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MUSICA

Rick Wakeman, un concierto para el sueño

Con aburrimiento y sopor, Rick Wakeman cabalga. Aunque no sólo eso, sino también dolor de cabeza, levantó el concierto que el ex teclista de Yes (y estrella solitaria) ofreció el pasado lunes en el Pabellón del Real Madrid. Media entrada para un concierto que debía haberse realízado la semana pasada, pero que hubo de retrasarse, con el subsiguiente despiste general. Ningún problema en el acceso y precios de setecientas pesetas. Un poco caro para lo que vendría después.Rick Wakeman apareció sobre el escenario sin su clásica melena, ataviado con una bella camisa amarilla, que lucía estrellas en la espalda, y acompafiado por un guitarra, un batería, un bajo vestido de punk y un cantante vestido de hortera. El se dedicaba a los teclados. Como podía esperarse, el concierto, en su primera parte, se constituyó en repaso apresurado por sus álbumes en solitario, desde las Siete esposas de Enrique VII hasta No conexión terrestre, centrándose sobre todo en Viaje al centro de la Tierra.

Teniendo en cuenta que casi todos sus trabajos de esta época contaban con órganos, coros y orquestas enormes, los nuevos arreglos para pequeño grupo dejaban bastante que desear. Sobre todo desde el momento en que el sonido no era más que ruido. Y mucho. Para empezar, durante toda esta primera parte apenas se le escuchó al mismo Wakeman, lo que, bien mirado, y teniendo en cuenta que el hombre es el líder y toca bastante, le quitaba casi toda su gracia al concierto. Pero es que además el bajo estaba a un volumen de tortura, mientras la guitarra se destacaba del mogollón general como si tratara de huir de la quema.

O sea, que muy mal. Lo que ocurre es que (como ya se ha dicho) la gente paga setecientas pesetas, no por un concierto, sino por aplaudir a un mito que en nuestro país ha vendído miles y miles de elepés. O lo que es igual: el derecho a divertirse por encima de los elementos.

Elementos concretados en la figura de un cantante excesivamente gritón o en un guitarrista empeñado en recordarnos su único solo. Luego fueron surgiendo nuevas canciones, como Spider (se supone que saldrá en single), pero aquello no había quien lo arreglara. Y que conste, no es que el grupo fuera pésimo, es que allí no había manera de ligar algo medianamente claro. En resumidas cuentas, que la gente dudaba de manera constante entre el aplauso y el pitido, la permanencia o el escape tumultuoso.

Antes de la estrella había actuado el grupo español Témpano. Buena gente, haciendo una mezcla de jazz-rock y rock sinfónico en una onda que recordaba mucho mejor que a los principales. Su música, que no estaba mal hecha, resultaba de lo más descontextualizada en el rock de hoy, tan dado al pop. Pero gustaron, y bastante, de donde vuelve a deducirse que hay gente para todo y que resulta agradable comprobar que hay quienes se dedican a hacer ese todo. En realidad Témpano estuvo mejor que Wakeman. Sólo que no son famosos.

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