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Ante la polémica policial

Con enorme preocupación, con alarma notoria, asiste la opinión pública, estos días, a la discusión entablada entre las agrupaciones sindicales policiales y el Ministerio del Interior. Si en cualesquiera otras circunstancias esta polémica no hubiera revestido tanta gravedad, en las circuristawias actuales, cuando la seguridad de los ciudadanos es problema fundamental de la convivencia, el enfrentamiento de los policías con la autoridad gobernante resulta ser un hecho gravísimo. ( ... )Admitida por la Constitución -en la amplitud de redacción de su artículo 28- la formación de sindicatos de funcionarios públicos aunque sea con regulación de «peculiaridades de su ejercicio», queda fuera de lugar la censura a los sindicatos de policías. Pero ¿cómo contener o impugnar siquiera las legítimas críticas de la sociedad a quienes se muestran dispuestos a interrumpir la salvaguarda de la ley, abriendo un período, aunque sea corto, de franquía a la delincuencia?

Puede haber algo y mucho de tensión política, de politización, en el fondo de este conflictivo asunto. Si es así, el dato no aminora, ni muchos menos, su gravedad. Lo peor que puede suceder, en cuanto a las fuerzas policiales se refiere, es que se impregnen, en cualquier sentido, por acción o por reacción, de ideologías políticas. Al servicio del entero conjunto social, donde lícitamente existe el pluralismo ideológico. La policía debe ser apolítica. Debe ser rigurosa y plenamente profesional. En otro supuesto -en el supuesto de una policía politizada- se convertiría irremediablemente en instrumento de persecución de aquellas partes de la sociedad que defiendan una política diferente o contraria.

No sólo por la concordia, bien siempre apetecible, sino por la seguridad a que tienen derecho los ciudadanos, esperamos que, de modo razonable, de modo justo, sin arbitrariedades, sin artificios, se resuelva esta polémica, negativa en todos los aspectos y en alguno -policías deteniendo a policías- incluso escandalosa.

22 de octubre

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