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Entrevista:

"Los empresarios te piden más libertad, pero sólo de boquilla"

En su vida pública se le considera mejor gestor que político. En su vida privada casó con Ana de Peñalosa Isuzquiza, segoviana de familia histórica y rancia, con quien tuvo dos hijas. Hace gimnasia todas las mañanas antes de ir a su trabajo. En sus ratos libres colecciona sellos -es encomiable, dicen, su amor a los timbres y pólizas-, así como armas blancas de lugares exóticos. Le falta medio estómago, come poco y lee mucho, y el domingo -«qué lástima que no pueda ser ahora dominguero», ha declarado a EL PAIS- trata de pasear un poco por el campo. En agosto pasado, para matar el tiempo en paro «que es eterno», recorrió a pie la sierra de GuadarramaPregunta. ¿Qué previsiones tiene el Gobierno para la economía española en 1981?

Respuesta. Nuestras estimaciones para el próximo año se centran en torno a un crecimiento real que esperamos se acerque al 2,5%, apoyado por una cierta reanimación de la inversión y un comportamiento de los precios al consumo situado entre el 13% y el 14%. Ello supondrá que el paro seguirá aumentando en 1981, aunque con cifras apreciablemente menores a las registradas en 1980. Y esperamos que la balanza de pagos del próximo año se comporte de forma similar a la de este año, que cerrará con un déficit cercano a los 5.000 millones de dólares.

Todo esto, por supuesto, está sujeto a la incertidumbre de lo que pueda ocurrir en los mercados del petróleo y a la evolución de la economía mundial.

P. ¿Qué estimaciones tiene para el medio y largo plazo?

R. Más allá de 1981 las previsiones son muy difíciles en las circunstancias actuales. Si no hay cambios dramáticos en la economía mundial, podríamos alcanzar en los años 1982-1983 un crecimiento situado entre el 4% y el 5%, que son las cotas que nos permitirían una detención en el crecimiento del desempleo e, incluso, el comienzo de una reducción del mismo.

P. ¿No le parece que nuestra economía podría crecer al 4%-5% sin crear ningún empleo, aumentando la productividad y sustituyendo mano de obra por capital?

R. Nuestra experiencia histórica, desde luego, demuestra que por encima del 4% la economía española es capaz de generar empleo. Aunque España ha generado muy pocos puestos de trabajo, incluso en los años de fuerte crecimiento, estoy seguro de que el objetivo previsto del 4% creará empleo. No tengo muchas dudas al respecto.

P. ¿Considera que hemos tocado fondo y que ha comenzado una pequeña reactivación de la actividad económica, según los últimos indicadores disponibles?

R. Lo que acabo de decir arranca, efectivamente, de la base de que nuestra economía está empezando a mostrar, desde el tercer trimestre de 1980, suaves síntomas de recuperación. El impulso de una cosecha bastante buena, algunos consumos específicos y una situación monetaria relativamente distendida podrían justificar este mayor ritmo de actividad. Hace un par de meses estimábamos para 1980 un crecimiento real próximo al 0,5%, y ahora estamos elevando nuestra previsión más cerca del 1%.

P. Sus palabras contradicen las últimas previsiones realizadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico sobre la economía española. ¿En qué se basa para discrepar de la OCDE?

R. Yo creo que los expertos de la OCDE se equivocan en este caso dando una visión tan pesimista de la economía española. Están equivocados porque han realizado sus estimaciones sobre datos más atrasados que los nuestros, seguramente basándose en los indicadores del segundo trimestre, que fue muy malo, para nuestra economía. Sin embargo, datos más recientes confirman mi tesis de recuperación incipiente. La cosecha de este año y la producción industrial avalan lo que digo.

P. Usted ha resumido su estrategia económica con dos principios: «Más disciplina para el sector público y más libertad para el sector privado». ¿Qué entiende usted por más disciplina pública y qué medidas piensan aplicar o derogar para fomentar la libertad en el sector privado?

R. A través de una mínima programación a medio plazo podremos sentar las bases para una mayor disciplina en el sector público. No tiene sentido que la mayor empresa del país -es decir, el sector público- sea la única que no programe su actividad. Fíjese bien que le subrayo su actividad, y no la de los demás. Más disciplina supone también elevar la eficacia de la Administración, que funciona regular, avanzando en la reforma administrativa con minúsculas, a base de pequeños retoques diarios. Hay que mejorar los mecanismos de ejecución y control del gasto público, así como los de discusion de prioridades. En este sentido, los presupuestos de base cero y los presupuestos por programas del Ministerio de Hacienda -que ha estado ciertamente bastante aislado en su labor- van por ese camino. Nuestra Administración es más contable que económica, y está pensada para que nadie se lleve a casa e dinero de los contribuyentes. Sin embargo, no tiene mecanismos suficientes para medir el despilfarro. Hay que preguntarse cada año si tal o cual gasto hace falta según nuestros objetivos.

Esta pregunta permanente nos evitará llegar a situaciones ridículas en el gasto público. Recuerdo la anécdota de aquel cartel en el que se ordenó pintar un banco de verde y colocar un cartel bien visible de «no sentarse». La pintura secó inmediatamente y el cartel siguió prohibiendo sentarse a los soldados durante varios años, porque nadie había derogado la orden.

La programación de las inversiones públicas, con horizonte a tres años, nos obligará, en este sentido, a revisar anualmente nuestros objetivos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la reacción de .la maquinaria adminsitrativa es, cuando menos, de resistencia pasiva ante este tipo de actuaciones.

En cuanto a la mayor libertad en el sector privado, creo que, efectivamente, hay que devolver el excesivo protagonismo» del sector público a los agentes económicos privados.

Hemos heredado un sector público de tamaño relativamente pequeño, en términos económicos y comparado a otros países occidentales, pero, al mismo tiempo, en un sector público presente en prácticamente todas las decisiones económicas de alguna importancia. No hay grandes decisiones que no pasen por la Administración a través de un permiso, una licencia, un expediente administrativo, una póliza, etcétera.

El problema es que cuando tratamos de devolver el protagonismo a los agentes económicos, éstos se resisten bastante a la introducción de una mayor dosis de libertad en la economía española. Pero vamos a continuar por ese camino. Proseguiremos la liberalización de precios, y en cuanto a los aranceles, tenemos que resistir las presiones para elevarlos. Creo que este no es el momento adecuado para profundizar en las rebajas. Nuestro desarme arancelario debería estar más ligado al ingreso en la Comunidad Económica Europea, pero, en cualquier caso, tenemos que evitar dar pasos atrás en la liberalización.El comercio de Estado, por ejemplo, deberá ir desapareciendo paulatinamente entre 1981 y 1982, empezando por los huevos y los pollos, y siguiendo por la carne fresca, grasas, azúcar, etcétera.

También vamos a revitalizar la Comisión de Simplificación de Trámites Administrativos, estableciendo un catálogo de los procedimientos administrativos vigentes.

P. ¿Y si los agentes económicos no quieren ese protagonismo que tratan de devolverle...?

R. En realidad, la libertad económica no les gusta demasiado. Te piden más libertad, pero sólo de boquilla y -eso sí- «para todos a la vez». Pero si la Administración no les fija los precios o no los somete a la necesidad de un permiso, el sector correspondiente no tendrá más remedio que decidir por sí mismo.

P. ¿Hay alguna medida prevista para crear nuevos empleos y consolidar los ya existentes?

R. El Gobierno ha expuesto muy claramente sus objetivos en este terreno. El aumento del empleo se basa, primero, en un incremento fuerte de las inversiones públicas y, segundo, en un aumento de la inversión privada, respecto a la cual el Gobierno centra su acción en materia de vivienda y energía. El resto debe de ser producido por el efecto de estímulo sobre la economía de estas tres actuaciones: inversión pública, vivienda y energía.

P. ¿Cuál va a ser la política monetaria para 1981 y cuál es su previsión sobre la evolución del crédito al sector privado?

R. Lo importante en este tenia, para conseguir el efecto de estímulo del que he hablado antes, es mantener una política monetaria no expansiva, pero tampoco contractiva, que permita un crecimiento en términos reales del crédito al sector privado. Nuestra idea sería mantener una banda de crecimiento entorno al 17%, lo que nos permitirá un incremento del crédito al sector privado superior al 18%, con una inflación estimada, en términos de deflactor del PIB, no superior al 13%, lo que haría que el crédito creciera, en términos reales, en torno al 5%. Y esto creemos que es compatible con la política de lucha contra la inflación, aunque ambos objetivos puedan parecer contradictorios.

Cuando nos negamos a aumentar la inversión pública por encima de lo previsto en el presupuesto, lo hacemos por dos razones: porque se está llegando al límite de lo que la máquina administrativa puede asumir -por falta de proyectos y de capacidad-, y porque ir más allá nos plantearía tan graves problemas de financiación que sólo podrían superarse a costa de tirar la toalla en la lucha contra la inflación.

P. ¿Cuáles son las líneas básicas de la reforma inconclusa del sistema financiero?

R. El proceso de libertad en el día a día avanza por canales muy poco transparentes, en lo que se refiere al sistema financiero. Esta opacidad hace que depósitos, teóricamente a plazos, sean, en realidad, depósitos líquidos. Si observan ustedes los balances de la banca, verán cómo se está produciendo un fortísimo desplazamiento de las cuentas corrientes y de las de ahorro hacia imposiciones a más de un año. Esto es lo que, de hecho, está provocando una elevación de los costes del pasivo de la banca.

Y si miramos en el lado del activo, también vemos una situación confusa. La mezcla, en plazos inferiores a un año, de tipos de interés fijos y comisiones variables produce una cierta incertidumbre respecto al coste real del crédito. El tomador de préstamos difícilmente puede saber cuál es el coste real del dinero. Por ello, pienso que la mayor clarificación de estos aspectos tiene que ser el eje sobre el que gire la reforma del sistema financiero.

P. ¿Considera que la liberalización de tipos de interés a corto plazo van a encarecer o abaratar el precio del dinero?

R. Es difícil medirlo a prior¡. Quizá se produzcan alzas ópticas que no se correspondan con alzas reales. Las alzas reales se producirán, al margen de la liberalización, según sea tensa o distendida la política monetaria. Con un exceso de dinero, la reforma no elevará los tipos. Con una situación monetaria tensa, con reforma o sin ella, se producirían fuertes alzas de los tipos de interés. Con la situación prevista para el año próximo, que podemos llamar de distensión controlada, pienso que los efectos no deben ser muy importantes.

P. ¿Qué van a hacer para contener los gastos corrientes y aumentar la inversión pública?

R. La contención de los gastos corrientes pasa, como he dicho antes, por la aplicación efectiva del presupuesto base cero y de los presupuestos por programas. Hay que saber, de verdad, en qué nos estamos gastando el dinero del Estado, y hay que revisar muchas actuaciones administrativas, que, a lo mejor, no son necesarias, y que, sin embargo, están produciendo unos gastos considerables. En cuanto a los de inversión pública, no es Posible aumentarlos más de lo que está previsto para 1981. Estos ritmos tan fuertes de crecimiento de la inversión no pueden mantenerse indefinidamente, y habrá que moderarlos para 1982 y 1983.

P. ¿Cómo piensan financiar el déficit?

R. La financiación será la tradicional por dos canales: la emisión. de deuda pública, al máximo permitido por la ley de Presupuestos (120.000 millones y 70.000 millones de pesetas de deuda exterior) y, necesariamente, el recurso a los anticipos de tesorería del Banco de España. El que tengamos sólo esos dos caminos nos hace muy difícil ir a un déficit mayor y, por tanto, a una inversión pública mayor.

P. ¿Qué va a pasar con la peseta en el contexto actual?

R. El tipo de cambio de la peseta está afectado por el impacto tremendo que la segunda crisis del petróleo ha tenido para nosotros -12.000 millones de dólares de factura petrolera- y que tenemos que financiar a los precios actuales. También está afectado el tipo de cambio por el ritmo de la inflación en nuestro país, aunque la posición relativa ha mejorado bastante en los últimos meses.

Pienso que no debe haber revaluaciones ni devaluaciones traumáticas de la peseta, sino que deben seguir las tensiones del mercado, con la intervención del Banco cle España sólo para suavizar las oscilaciones excesivamente puntuales. Esto nos ha llevado a una depreciación importante de la peseta y, unido al comportamiento de la inflación, a una mejora sustancial de la competitividad de nuestras exportaciones. Ello se reflejará muy pronto en la balanza de pagos. La recuperación de capacidad de competencia por nuestras exportaciones nos hace pensar en un déficit corriente para 1981 no muy superior al de este año.

P. ¿Cuál es la filosofía que piensan aplicar a los nuevos precios de los productos energéticos? ¿Para cuándo y en cuánto tienen prevista la próxima subida?

R. Yo no le puedo decir, en este momento, ni cuándo ni cuánto, pero le puedo asegurar que tendrá que ser muy pronto -seguramente antes de Navidad- y que subirán con una filosofía clara. La nueva subida tiene que acomodarse, por un lado, a la recaudación fiscal prevista por ley en los presupuestos y, por otro, a la recuperación de los incrementos de costes de la importación, refino y distribución del petróleo. La subida será, además, prácticamente lineal para todos los productos derivados del petróleo, de modo que, en términos relativos, el gasóleo, por ejemplo, subirá más que las gasolinas aunque, en términos absolutos, suban casi lo mismo.

Por otra parte, la incertidumbre mundial sobre el petróleo continúa debido a la prolongación de la guerra entre Irán e Irak. El comienzo de la guerra nos encontró en una posición excelente de reservas, pero, de cara a 1981, vamos a estar en una situación mucho más tensa, aunque estamos haciendo grandes esfuerzos para garantizar, al menos, nuestro suministro. Luego hay el problema del precio que está alcanzando ya niveles preocupantes en el mercado libre -en la zona de los cuarenta dólares por barril-, lo que puede descabalar de nuevo toda la política económica del mundo occidental.

P. ¿Cómo entiende el ministro de Economía la planificación económica en un país tan acostumbrado a vivir al día?

R. Creo que es necesario ir a una recuperación de la programación que ha desaparecido, quizá, justificadamente, por la resaca contra la planificación indicativa del anterior régimen. Tenemos ya un primer esbozo de plan trienal de inversiones públicas 1981-1983. Usándolo como punto de: partida debemos ir a un plan de inversiones públicas para 1982-1984, que sea también el punto de arranque de los programas regionales. Estos se harán con una metodología uniforme que permita negociar, sobre una base de sensatez, el reparto del Fondo de Compensacion y Solidaridad Interregional. Naturalmente, la financiación de estos planes de regiones deprimidas deberán financiarse a través del Presupuesto, de la inversión en empresas públicas y del crédito oficial.

P. ¿Hay algún peligro a la vista de romper la unidad económica de España con la construcción. del llamado Estado de las Autonomías?

R. Si se hace bien, no veo peligro alguno. Si se hace mal, es decir, un presupuesto dividido en quince cajoncitos y se reparte a trozos el sistema financiero, puede haber ese peligro. Yo trataré, desde luego, de evitar que se rompa la unidad económica de España manteniendo posiciones firmes para defender los intereses generales. No hay que olvidar que España es un mercado, y volver ahora a los fielatos no es compatible, en ningún caso, con una economía moderna.

P. ¿Tiene el Gobierno claro hacia qué modelo de Estado nos dirigimos con las autonomías?

R. Esta es la mayor preocupación actual, y yo creo que cada vez está más elaro el Estado de las Autonomías, pues, con un techo igual para todos nos estamos dirigiendo hacía un cierto modelo de Estado federal.

P. Para terminar, sólo una pregunta política. ¿Qué piensa de la posible separación en dos personas de los cargos de presidente del partido de UCD y de presidente del Gobierno?

R. ¡Hombre! Crea un puesto más y eso es bueno desdeel punto de vista del empleo. Cuando ves a tanta gente con ganas de hacer algo y ascender, crear un puesto más aumenta las oportunidades. Pero, funcionalmente, no creo que sea positivo ese desdoblamiento de funciones.

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