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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Juventud, egolatría

He traído, he llevado a la plaza/Casa de la Villa un informe informal sobre la juventud madrileña, poniendo especialmente el énfasis -en diálogo con el público- sobre la juventud no universitaria, que es la que arroja más signos, como diría Deleuze, y la estudiada o interrogada. En los cinturones o círculos infernales que rodean a Madrid -cinturón de miseria, cinturón industrial, cinturón rojo, cinturón de castidad (forzosa, por falta de hembras o de machos)-, la juventud también es, como entre los burgueses, y como hubiera dicho Baroja, egolatría.Si con Franco todos los obreros eran rojos o joteros en el Bernabéu, en plan demostración sindical hoy la juventud obrera ha perdido su conciencia de proletariado y el lumpem (marginal al proletariado históricamente entendido) en tres direcciones: acracia, delincuencia juvenil, paro forzoso o voluntario. Esto no viene, como me decía un brillante interlocutor, del ya tópico «desencanto», que no es más que una palabra (puesta en circulación con fortuna por una película afortunada). Esto viene de mucho más atrás, de la contestación general juvenil, en todo el mundo, a las respectivas sociedades capitalistas, industriales, posindustriales, de consumo o del desperdicio. Tengo escrito que Franco había muerto culturalmente diez años antes de morir (lo cual no significa en absoluto que Franco fuese un hecho cultural).

La acracia lumpem, proletaria, juvenil, del Madrid periférico, más alejado del centro geográfico donde he hablado, no es sino una impregnación que viene de arriba, de la acracia culta y burguesa, y de la cual toma el apoliticismo y la droga. En Navajeros, de Eloy de la Iglesia, un camello explica muy claramente cómo reserva el chocolate de peor calidad para el consumo de Vallecas. Trasantaño, el obrero que se desclasaba para imitar al señorito se quedaba en, hortera. Hoy el hortera tiene menos vigencia porque el mimetismo juvenil es inverso, diverso, transverso, y funciona en todas direcciones. Si los jóvenes lumpem mimetizan de los jóvenes burgueses, en Madrid, acracia y droga (el punto de coincidencia se llama pasotismo), los jóvenes burgueses mimetizan, del lumpem juvenil, rock y delincuencia (como cuando las nobles francesas se vestían de pastoras en Versalles). El jazz, claro, es un canto negro de protesta que luego se estiliza y comercializa. El rock, asimismo (rostro pálido del jazz), nace de un camionero norteamericano que se vanagloria de sus muelas forradas de oro: Elvis Presley. De Presley al rock sucio de Legazpi, en la movida madrugadora de los cargadores de fruta, toda la tradición lumpem del rock. El joven delincuente juvenil de origen proletario, actúa movido por urgencias naturales, primarias, sociales. El joven delincuente burgués, con todas sus necesidades cubiertas, no actúa sino por mimetismo de la épica y la estética que ha generado, ea España y en el mundo, la delincuencia apolítica proletaria, estilizada a su vez por el cine, el musical y la literatura, del West side story a «Los ángeles del infierno». (La línea muerta del horterismo sólo ha dado el travoltismo, y Travolta ya está acabado.)

Juventud, egolatría. Hoy la juventud suburbial madrileña vive la egolatría que le sirven los espejos estéticos y sociológicos: se mira en el cine narcisista que hacen sobre ella, en los conciertos populares y multitudinarios de rock, y, sobre todo, en el espejo de una acracia juvenil burguesa, intelectual, de la que toma, naturalmente, lo más inmediato y rudo: nueva sexualidad y droga. ¿Supone esto un fracaso de la democracia? Supone, más bien, una forma extensa y salvaje de vivir la democracia: una democracia que se ignora a sí misma.

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