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Elecciones EE UU 80

Cuatro años sin mucha historia

Quizá haya sido el propio Jimmy Carter quien formuló la mejor crítica de su actuación al frente de la Casa Blanca: «He administrado demasiado y no he gobernado bastante», reconoció el verano pasado, cuando su índice de popularidad alcanzaba las cotas más bajas. Cuatro años de lucha con un Congreso reticente ante las «grandes cruzadas» y contra realidades económicas poco gratas han obligado a este sureño provinciano, de 56 años, a revisar sus objetivos.

Elegido para restaurar la fe en Estados Unidos tras la doble vergüenza del Watergate y de Vietnam, Carter deseaba transformar el Gobierno federal en una máquina eficaz y responsable, responder al desafío energético, reformar el sistema fiscal, cambiar el papel de Washington en el mundo. Creía también que un Gobierno podía intentarlo todo y casi conseguirlo si era «tan honrado, creíble, justo, competente e idealista como el mismo pueblo norteamericano».En cuatro años, Jimmy Carter según reconocen sus colaborado res, ha aprendido, al menos, una cosa: los límites del poder.

Las ambiciones del presidente, recalcan, se han visto amenazadas no tanto por su indecisión como por dos realidades frente a las cuales poco pudo hacer: la pérdida de competitividad de la industria norteamericana y el descenso relativo de la influencia de Estados Unidos en el mundo.

Antes y después de Afganistán

La época Carter tendrá un «antes» y un «después,»: antes de la entrada de los tanques soviéticos en Afganistán, en diciembre de 1979, y después. «En una sola semana he aprendido más de la Unión Soviética que en los tres años precedentes», confesó, con una franqueza desconcertante para el dirigente más poderoso del mundo.No obstante, y con el objetivo de desmarcarse de su adversario, Ronald Reagan, dulcificó recientemente su postura: «Los soviéticos también buscan la paz», aseguró en un mitin electoral en Chicago.

Estas fluctuaciones no han hecho sino incrementar la desconfianza entre los aliados tradicionales de Estados Unidos, en Europa y en Asia. Asimismo han servido para sembrar la duda sobre la voluntad real del presidente de convertir su país, como ha anunciado, en «el campeón de los derechos del hombre en el mundo». De hecho, han sido objeto de una lucha permanente entre la Casa Blanca y el Congreso.

Un extraño para el Congreso

Jimmy Carter fue elegido, en 1976, contra la voluntad de Washington y del Congreso. Y, en 1980, continúa siendo un extraño en ambos mundos. Desde este punto de vista se deben analizar los vaivenes, por ejemplo, del presupuesto de Defensa. Carter llegó a la Casa Blanca con la promesa de reducirlo entre 5.000 y 7.000 millones de dólares y ha acabado convirtiéndose en el abogado principal de un aumento anual del 5%.Los acuerdos de Camp David (septiembre de 1976) con Egipto e Israel y la normalización diplomática con China (enero de 1979) constituyen los principales aciertos de estos cuatro años.

El presidente tardó en reaccionar frente a su primera crisis internacional de envergadura: la captura hace justo un año de los rehenes de la Embajada norteamericana en Teherán.

La firma del tratado para la devolución del canal de Panamá, en 1978, ha sido su único verdadero paso hacia adelante en América Latina.

En política interior, el mandato de Jimmy Carter se ha caracterizado por idénticos contrastes. Tras prometer reducir el número de parados, no ha dudado en absoluto en permitir su aumento con el objetivo de luchar contra una tasa de inflación que, en todo momento, se ha mantenido por encima del 10%.

Su dedicación a las tareas legislativas apenas si le ha reportado dividendos electorales.

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