de Polonia
DOS PASOS importantes de Polonia en su delicado proceso de cambio han sido el nombramiento de un católico para el puesto de viceprimer ministro encargado de Asuntos Sociales (es decir, de todo el contencioso de los trabajadores con el régimen) y la petición de ayuda económica a Francia, muy bien acogida -naturalmente- por París. A estas dos significativas tomas de postura cabe añadir las restricciones checoslovacas contra los viajeros polacos (siguiendo el ejemplo de Alemania del Este), la suspensión de grandes obras públicas (sesenta proyectos de primer orden) que contaban con ayuda soviética, el nombramiento de doctor honoris causa de la Universidad Católica de Lublin al escritor (exíliado, anticomunista) Czeslaw Milosz, reciente premio Nobel de Literatura. Y en la última reunión de la comisión mixta de los obispos y el Gobierno, una alusión clara a que «Polonia está en condiciones de resolver todos sus problemas por sus propias fuerzas»; casi en el mismo momento, Giscard d'Estaing decía públicamente al nuevo embajador polaco que.presentaba sus cartas credenciales como preludio a la visita del vicepresidente del Gobierno polaco, Jagielski: «Polonia debe encontrar por ella misma y en ella misma la solución de sus problemas». Y cuatro ministros relacionados con la situación social caían, para dejar paso a los que nombre el nuevo viceprimer ministro, Ozdowski. La aceleración del proceso de cambio es, por tanto, muy considerable. Parece indicar que no hay resistencia ninguna por parte del partido y de las altas autoridades del país al proceso abierto por los obreros, que siguen obteniendo toda clase de bazas (el cese del gobernador de Czestochowa, por ejernplo, forzado por la huelga en 155 fábricas dirigidas por los sindicatos Solidaridad). El papel que parecen representar estas autoridades, ahora, es el de medir los pasos, el de tratar de sujetar la situación para que no vaya más allá de los límites de lo posible, en lo que está colaborando la Iglesia católica, vanguardia visible de la oposición. El régimen comunista está en plena descomposición; se adivina -por otras situaciones, por otros ejemplos históricos- que algunos dirigentes están enterarriente del lado de la oposición, que otros tratan ya de colocarse con vistas al futuro, y que los más, conspicuos no se atreven a sacar ninguna fuerza de la flaqueza de su posicion.
El futuro, no obstante está sin escribir. Existe la sensación de que Polonia está viviendo al día su.aventura, sin saber de qué color pueda ser mañana, matizando su necesidad de independencia y de proclamación de libertades con la inquietud cle una acción de fuerza por parte de Moscú. Hay, naturalmente, toda clase de pronósticos más o menos basados en cálculos de posibilidades. La versión de que la Unión Soviética no puede asistir impávida al principio del desmoronamiento de su imperio en Europa, y que incluso el temido acuerdo con Reagan para un cierto reparto del mundo podría incluir, en primer lugar, manos libres en Polonia (con una tormenta de palabras americanas, claro, pero sin ningún hecho concreto) es una de las más frecuentes entre los pesimistas. Pero la idea de que lo que ha sucedido en Polonia, y lo que está sucediendo cada día, es algo irreversible, y que el regreso de un régimen comunista tendría que ser con una dictadura sangrienta que ya no parece probable en estos tiempos, prevalece en círculos cada vez más amplios.
Lo que es un indicio seguro para el porvenir inmediato es que el caos económico no va a tener fácil arreglo. La escasez de todos los productos básicos, el crecimiento del paro -palabra insólita en una sociedad comunista-, que ahora va a aumentar como consecuencia de la suspensión de obras públicas, el mal funcionamiento de todos los trabajos y servicios, no los va a resolver fácilmente ningún Gobierno; y aunque llegara a producirse un cambio de régimen, esa terrible herencia duraría muchos lustros y produciría una inestabilidad política considerable.
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