_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Las consecuencias de la guerra irano-iraquí sobre el mercado petrolero

El conflicto bélico entre Irak e Irán, que dura ya dos semanas y cuya salida parece cada vez más difícil, viene a ser una nueva llamada de atención, si es que las anteriores no habían sido ya más que suficientes, sobre la fragilidad y dependencia de las economías occidentales de un recurso escaso y dramáticamente concentrado en unos pocos países, que no se distinguen precisamente por su estabilidad político-social.Las consecuencias derivadas de esta guerra desde el punto de vista de los suministros petroleros a Occidente resultan en el momento actual cuantitativamente análogas a las creadas a principios de 1979, como consecuencia de la crisis iraní. En el primer semestre de este año, Irak e Irán producían conjuntamente unos 5,4 millones de barriles día (cuadro l), de los que -en las semanas anteriores a la guerra- venían exportando entre 3,9 y 4,0 millones de barriles día, alrededor del 17% de las exportaciones totales de la OPEP en esas fechas.

Esta producción ha desaparecido del mercado en forma súbita, creando un déficit de suministros de alrededor de dos millones de barriles/día, ya que la situación en los días anteriores a la guerra alcanzaba un superávit de dos millones de barriles/día. Sin embargo, y a diferencia de lo ocurrido en el momento de producirse la crisis iraní, el nivel de existencias del mundo industrializado es muy elevado, por lo que, de no reducir el resto de la OPEP sus niveles de producción, tal y como se había acordado en la reunión de Viena del mes de septiembre pasado (una reducción media de un 10%), el mundo occidental, como conjunto, podría aguantar durante algo más de un año sin graves quebrantos la interrupción total de los aprovisionamientos iraquíes e iraníes. Otra cosa diferente es lo que le puede suceder a cada país en concreto; para Portugal, la India o Turquía, por ejemplo, fuertemente dependientes de los países contendientes, la situación es muy grave.

Situación no angustiosa

Por tanto, y al menos por lo que se refiere al vital problema de los aprovisionamientos físicos, la situación no se presenta angustiosa a corto plazo y existe un cierto margen de maniobra, cuya mayor o menor amplitud. dependerá de la duración del conflicto y de la magnitud de las destrucciones que en campos, terminales y refinerías acabe produciendo el mismo. Sin embargo, en el no menos vital problema de los niveles de precios, la situación puede discurrir por canales diferentes. De hecho, la OPEP ha aprovechado siempre coyunturas de crisis (la guerra del Yom Kippur, en 1973; la crisis iraní, en 1979), para conseguir alzas espectaculares de precios, por lo que, si nos limitáramos a extrapolar la tendencia histórica, las perspectivas serían sombrías. No obstante, las circunstancias políticas parecen hoy más favorables, en el sentido de que son los países más moderados (Arabia Saudí, Emiratos Arabes Unidos, Kuwait) quienes tienen la clave de los precios en su mano y, dada la grave situación de la economía mundial, no parece probable que intenten aprovechar la coyuntura para promover fuertes elevaciones de precios. Dicho sea esto con la máxima prudencia, dada la enorme complejidad política de los países del golfo.

En todo caso, el mercado de Rotterdam ha recogido de inmediato el efecto de la guerra, habiéndose producido fuertes alzas en todos los productos. Hay que tener en cuenta, sin embargo -cosa que suele olvidarse a menudo-, que Rotterdam es un mercado marginal enormemente inestable y que no resulta representativo en muchas ocasiones del grueso de las transacciones del mercado petrolero. Ni las fuertes bajas de los últimos meses querían decir que el petróleo se estuviera vendiendo más barato en las transacciones normales, ni las fuertes alzas de ahora quieren decir que el petróleo se vaya a vender más caro. Todo esto, siempre y cuando el país con.sumidor tenga contratos en firme que aseguren su suministro.

Situación estratégica

Desde un punto de vista estratégico, y refiriéndonos siempre a los suministros de petróleo, el país más importante para Occiderite es Irak, ya que su nivel de exportaciones era cinco veces superior al de Irán el día en que estalló el conflicto.

Irak, con una producción actual estimada en unos 175 millones de toneladas métricas/año, cuenta, para dar curso a sus exportaciones, con dos tipos de salida: a través del golfo Pérsico y a través del Mediterráneo. Las salidas hacia el Mediterráneo se realizan a través de una red de oleoductos con origen en los yacimientos petrolíferos del norte del país y con destino al Líbano y Turquía, y cuyas principales características son las que figuran en el cuadro adjunto.

Estos oleoductos están dimensioriados para una capacidad de transporte de unos 85 millones de toneladas métricas/año, de forma que Irak podría, teóricamente, exportar -vía Mediterráneo- del orden del 50% de su producción.

Estas salidas son una garantía, ya que no están en zona de guerra y además las destrucciones, tanto en los oleoductos como en los campos que los alimentan, pueden ser reparadas con gran rapidez, unos pocos días o, todo lo más, algunas semanas, incluso si los daños ocasionados por los ataques aéreos son intensos (separadores, tuberías de enlace, cabezas de pozo). Hay que tener en cuenta además que algunos de los elementos más críticos están dispersos y no son fáciles de alcanzar desde el aire si están bien protegidos (cabezas de pozo). Por tanto, y una vez finalizado el conflicto, Irak debería estar en condiciones de reanudar, con relativa rapidez, sus exportaciones de crudo vía Mediterráneo.

Por lo que se refiere a las salidas del golfo Pérsico, por donde antes de la guerra se exportaba el 80% del crudo iraquí, existen cuatro terminales, uno de los cuales, al menos, está muy dañado, y los otros tres, con daños menores o mal conocidos. Estas instalaciones son mucho más críticas, desde un punto de vista estratégico, que los propios campos, ya que su destrucción, relativamente sencilla mediante ataques aéreos o navales, cierra las posibilidades de exportación por largo tiempo, ya que su reconstrucción requeriría entre diez y veinte meses, si los daños sufridos son graves.

Irán, con una producción estimada antes del conflicto de 75 millones de toneladas, y una exportación de treinta millones, cuenta sólo con terminales en el golfo Pérsico para sus ventas al exterior, de los cuales el du la isla de Kharg, que es el mayor, con gran diferencia, está, al parecer, muy fuertemente dañado, ya que fue un objetivo prioritario de la aviación iraquí. en los primeros días de la guerra. Quedan otros tres terminales menores. con daños inciertos.

Las refinerías

Finalmente, el otro elemento estratégico esencial son las refinerías, que abastecen fundamentalmente el consumo interno de ambos países (45 millones de TM /año, Irán, y 11 millones de TM /año, Irak). Estas instalaciones son blancos fáciles para la aviación, y en el caso de Irán parece claro que, al menos, un 60% de su capacidad de refino está destruida, y en una cifra menor la de Irak. Reconstruir las refinerías, función lógicamente de los daños sufridos, puede llevar desde unos pocos meses a más de dos años, por lo que una vez finalizado el conflicto, y durante un período más o menos amplio, los países contendientes pasarán a ser importadores netos de productos petrolíferos.

En definitiva, una vez terminada la guerra, Irak debería poder reanudar sus exportaciones vía Mediterráneo con relativa rapidez, a un ritmo entre el 20% y el 30% de su nivel actual. Vía golfo Pérsico, la reanudación de las exportaciones será función de los daños ocasionados a los terminales de carga, por lo que su recuperación puede ser más lenta que la realizada vía Mediterráneo. Al lado de ello, los dos países contendientes podrían llegar a necesitar casi un millón de barriles/día de productos importados durante varios meses si las destrucciones prosiguen un par de semanas al ritmo actual. Estas circunstancias pueden hacer subir las presiones sobre los precios a límites peligrosos, que un incidente fortuito, un invierno particularmente frío en Europa Occidental o Estados Unidos, por ejemplo, podría convertir en una espiral alcista. En sentido contrario, un cierto incremento de la producción en los países exportadores no afectados por la guerra, que pueden hacerlo si quieren, anularía cualquier presión alcista sobre los precios.

En el caso de nuestro país, la situación al comienzo del conflicto era bastante favorable. Por un lado, el nivel de reservas es alto (casi 140 días, incluyendo buques en tránsito), uno de los más elevados de nuestra historia, y, por otro, existe un cierto exceso de contratación sobre la demanda real, lo que permite encajar sin demasiados problemas las cantidades que hasta final de año se debían haber cargado en los países beligerantes.

Para 1981, y desde un punto de vista no sólo de reservas, sino de estructura de suministros, nuestra situación es mejor que la existente cuando nos enfrentamos a la crisis iraní en la primavera de 1979. Nuestros factores de riesgo se hallan más diversificados; México, por ejemplo, nos está suministrando el 14% de nuestras necesidades, y los contratos con otros países parecen más sólidos que los existentes hace un par de años. Poniéndonos en la alternativa de una interrupción total de los suministros iraquíes a lo largo de 1981, que, por lo señalado en el punto anterior, es una hipótesis poco probable, podríamos resistir sin graves alteraciones unos catorce meses, utilizando las existencias disponibles para cubrir los déficit.

Esta alternativa puede quedar modificada a favor o en contra por algunos acontecimientos. Modificaciones a favor serían en primer lugar una rápida finalización del conflicto, y una reanudación a baja capacidad de las exportaciones iraquíes, donde sería de esperar como mínimo una entrega proporcional a los contratos actualmente existentes (siete millones de toneladas/año), ya que Irak ha mantenido siempre una postura de gran amistad hacia nuestro país, que se ha traducido,. además, en hechos muy concretos a la hora de suministrar crudos. Otra modificación a favor sería la iniciación de los suministros directos a Petronor por parte de México (tres millones de toneladas/año). Cualquiera de estos dos acontecimientos, de producirse en los primeros meses del año 1981, alejarían definitivamente cualquier problema de desabastecimiento.

Modificaciones en contra sería un año hidráulicamente seco, que es la situación actual, lo que requiere alrededor de 1,6 millones de toneladas de fuel respecto a un año normal, aunque la entrada en funcionamiento del primer grupo de la central nuclear de Almaraz, prevista para las próximas semanas, ayudará enormemente a paliar este problema, al producir un ahorro adicional de algo más de un millón de toneladas de fuel. Y, finalmente, la modificación en contra más grave sería la prolongación del conflicto, o su extensión a otros países del golfo. Sólo en esta última hipótesis nuestros aprovisionamientos fisicos podrían quedar seriamente afectados.

La incógnita fundamental, entiendo pues que no se presenta hoy en los aprovisionamientos, sino más bien en el nivel de precios del crudo. Aquí sólo queda repetir lo señalado antes, y es que todo será función de si los países de la OPEP quieran o no aprovechar la coyuntura de déficit de suministros que empezará a hacerse sentir a partir de enero o febrero. Si la guerra se prolonga, opinar hoy sobre ello resultaría un ejercicio de adivinación vano.

La enseñanza que todos podemos sacar de esto es, sin embargo, clara: el período de bonanza en el que muchos creíamos hace unos meses es una ilusión; no hay bonanzas en el mercado petrolero, sino una crisis detrás de otra. Un precio horizonte de 45 dólares actuales por barril en 1985 es desgraciadamente una hipótesis muy verosímil. En estas circunstancias la intensificación de las sustituciones (carbón, nuclear, gas natural) y muy particularmente de las medidas de ahorro energético, son una necesidad de supervivencia mínima.

Roberto Centeno es catedrático de Economía de la Universidad Politécnica de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_