Julián Marías: "Ortega significa un punto de inflexión en la filosofía"
Apertura oficial del curso académico del Instituto de España
«Ortega significa un punto de inflexión en la filosofía, en el descubrimiento de un continente que hay que explorar. Con él comienza una nueva etapa, comparable a la que marcaron, por ejemplo, San Agustín o Descartes». Estas palabras del filósofo y académico Julián Marías marcaron probablemente el centro de su discurso pronunciado ayer en la sede de la Real Academia Española con motivo de la inauguración oficial del curso académico del Instituto de España. La conferencia de Julián Marías versó sobre el tema La imagen de Ortega al cabo de un cuarto de siglo.
En la presidencia del acto, celebrado a partir de las siete de la tarde de ayer, se encontraban el director del Instituto de España, Fernando Chueca Goitia; el director de la Real Academia de la Lengua, Dámaso Alonso, y los directores de las academias de Historia, Diego Angulo; Ciencias Morales y Políticas, Alfonso García Valdecasas; Ciencias Exactas, Manuel Lora Tamayo, y Farmacia, Angel Santos Ruiz.Julián Marías distinguió al principio de su conferencia la diferente manera de aproximarse a la realidad de un autor vivo o muerto. «Del autor vivo tenemos su presencia, esperamos; sus nuevas obras, se presenta ante nosotros como una realidad abierta, se tiene de él una visión fragmentaria. Mientras que, por el contrario, la obra del autor muerto es estudiada y considerada en su conjunto, lo que puede producir una cierta transformación de la figura del autor. Podemos comprobar, con verdadero gozo, cómo en España los autores del 98 y algunos de la generación de Ortega son muy leídos y, por tanto, están vivos, es decir, son símbolos de vitalidad».
Veinticinco años después de su muerte, Ortega aparece, según el escritor Julián Marías, como el autor de sus libros, actualizados todos por ser igualmente pretéritos. «Pero su obra es plenamente poseída por muy pocos: requiere un dominio amplísimo de todo el pensamiento europeo y, a la vez un conocimiento profundo de las circunstancias españolas. El pensamiento de Ortega es absolutamente sistemático, pero sus escritos no lo son.
«Durante más de cuarenta años, por motivos político-eclesiásticos dominados por la ignorancia, se ha intentado convence a los españoles de que Ortega no vale la pena. Desde 1960 se generalizó la decisión de no enterarse de él ni de lo que de él procedía; hubo afán de evitar hasta su vocabulario, y hasta de ocultar haberse nutrido de su pensamiento Una generación entera ha sido disuadida de leer a Ortega y ha resultado una generación preorteguiana, es decir, arcaica».
La lengua española como instrumento filosófico
«Ortega representa», continuó Julián Marías, «para el mundo hispánico el nivel pleno de la filosofía (lo que le había faltado desde el siglo XVIII, que a su vez constituyó la causa de sus inferioridades respecto a Europa, y después respecto a Estados Unidos). El que posee a Ortega se instala en español en el nivel de la filosofía y puede hacer lo que quiera (hasta ser antiorteguiano). Desde Ortega la lengua española se convierte en un maravilloso instrumento filosófico con posibilidades nuevas y crecientes».Tras destacar que Ortega, «negado y combatido», sigue vigente, Julián Marías señaló en sus conclusiones que existe una tentación reciente de utilizar a Ortega. «Su riqueza de ideas y temas promete recursos para tal o cual tesis. Pero ninguna verdad aislada es filosófica; la filosofía es justificación, sistema. Cuando se va a utilizar a Ortegá, este sigue hablando y destruye la operación».
«La generación más joven», recomendó Julián Marías, «debería liberarse y ponerse a leer a Ortega; reconstruir la imagen que tuvo en vida, la obra que compuso su figura viviente; completarla después con lo que estaba sumergido, con lo que no estaba explícito; prolongarla con todo lo que, con los métodos de Ortega, se ha pensado durante medio siglo, porque su fecundidad ha sido excepcional. Finalmente tienen que pensar por cuenta propia en vista de las circunstancias. Me atrevo a asegurar que el que lo haga de verdad se pondrá a la cabeza de su disciplina, y sobre todo será él mismo y no un antepasado».
Babelia
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