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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La asamblea del Fondo Monetario

LAS PERSPECTIVAS de desarrollo para los países pobres han empeorado rápidamente a causa del alza continua en los precios del petróleo. Además, el semiestancamiento de las economías occidentales está frenando las exportaciones de estos países, que se ven obligados a hacer frente a una factura de productos manufacturados encarecida por la inflación de los suministradores. Los déficit de balanza de pagos han aumentado en unos 34.000 millones de dólares entre 1978 y 1980 para el conjunto de países pobres, y ascienden, en este último año, a unos 70.000 millones. Pero el problema, por desgracia, no se detiene aquí, porque los déficit tienen posibilidades de prolongarse en los años inmediatamente futuros. Aumentan los riesgos de insolvencia y el problema de reciclar los petrodólares excedentes de los productores de petróleo se está ya Convirtiendo en un ejercicio peligroso para los bancos privados intermediadores.Esta necesidad de más dinero, de escasez de fondos prestables para los países en vías de desarrollo, ha sido precisamente el tema central de la reciente asamblea del Fondo Monetario y del Banco Mundial, celebrada en Washington. Las dos instituciones parecen cada vez más convencidas de la idea de incrementar su papel de «bancos internacionales », pero el problema número uno es la falta de fondos. La posible intermediación del dinero sobrante de los productores de petróleo aparece ahora comprometida por la negativa americana a la aceptación de la presencia de la OLP en la asamblea, mientras los árabes, empezando por los saudíes, hacen de esto una cuestión de principio. La posibilidad de acudir a los mercados internacionales en busca de préstamos para recircuitarlos hacia los más pobres no cuenta tampoco con las simpatías de Alemania y otros países industriales. En efecto, estos países conciben el reciclaje como un asunto de la competencia del sistema financiero internacional en el que el papel principal del FMI sería el de actuar como un vigilante activo y riguroso de las políticas económicas seguidas por los países prestatarios. En este sentido, la aceptación de las recomendaciones del FMI y las mejores calificaciones que éste conceda a los países más razonables bastarían para estimular a los prestamistas internacionales en su labor de continuar facilitando créditos.

Sin embargo, en ausencia de una solución por ahora aceptable, la misión futura e inmediata del FMI y del Banco Mundial será, con toda probabilidad, más comprometida. El Fondo ha aumentado sus líneas de apoyo y ayuda a los países pobres en dificultades y asimismo ha reducido las condiciones exigidas para los préstamos, mientras espera conseguir un nuevo aumento de las cuotas de fondos suplementarios. Por su parte, el Banco Mundial también ha incrementado su capital y su capacidad de préstamos a la vez que se dispone a la creación de una agencia internacional para la exploración de petróleo y de otras fuentes de energía en los países pobres. El mayor precio del petróleo ha aumentado estas posibilidades, y el ejemplo de Paraguay, que pronto se convertirá en una especie de nuevo Kuwait de la energía eléctrica, es quizá todo un símbolo. En efecto, los recursos energéticos son muy abundantes en el gran mundo del subdesarrollo, si bien los 13.000 millones de la nueva agencia serán, en cualquier caso, insuficientes para una producción en aran escala que remotamente pueda compensar el déficit energético de los países pobres en este decenio.

Los grandes problemas del subdesarrollo han acaparado todo el protagonismo de una asamblea en la que, por vez primera, la República Popular China ha mostrado su decidido propósito de recurrir a la financiación de los organismos internacionales para emprender una rápida modernización de su economía. En definitiva, el orden económico internacional, circunscrito al área del Atlántico norte, ha quedado claramente anticuado ante los nuevos problemas de garantizar la supervivencia de unos países todavía pobres, pero que constituyen un mercado insustituible para el equilibrio de los intercambios internacionales.

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